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Voto de Gunnar Hansen:
7
Acción. Drama Aunque Mike Terry (Ejiofor) es el instructor jefe de una academia de lucha, rechaza participar en competiciones profesionales porque las considera un síntoma de debilidad. Todo su interés se centra en adiestrar en el arte de la autodefensa a futuros guardaespaldas, policías y soldados. Su vida cambia por completo el día en que salva de una brutal paliza a Chet Frank (Tim Allen), un famoso actor del cine de acción que lo introduce en su ... [+]
4 de enero de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy yo demasiado fan de David Mamet. Tampoco, por el contrario, podría afirmar que sea detractor de su obra. Simple y llanamente, es un autor que me es indiferente, un creador que, en mi opinión, da una de cal y otras muchas de arena. Centrado en la escritura y, más ocasionalmente, en la dirección, sus películas terminan pasando sin pena ni gloria, desapercibidas en el caudaloso mainstream hollywoociense. De vez en cuando, alguna despunta con mayor fuerza aunque, eso sí, sin abandonar ese carácter minoritario que tiene en general toda su creación. Si Edmond o American Buffalo son dos pequeñas joyas (escasamente rutilantes entre los cegadores destellos de otras grandes firmas), dos piezas maestras de las que se podría afirmar que representan lo mejor de Mamet, otras muchas se pueden aducir como desastres o simples películas del montón, con ramplón espíritu comercial. Con estos precedentes, podréis comprender que no me emocioné al prepararme para ver Redbelt. Podría ser uno de esos esporádicos grandes momentos de su director/escritor o fácilmente pudiera resultar otro tedioso ejercicio de cine, previsible y fiel a los clichés de la industria norteamericana, de los que pueblan su filmografía.
Sin embargo, no es así. Cinturón Rojo es una pequeña gran obra, una película sencilla que narra de manera convincente una historia poco creíble. Y ahí radica su mejor acierto y es donde, según mi criterio, denota su valía: hacer que una historia inverosimil por sí misma, una historia que difícilmente podría ocurrir o parecer siquiera admisible, se nos presente como plausible y nos mantenga atrapados mientras se va tejiendo lentamente. Los personajes nos son cercanos, factibles, definidos y fieles a su idiosincrasia durante todo el metraje. Por otro lado, el mundo de las artes marciales nos es mostrado sin trampa ni cartón, sin grandes saltos ni acrobacias, sin desbocados movimientos a cámara rápida ni vuelos con patadas mortales a cámara lenta. La lucha es simplemente el telón de fondo que arropa a los personajes y sus circunstancias, el ornamento que vincula, acentúa y destaca la fuerza de las diferentes historias que la película nos presenta.
El argumento, centrado en torno al propietario de un gimnasio de artes marciales, nos habla más de la fidelidad a nuestros principios y a nosotros mismos, de la integridad ante la corrupción o de la entereza que hay que tener cuando todo nuestro mundo se derrumba que de lucha y violencia en sí. Es ante todo un guión humano que se desarrolla pausadamente, tomándose el tiempo necesario para madurar y concluir dejándonos con ganas de unos minutos más. Y esto último es más y mejor de lo que de muchas otras supuestamente grandes películas puede decirse.
Redbelt nos devuelve al Mamet creador de historias y perfiles humanos, ese Mamet que periódicamente aflora y da lo mejor de sí, al Mamet de Edmond o la ya mentada American Buffalo. Pese a mis reticencias, debo admitir que es más que recomendable.
Gunnar Hansen
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