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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Madrid, años 40. Pedro es un médico joven que trabaja en un centro oficial de investigación sobre el cáncer utilizando cobayas procedentes de Norteamérica. Cuando se queda sin los conejillos de Indias, el conserje del centro le aconseja que recurra a "El Muecas", un amigo suyo que ha criado una pareja de cobayas con el fin de venderla. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película sórdida y escabrosa, dura y cruel, sobre una sociedad que tenía poco que decir y mucho que ocultar. Un film realista que traza un descarnado retrato de pobreza y ruina, de conformismo sin expectativas ilusionantes, de paseos por los barrios bajos de Madrid, de oscuras callejuelas con pobres vendedores ambulantes a deshoras, de juergas para evadirse del hastío, de sucios burdeles donde se fornicaba ahogados en alcohol, intelectuales y analfabetos, privilegiados y desheredados, moralistas hipócritas escandalizados por las palabras como: aborto e incesto. Era un tiempo de silencio donde las cosas hacían poco ruido, pero en lo hondo latían la vida, la ambición, el deseo, el ansia de libertad.

Vicente Aranda me parece uno de los mejores directores españoles, pese a los que niegan tal evidencia, si analizamos su carrera fue mucho más que un ilustrador literario, aquí adapta magistralmente gracias a un excelente casting, la impactante novela de Luis Martín Santos, “Tiempo de silencio”, un desolador y triste relato, una mirada atroz de nuestra postguerra, que abarca todos los extractos sociales, no sólo desde la miseria económica, sino también desde la moral. Tiempo de superstición y curanderos, de ignorancia e ignominia, de calumnias y rencores, de odio y crimen, de evocadoras radionovelas interrumpidas por el anuncio del Cola Cao, incluso de tragedia mezclada con humor negro: una madre se lamenta por el dolor causado a su hija muerta, por la autopsia ante el anatómico forense.

El film, que goza de una asombrosa ambientación, narra la historia de Pedro (Imanol Arias), un médico recién licenciado sin excesivo porvenir dedicado a una inútil investigación sobre cobayas, que, súbitamente se ve enredado en la muerte de una joven a la que atiende de un aborto provocado, viéndose atrapado en una trampa. Estamos a finales de los cuarenta, tiempo de gritos sordos de una fachada de normalidad, pero detrás de las recepciones burguesas junto a su amigo con complejo de Edipo, Matías (Juan Echanove), protegido del régimen. Detrás, como digo, se halla el hambre y el chabolismo donde conviven el “Muecas” (Paco Rabal) y el “Cartucho” (Joaquín Hinojosa), en medio de los escombros, la basura y el estiércol, de unos parias cuya única salida es la muerte.

Pedro se encuentra aislado en su torre de marfil de su laboratorio, cuya correlación perfecta es la cutre pensión donde se aloja, universo gris y roto sólo por la viveza y carcajadas de Dorita (Victoria Abril). Los dobles papeles de Charo López como madre y fulana, así como el tripe papel de Victoria Abril, como novia, intelectual y fulana, es la perfecta expresión obsesiva de Matías y Pedro por las distintas mujeres de igual físico. Pedro se rinde a la evidencia, asume su cobardía, la condición de castrado donde la rebelión es imposible. Todo ello transmite como un lienzo a grandes trazos de colores desteñidos que dibuja una sociedad donde todos son culpables. Un film muy personal, partiendo de materiales ajenos, de las mejores de su director junto a su obra cumbre: “Amantes”.
Antonio Morales
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