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Voto de vitroxbh:
8
6.2
1,969
Drama
Sarah es una astronauta francesa que se entrena en la Agencia Espacial Europea en Colonia. Es la única mujer dentro del exigente programa. Vive sola con Stella, su hija de siete años. Sarah se siente culpable por no poder pasar más tiempo con la niña. Su amor es abrumador, inquietante. Cuando Sarah es elegida para formar parte de la tripulación de una misión espacial de un año de duración llamada Proxima, se produce un distanciamiento ... [+]
26 de abril de 2020
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Termina la película y me es inevitable reprimir cierta risa interior y socarrona: pienso en la cósmica decepción que debe suponer Proxima para aquel fan acérrimo de la sci-fi que, todavía sin haberse recuperado del chasco que le supuso Ad Adstra, decide darle al play al tercer filme de Alice Winocour con afán (o intención terapéutica) de aventuras siderales y hazañas interplanetarias. No le culpo; todos hemos sido víctimas de las falsas promesas de la publicidad en algún momento u otro de nuestras vidas.
Proxima, la última ganadora del Premio Especial del Jurado de San Sebastián, nos cuenta la historia de Sarah y de su dilema esencial. Por un lado es la astronauta implacable que se entrena para el acontecimiento más importante de su carrera profesional: una misión tripulada con destino a Marte. Por otro, es la madre (divorciada) protectora de Stella, de apenas siete años, con la que siente un fuerte vínculo emocional. La preocupación y la angustia de Sarah viene, pues, tanto por tener que despedirse de su hija por un largo período de tiempo (quizá indefinido) como por los efectos que su ausencia puede causar en el crecimiento de la cría. Sentimientos de culpabilidad en forma de pensamientos amenazantes para renunciar a la misión y cuidar de ella seguro que se le pasarán por la cabeza, pero no dará un brazo a torcer tan fácilmente. Es un personaje complejo, profundo y con multitud de aristas e inquietudes verosímiles. Hace que la recodificación del mito del cowboy en astronauta parezca una tendencia pasadísima de moda. A años luz quedan, en cuanto al planteamiento paradójicamente terrenal de Proxima, los Gravity, Interstellar, The Martian y compañía.
Aunque la disyuntiva profesión–vida personal ya ha sido abordada en el cine (así de sopetón me viene a la cabeza la celebrada filmografía de Damien Chazelle), la película de Winocour viene con un valor añadido: además del sentido más estrictamente literal de la cinta (la escisión maternofilial) Proxima ofrece una precisa lectura de enclave de género. Muy evidente, sí, pero no por ello menos interesante. Es en esta representación no-sutil pero tampoco exagerada del patriarcado dónde la directora se luce, exponiendo muy acertadamente cómo las estructuras de poder siguen siendo eminentemente masculinas incluso en una cuna del “avance” (tecnológico) como lo es un centro espacial. Es cierto que hay algún que otro chascarrillo quizá demasiado expreso en el primer tramo del filme (especialmente de la mano del personaje de Matt Dillon), pero en general la cineasta se desenvuelve de forma ágil para retratar la violencia estructural de la que es víctima la protagonista.
(sigo en spoilers porque comento un par de aspectos concretos de la trama)
Proxima, la última ganadora del Premio Especial del Jurado de San Sebastián, nos cuenta la historia de Sarah y de su dilema esencial. Por un lado es la astronauta implacable que se entrena para el acontecimiento más importante de su carrera profesional: una misión tripulada con destino a Marte. Por otro, es la madre (divorciada) protectora de Stella, de apenas siete años, con la que siente un fuerte vínculo emocional. La preocupación y la angustia de Sarah viene, pues, tanto por tener que despedirse de su hija por un largo período de tiempo (quizá indefinido) como por los efectos que su ausencia puede causar en el crecimiento de la cría. Sentimientos de culpabilidad en forma de pensamientos amenazantes para renunciar a la misión y cuidar de ella seguro que se le pasarán por la cabeza, pero no dará un brazo a torcer tan fácilmente. Es un personaje complejo, profundo y con multitud de aristas e inquietudes verosímiles. Hace que la recodificación del mito del cowboy en astronauta parezca una tendencia pasadísima de moda. A años luz quedan, en cuanto al planteamiento paradójicamente terrenal de Proxima, los Gravity, Interstellar, The Martian y compañía.
Aunque la disyuntiva profesión–vida personal ya ha sido abordada en el cine (así de sopetón me viene a la cabeza la celebrada filmografía de Damien Chazelle), la película de Winocour viene con un valor añadido: además del sentido más estrictamente literal de la cinta (la escisión maternofilial) Proxima ofrece una precisa lectura de enclave de género. Muy evidente, sí, pero no por ello menos interesante. Es en esta representación no-sutil pero tampoco exagerada del patriarcado dónde la directora se luce, exponiendo muy acertadamente cómo las estructuras de poder siguen siendo eminentemente masculinas incluso en una cuna del “avance” (tecnológico) como lo es un centro espacial. Es cierto que hay algún que otro chascarrillo quizá demasiado expreso en el primer tramo del filme (especialmente de la mano del personaje de Matt Dillon), pero en general la cineasta se desenvuelve de forma ágil para retratar la violencia estructural de la que es víctima la protagonista.
