A principios de los noventa, empezaron a emitir esta serie en el Canal Sur de Andalucía. Todas las tardes, a la hora de merendar, me plantaba con mis hermanos delante del televisor y pasaba un rato descacharrante de diversión y risas con una de las series más estrambóticas que recuerdo de aquellos años.
Ya desde el primer capítulo, supe que la serie iba a ser toda una experiencia. Con esa nave que por fuera se advertía vieja y deteriorada (no en vano llevaba tres millones de años vagando por el espacio), y ese ordenador central sarcástico, cachondo e ido de la olla que desde el principio nos daba una idea de lo que nos esperaba, el "Enano Rojo" inmediatamente se metió en mi bolsillo y se ganó un puesto de honor entre las series de mi vida.
Es más que evidente que el propósito de los creadores era divertirse creando una historia absurda, inteligente y gamberra que parodiase el explotado género de la ciencia-ficción y lo combinase agudamente con la comedia. Y a fe que los resultados fueron excelentes.
Si nos imaginamos una nave fantasma abanonada a su suerte, cuyos únicos tripulantes son un muchacho bohemio y desordenado, un holograma remilgado y estirado, un ser que es una especie de cruce entre humanos y gatos, un robot doméstico y un ordenador central que está como una regadera, entonces puede ocurrir cualquier cosa mientras la nave se desplaza realizando sorprendentes hallazgos por el universo, que llevarán a los protagonistas a pasar por muchas aventuras y situaciones cargadas de humorística imaginación, cruzándose con otros seres vivos y universos paralelos...
La mayor parte del tiempo transcurre en el interior del "Enano Rojo", y es digno de elogio el gran partido que los guionistas sacaron a los escasos personajes y a su interacción.
Una serie que nos habla del lado más chocante, simpático, desastroso e imaginativo de la especie humana, y de la inquietud por explorar lo desconocido sin perder nunca el sentido del humor ni olvidar las limitaciones ni las peculiaridades que tenemos.
Porque reírnos de nosotros mismos es a menudo la mejor terapia.