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Voto de Servadac:
6
7.4
67,450
Ciencia ficción. Drama
Cuando naves extraterrestres comienzan a llegar a la Tierra, los altos mandos militares piden ayuda a una experta lingüista (Amy Adams) para intentar averiguar si los alienígenas vienen en son de paz o suponen una amenaza. Poco a poco la mujer intentará aprender a comunicarse con los extraños invasores, poseedores de un lenguaje propio, para dar con la verdadera y misteriosa razón de la visita extraterrestre... Adaptación del relato ... [+]
9 de diciembre de 2016
210 de 272 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dudo que ‘Arrival’ quede en los anales. Ni sus diálogos, ni alguna disonancia en sus efectos digitales, ni los caracteres retratados superarán la prueba del reloj. Aunque, quién sabe. Su baza principal está en el tono, azul, grisáceo y envolvente, que logra Villeuneuve con maestría.
“Ahí está la bestia” decía el personaje representado por Benicio del Toro en ‘Sicario’ (2015), refiriéndose a Juárez, ciudad-guarida de los narcos mexicanos. El plano –y su sonido sordo y ominoso– aún retumba en mis oídos como un zumbido de terror. El miedo, la extrañeza, lo ‘uncanny’ del universo de H.P. Lovecraft. ‘La parte de los crímenes’ de la monumental ‘2666’, obra definitiva de Roberto Bolaño. Lo oscuro y lo siniestro. La corriente subterránea del horror que aflora en todos esos cuerpos mutilados. Ese plano de Juárez, en ‘Sicario’, justifica por sí mismo el visionado de la cinta.
Lo equivalente a ese plano, en ‘La llegada’, es una sensación.
La película no escapa a los defectos del cine ‘mainstream’ norteamericano. El desempeño verbal de los “superprofesionales” irrita o da vergüenza ajena. Conversaciones de este palo:
EXPERTO MILITAR
Es usted la número uno en nuestra lista, pero si no descifra los borborigmos de la grabación en menos de treinta segundos, recurriremos al número dos. Y nada de trucos, sabemos que tradujo del farsi las palabras de un presunto terrorista islámico.
EXPERTA EN LINGÜÍSTICA
Pero es que yo estoy pez en borborigmos…
Por abreviar, diré que Louise (la experta número uno) sugiere al coronel que vaya a Berkeley y le pregunte al otro candidato –el número dos del 'ranking' de lingüistas– cómo se dice “paz” en lengua sánscrita (lo que dará ocasión a que se luzca cuando vuelvan a por ella). A saber qué resortes abrirá en la mente del espectador promedio en USA la palabra “sánscrito”; un sésamo, quizás, para descifradores desnortados.
Si Champollion levantara la cabeza…
[Aunque la calidad, en cine, no ha de ser fruto ni rehén de los meandros de la trama, prefiero proseguir en zona spoiler.]
“Ahí está la bestia” decía el personaje representado por Benicio del Toro en ‘Sicario’ (2015), refiriéndose a Juárez, ciudad-guarida de los narcos mexicanos. El plano –y su sonido sordo y ominoso– aún retumba en mis oídos como un zumbido de terror. El miedo, la extrañeza, lo ‘uncanny’ del universo de H.P. Lovecraft. ‘La parte de los crímenes’ de la monumental ‘2666’, obra definitiva de Roberto Bolaño. Lo oscuro y lo siniestro. La corriente subterránea del horror que aflora en todos esos cuerpos mutilados. Ese plano de Juárez, en ‘Sicario’, justifica por sí mismo el visionado de la cinta.
Lo equivalente a ese plano, en ‘La llegada’, es una sensación.
La película no escapa a los defectos del cine ‘mainstream’ norteamericano. El desempeño verbal de los “superprofesionales” irrita o da vergüenza ajena. Conversaciones de este palo:
EXPERTO MILITAR
Es usted la número uno en nuestra lista, pero si no descifra los borborigmos de la grabación en menos de treinta segundos, recurriremos al número dos. Y nada de trucos, sabemos que tradujo del farsi las palabras de un presunto terrorista islámico.
EXPERTA EN LINGÜÍSTICA
Pero es que yo estoy pez en borborigmos…
Por abreviar, diré que Louise (la experta número uno) sugiere al coronel que vaya a Berkeley y le pregunte al otro candidato –el número dos del 'ranking' de lingüistas– cómo se dice “paz” en lengua sánscrita (lo que dará ocasión a que se luzca cuando vuelvan a por ella). A saber qué resortes abrirá en la mente del espectador promedio en USA la palabra “sánscrito”; un sésamo, quizás, para descifradores desnortados.
