El título no deja mucho lugar a la imaginación. Las cosas claras.

Un técnico de laboratorio (Victor Buono) se dedica a estrangular a las féminas que se le cruzan por el camino, sin razón aparente. Es metódico y frío como un témpano, no transmite ningún tipo de emoción. Su madre (Ellen Corby), ingresada en un hospital, lo castiga moral y emocionalmente, considerándolo poco menos que un desecho social.

Burt Topper da un enfoque patológico al concepto de asesino en serie intentando bucear en el origen de su psicología, trasmitiendo la idea de que el problema reside en una madre sobreprotectora. Esa educación ha dado lugar a una persona profundamente marcada y acomplejada, cuyos abominables actos le suponen una válvula de escape que hacen su triste vida más llevadera. Victor Buono transmite esa calma y frialdad de manera excelente, ayudado por una dirección más que aceptable de Burt Topper.

Es inevitable recordar los efectos terribles de otras célebres madres sobreprotectoras sobre sus hijos: “Carrie” (1976) y, especialmente, “Psicosis” (1960), de la que parece beber sutilmente el filme que nos ocupa.

Otra muy buena película a descubrir.