Una de las mejores películas españolas de ese año, que como es lógico y natural fue escandalosamente obviada en el reparto y catálogo de premios de rigor. Esto resulta particularmente sangrante, pues resulta que esta película, un paso adelante decidido y muy conseguido de su director, alcanzó mucha menos repercusión que su primera y aceptable película ("La flaqueza del bolchevique").
Martín Cuenca encuentra en todo momento el tono, el pulso y la atmósfera para transmitir las sensaciones de los personajes en estas historias cruzadas en las que estos seres humanos están pasando por difíciles situaciones, ánimos bajos, frustraciones varias, malas temporadas, en fin. La lectura final es que todo pasa y estas temporadas también, y que en la encrucijada de caminos que es la vida siempre hay una opción que nos puede hacer remontar el vuelo, solos o acompañados.
Muy bien interpretada por un reparto que transmite sinceridad y emoción con sus silencios, sus miradas, sus palabras, sus problemas.

P.D.: Otro ejemplo más de como el cine español se fustiga a sí mismo, obviando notables obras cinematográficas llenas de sentido común como esta, mientras alaba astracanadas varias de fuera o medianías propias. Adelante, adelante, sigan por ese camino...