Si Champollion levantara la cabeza…
[Aunque la calidad, en cine, no ha de ser fruto ni rehén de los meandros de la trama, prefiero proseguir en zona spoiler.]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Decía que lo mejor de ‘La llegada’ es una sensación: la del encuentro –mágico y temible– con lo desconocido. Sólo por el acercamiento y el contacto con la nave y sus dos alienígenas ya merece la pena pagar el precio de la entrada. El cine es el vehículo ideal para transmitir el magnetismo y la fascinación –visual, atmosférica y sonora– que podría producir una visita extraterrestre. Denis Villeneuve prepara el golpe con pericia: primero, el aula en la universidad, con apenas alumnos; luego, la noticia; el reclutamiento; el traslado hasta el “lugar”, tras enfundarse el traje claustrofóbico; el OVNI –de presencia imponente y misteriosa–; ya casi en la antesala, el juego con la gravedad (que da la medida del desarrollo tecnológico de la civilización visitante); el muro acristalado; la bruma blanca; los gruñidos, y, más adelante, los círculos de tinta…
La premura que quieren imprimir políticos y militares para descifrar el lenguaje extraterrestre es de un ridículo feroz. Lo del agente bobo de la CIA es ya mascota o mito nacional. Por no hablar del mensajito “Paolo Coelho” paz y amor con que culmina el argumento. No hay nada malo en ser afectivo y antibelicista, pero de ahí a creer que Winnie the Pooh o el pájaro Piolín pudieran ser los líderes mundiales del espíritu…
La idea de una escritura circular como fruto (u origen) de la no linealidad en la percepción del tiempo es excelente. Un tiempo percibido de forma más o menos simultánea, como una cuarta dimensión, en el que no hay propiamente ni pasado ni presente ni futuro, sino una suerte de tiempo-en-el-espacio. La vida como un cuadro en que uno puede pasear, sin rumbo definido, por los distintos momentos de su vida. Una vida en que, fatalmente, sabemos qué ha de acontecer en cada instante. ¿Si conocieras de antemano los pormenores de toda tu existencia, aún así la vivirías? La pregunta en sí carece de sentido. En tal forma de tiempo no existe la elección. Cualquier contestación sería una impostura, pues todo está fijado, hasta el más mínimo detalle. El doctor Manhattan –de ‘Watchmen’– estaba confinado en la omnisciencia temporal; pero, a diferencia de Louise, comprendió que las implicaciones filosóficas de un tiempo no lineal difícilmente pueden coexistir con la sensiblería.
Villeuneuve juega con la cronología para sorprender. Nos hace suponer que lo que vemos al principio (la muerte de la hija) es anterior a la llegada de las doce naves. Sin embargo, la voz ‘over’ ha de ser necesariamente intemporal (estaríamos autorizados a situarla en cualquier punto, puesto que la protagonista ha recibido el don del tiempo-idioma simultáneo). No sé si me convence la apuesta estructural de hacer que el hilo sean los fragmentos de una conversación-monólogo de Louise con (y acerca de) su hija, Hannah, cuyo nombre, un palíndromo, es ocurrencia que recuerda al no muy atinado 1 + 1 = 1 de ‘Incendies’ (2010). Doy por sentado que la voz y la forma narrativa provienen del relato de Ted Chiang, pero el cine no es literatura.
Las escenas madre-hija parecen rodadas por un Terrence Malick sucedáneo. Cursis, funcionales. Sin profundidad ni estrella.
El diseño de los heptápodos aprueba por los pelos. Imposible no pensar en un puchero transparente de calamares en su tinta. La atmósfera, no obstante, le gana el pulso al chascarrillo.
Pese a los figurantes de cartón, golpes de efecto y trucos de tahúr, la sensación de ese primer contacto perdura en mi memoria.
Tampoco olvidaré el maravilloso léxico de círculos.
Y es que, mientras el cine exista, no dejará de haber extraterrestres.
La premura que quieren imprimir políticos y militares para descifrar el lenguaje extraterrestre es de un ridículo feroz. Lo del agente bobo de la CIA es ya mascota o mito nacional. Por no hablar del mensajito “Paolo Coelho” paz y amor con que culmina el argumento. No hay nada malo en ser afectivo y antibelicista, pero de ahí a creer que Winnie the Pooh o el pájaro Piolín pudieran ser los líderes mundiales del espíritu…
La idea de una escritura circular como fruto (u origen) de la no linealidad en la percepción del tiempo es excelente. Un tiempo percibido de forma más o menos simultánea, como una cuarta dimensión, en el que no hay propiamente ni pasado ni presente ni futuro, sino una suerte de tiempo-en-el-espacio. La vida como un cuadro en que uno puede pasear, sin rumbo definido, por los distintos momentos de su vida. Una vida en que, fatalmente, sabemos qué ha de acontecer en cada instante. ¿Si conocieras de antemano los pormenores de toda tu existencia, aún así la vivirías? La pregunta en sí carece de sentido. En tal forma de tiempo no existe la elección. Cualquier contestación sería una impostura, pues todo está fijado, hasta el más mínimo detalle. El doctor Manhattan –de ‘Watchmen’– estaba confinado en la omnisciencia temporal; pero, a diferencia de Louise, comprendió que las implicaciones filosóficas de un tiempo no lineal difícilmente pueden coexistir con la sensiblería.
Villeuneuve juega con la cronología para sorprender. Nos hace suponer que lo que vemos al principio (la muerte de la hija) es anterior a la llegada de las doce naves. Sin embargo, la voz ‘over’ ha de ser necesariamente intemporal (estaríamos autorizados a situarla en cualquier punto, puesto que la protagonista ha recibido el don del tiempo-idioma simultáneo). No sé si me convence la apuesta estructural de hacer que el hilo sean los fragmentos de una conversación-monólogo de Louise con (y acerca de) su hija, Hannah, cuyo nombre, un palíndromo, es ocurrencia que recuerda al no muy atinado 1 + 1 = 1 de ‘Incendies’ (2010). Doy por sentado que la voz y la forma narrativa provienen del relato de Ted Chiang, pero el cine no es literatura.
Las escenas madre-hija parecen rodadas por un Terrence Malick sucedáneo. Cursis, funcionales. Sin profundidad ni estrella.
El diseño de los heptápodos aprueba por los pelos. Imposible no pensar en un puchero transparente de calamares en su tinta. La atmósfera, no obstante, le gana el pulso al chascarrillo.
Pese a los figurantes de cartón, golpes de efecto y trucos de tahúr, la sensación de ese primer contacto perdura en mi memoria.
Tampoco olvidaré el maravilloso léxico de círculos.
Y es que, mientras el cine exista, no dejará de haber extraterrestres.