Me he quedado un poco sorprendida al ver la baja puntuación media que esta película tiene, así como al comprobar que soy la primera en escribir una crítica para ella.
Será "convencional", como he leído por ahí, pero ese rasgo no fue algo que me afectara negativamente cuando la vi, hace años. Los convencionalismos en una película me importan poco. Lo que me importa es que me transmita algo y que me deje con buen sabor de boca, o con la sensación de que he visto algo que merecía la pena.
Y esta película mereció la pena.
Mereció la pena por los dramas que cada personaje lleva por dentro. Ninguno de ellos es feliz, todos tienen vidas familiares conflictivas, rotas, desesperanzadas. El pequeño Elijah Wood, con esos ojazos capaces de derretir al más pintado, es hijo de padres separados; la pequeña Thora Birch, que desea conocer a su padre, al que nunca ha visto; y el matrimonio principal, que se ha distanciado y parece abocado a la ruptura.
Es bonito ver cómo todos los protagonistas, seres lastimados que han perdido el rumbo, van creando estrechos vínculos entre ellos, compartiendo sus problemas y tratando de hallar un modo de salir del círculo vicioso en el que viven. La llegada de Willard (Elijah Wood) va a ser muy beneficiosa para todos. La amistad entre los dos niños es tierna, divertida y melancólica.
Hermoso drama familiar, con bella fotografía y unos buenos papeles protagonistas. Don Johnson y Melanie Griffith dan la talla, y los niños brillan con luz propia (quién diría entonces que aquellos niños acabarían interviniendo en grandes películas como "American Beauty" y "El Señor de los Anillos"; la primera vez que vi "Un lugar llamado paraíso", esos pequeños actores eran desconocidos para mí, pero ya se intuía que su carrera prometía).
Tal vez no sea nada del otro mundo, pero es una de esas películas discretas, de esas que pasan desapercibidas, que para mí encierran algo especial, que poseen un toque que las hace inolvidables.