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Voto de Servadac:
8
6.7
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Drama
En un remoto valle de Islandia, dos hermanos que no se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir fuerzas para salvar su bien más preciado: su rebaño de carneros. (FILMAFFINITY)
15 de noviembre de 2015
86 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el principio era una alambrada. Dos campos, dos hermanos, mil ovejas.
Y el silencio.
Un travelling lateral traspasa la frontera. Gummi entra en territorio Kiddi para socorrer a uno de los animales de su hermano. Ese movimiento de la cámara contiene –como en un fractal de puro cine– la película entera.
Como en ‘Una historia verdadera’, se desconoce –o apenas se intuye– la razón de la manifiesta hostilidad entre los hermanos.
Como en ‘Una historia verdadera’, la cinta avanza a ritmo de quad, excavadora o cortacésped.
En el corazón desértico de Europa, el humor islandés florece entre carneros.
El llanto, muy dosificado y bien medido, establece hermosas simetrías (*).
‘Rams’ es un cuento que aúna el drama y la comedia en el confín del mundo occidental. Una historia mínima y pequeña de supervivencia, estirpes ovinas y lazos familiares. Resulta muy sencillo encariñarse con esos islandeses tozudos y barbados cuyos nombres evocan leyendas de duendes ancestrales y enanos Tolkien de tierras congeladas.
Conmueve y da esperanza que, en el seno de una sociedad global aséptica, fugaz e inmersa en relaciones altamente virtuales (muy pronto haremos el amor en cápsulas de plástico envasadas al vacío), subsistan lugares como ‘Rams’.
Un lugar en que lo físico (el lomo y las lanas de un carnero; el cuerpo desnudo de un hermano; el heno a borbotones) es palpable, sin látex de por medio. Un lugar en que se escribe a mano y un perro es el e-mail. Un lugar de riñas y querencias que desafían al espíritu del tiempo.
Un hermoso lugar en extinción.
Y el silencio.
Un travelling lateral traspasa la frontera. Gummi entra en territorio Kiddi para socorrer a uno de los animales de su hermano. Ese movimiento de la cámara contiene –como en un fractal de puro cine– la película entera.
Como en ‘Una historia verdadera’, se desconoce –o apenas se intuye– la razón de la manifiesta hostilidad entre los hermanos.
Como en ‘Una historia verdadera’, la cinta avanza a ritmo de quad, excavadora o cortacésped.
En el corazón desértico de Europa, el humor islandés florece entre carneros.
El llanto, muy dosificado y bien medido, establece hermosas simetrías (*).
‘Rams’ es un cuento que aúna el drama y la comedia en el confín del mundo occidental. Una historia mínima y pequeña de supervivencia, estirpes ovinas y lazos familiares. Resulta muy sencillo encariñarse con esos islandeses tozudos y barbados cuyos nombres evocan leyendas de duendes ancestrales y enanos Tolkien de tierras congeladas.
Conmueve y da esperanza que, en el seno de una sociedad global aséptica, fugaz e inmersa en relaciones altamente virtuales (muy pronto haremos el amor en cápsulas de plástico envasadas al vacío), subsistan lugares como ‘Rams’.
Un lugar en que lo físico (el lomo y las lanas de un carnero; el cuerpo desnudo de un hermano; el heno a borbotones) es palpable, sin látex de por medio. Un lugar en que se escribe a mano y un perro es el e-mail. Un lugar de riñas y querencias que desafían al espíritu del tiempo.
Un hermoso lugar en extinción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
(*) Gummi llora, desconsoladamente, después de haber sacrificado, con sus propias manos y una a una, a sus ovejas. Su llanto se confunde con la sangre y el agua del lavabo. El plano del establo y los cadáveres, blanquísimos, es sobrecogedor.
El acto de Gummi es el de un rey pastor e inteligente; el sacrificio es el preludio de la salvación para la raza mítica de ovejas que han criado en ese valle desde tiempo inmemorial.
Kiddi llora, desconsoladamente, después de excavar un agujero para tratar de salvar la vida de su hermano –que, previamente, le había rescatado a él en innumerables ocasiones–. No sabemos si Gummi llegará a ser consciente de ese gesto. Poco importa, este valle de cine no se rige por las apariencias. La desnudez de los cuerpos, fundidos en un abrazo a vida o muerte, suprime la alambrada del inicio. Después de un plano así, ¿qué sentido tendría haber rodado un desenlace?
El acto de Gummi es el de un rey pastor e inteligente; el sacrificio es el preludio de la salvación para la raza mítica de ovejas que han criado en ese valle desde tiempo inmemorial.
Kiddi llora, desconsoladamente, después de excavar un agujero para tratar de salvar la vida de su hermano –que, previamente, le había rescatado a él en innumerables ocasiones–. No sabemos si Gummi llegará a ser consciente de ese gesto. Poco importa, este valle de cine no se rige por las apariencias. La desnudez de los cuerpos, fundidos en un abrazo a vida o muerte, suprime la alambrada del inicio. Después de un plano así, ¿qué sentido tendría haber rodado un desenlace?