(sigo en spoilers porque comento un par de aspectos concretos de la trama)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me gustan especialmente dos situaciones: una es la fase inicial de los entrenamientos, donde vemos, primero, cómo Sarah es desvirtuada por sus compañeros masculinos. Le recomiendan que opte por un plan de ejercicio más light (sin tener siquiera idea de sus capacidades físicas) y se atreven incluso a tildarla de “turista espacial”. A raíz de esta situación desagradable, notamos cómo se ve obligada a esforzarse más que Mike y Anton en los ejercicios, solo para demostrar que es tan o más válida que ellos cuando, sobre el papel, todos están igual de bien preparados. Conforme avance la película y aumente la confianza entre los tres astronautas ambos recapacitarán sobre su postura sexista, pero no sin el sobreesfuerzo inicial de Sarah por el simple hecho de ser mujer, que ya ha quedado patente. Este mini-arco evolutivo de los personajes secundarios es un claro ejemplo de la madurez de la realizadora, al igual que lo es la confección del personaje del padre (altamente comprensivo con la situación y dispuesto a colaborar), al no incrustarlos en simples obstáculos-cliché para la protagonista.
La segunda situación que he encontrado tremendamente acertada es más bien un detalle sutil (de hecho es una línea de diálogo) pero afiladamente perspicaz. Tiene lugar incluso antes que los entrenamientos, cuando Sarah llega por primera vez a Star City y una mujer le hace un pequeño tour por las instalaciones. En un momento dado, la madre de Stella se queda parada delante de la foto de una astronauta (Tereshkova) y la anfitriona le explica que un cráter de la Luna fue bautizado en honor a ella, pero que es uno de los de su cara oculta. Perfecta metáfora de la poca visibilidad femenina en lo que a materia espacial se refiere. La directora nos deja claras las diferencias entre ser un astronauta y ser una astronauta.
En cuanto a lo visual creo que es clave que la película sea europea y no norteamericana. Principalmente por la contención formal, en tanto que poco espectacular, que exigen los presupuestos del Viejo Continente frente a los de los yanquis. Esto se traduce en, probablemente, localizaciones reales antes que en grandes decorados de estudio. La central espacial de Proxima, sin ir más lejos, no es para nada de diseño futurista, ni flashy, ni siquiera parece moderna. Es, por el contrario, de un realismo y una austeridad que desarman. Todo parece plausible y rotundamente veraz. El apartado estético de la película consigue que se sienta sumamente cercana, y que la emoción se genere desde los propios personajes y no tanto por el uso de recursos formales impositivos.
Con todo, la coguionista de la aclamada Mustang logra no caer en el melodrama excesivo ni en el panfleto maniqueo. A caballo entre la emotividad y la denuncia (o más bien, la exposición), erige un homenaje ya no solo a las mujeres-madres-astronautas que se explicitan en los créditos, sino a todas aquellas mujeres que se ven o han visto obligadas a decidir entre su maternidad y su vocación profesional. Una reflexión, al fin y al cabo, sobre un sentimiento de culpa autoimpuesto que las hace creer válidas solo en sus roles maternales.
Un grito sin alzar la voz.
La segunda situación que he encontrado tremendamente acertada es más bien un detalle sutil (de hecho es una línea de diálogo) pero afiladamente perspicaz. Tiene lugar incluso antes que los entrenamientos, cuando Sarah llega por primera vez a Star City y una mujer le hace un pequeño tour por las instalaciones. En un momento dado, la madre de Stella se queda parada delante de la foto de una astronauta (Tereshkova) y la anfitriona le explica que un cráter de la Luna fue bautizado en honor a ella, pero que es uno de los de su cara oculta. Perfecta metáfora de la poca visibilidad femenina en lo que a materia espacial se refiere. La directora nos deja claras las diferencias entre ser un astronauta y ser una astronauta.
En cuanto a lo visual creo que es clave que la película sea europea y no norteamericana. Principalmente por la contención formal, en tanto que poco espectacular, que exigen los presupuestos del Viejo Continente frente a los de los yanquis. Esto se traduce en, probablemente, localizaciones reales antes que en grandes decorados de estudio. La central espacial de Proxima, sin ir más lejos, no es para nada de diseño futurista, ni flashy, ni siquiera parece moderna. Es, por el contrario, de un realismo y una austeridad que desarman. Todo parece plausible y rotundamente veraz. El apartado estético de la película consigue que se sienta sumamente cercana, y que la emoción se genere desde los propios personajes y no tanto por el uso de recursos formales impositivos.
Con todo, la coguionista de la aclamada Mustang logra no caer en el melodrama excesivo ni en el panfleto maniqueo. A caballo entre la emotividad y la denuncia (o más bien, la exposición), erige un homenaje ya no solo a las mujeres-madres-astronautas que se explicitan en los créditos, sino a todas aquellas mujeres que se ven o han visto obligadas a decidir entre su maternidad y su vocación profesional. Una reflexión, al fin y al cabo, sobre un sentimiento de culpa autoimpuesto que las hace creer válidas solo en sus roles maternales.
Un grito sin alzar la voz.