Sharon Stone es de las que se apuntan de cuando en cuando a las comedias menores. Una tigresa como ella, que desborda un sex-appeal mundialmente reconocido, que ha agitado los deseos de medio mundo luciendo su espléndido palmito y desparramando su aura de hembra peligrosa e insaciable... Resulta simpática cuando descansa de su etiqueta de femme fatale. Y hay que reconocerle que no lo hace mal cuando acepta personajes de rasgos cómicos. Su Hush Mason de "Beautiful Joe" tal vez no podría considerarse como un icono memorable, pero sí como uno de esos papeles que hacen escalar peldaños a una película del montón. Porque Stephen Metcalfe, para mí un completo desconocido, tuvo el acierto de atraer a una vampiresa especializada en thrillers eróticos y darle un aire de divertido y trágico desvalimiento. Pero atención también a otras dos figuras: Billy Connolly e Ian Holm. El buenazo de Joe, con su optimismo y su bondadosa visión de la vida, regala algo muy de agradecer: una ancha sonrisa de oreja a oreja que se nos queda en la cara. Y el contrapunto, el frío mafioso capaz de arrancarle a alguien el corazón sin inmutarse, que sin embargo se encuentra con una molesta astilla clavada en su dedo: un hombre que cree en la buena suerte y en la belleza de las cosas, pese a que está bastante jodido.
Una pequeña alegría sin más trascendencia para disfrutar en algún rato perdido, sonriendo con la bella, calamitosa, verborreica y tierna Stone, y el adorable Connolly.