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Argentina Argentina · Pigüé
Críticas de Karenet
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de octubre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sucede con un mentalista luego de sus quince minutos de fama? ¿Cómo aceptar que ya no son los escenarios de Las Vegas ni el programa Saturday Night Show los que lo convocan? Sólo los pequeños teatros de pueblos perdidos en el interior del país aguardan sus presentaciones con el entusiasmo que conservan sus habitantes, únicos seguidores fieles de su ya apagada estrella. En efecto, los días de gloria han quedado atrás. Todos lo saben. Su manager lo sabe y se conforma con contratos menores en lugares ignotos. Su asistente, joven protagonista de la historia, también lo sabe pero siente una especie de fascinación por ese hombre egocéntrico e irascible, que no hace nada por provocar empatía y que sin embargo irradia una energía especial que lo salva del patetismo. Es que Buck Howard no asume que su carrera ha terminado. Que el show business ya lo ha consumido y descartado. Que ya no interesa.
Es su lucha por “el gran regreso” la que lo obsesiona. Volver a las ligas mayores, a los escenarios más exigentes. El espectador sigue la historia desde el punto de vista del asistente, quien a medida que avanza la película va descubriendo las mezquindades y miserias humanas que existen en el mundo del espectáculo, donde se confunden los límites entre mentira, realidad, ilusionismo, talento, magia, dinero, poder y vigencia.
Se trata de una película pequeña, que se agiganta con la excelente actuación de John Malkovich que interpreta de manera impecable a este excéntrico mentalista logrando hacer creíble su personaje.
Que el protagonista sea el hijo de Tom Hanks en la vida real y que el mismo haga una pequeña aparición interpretando justamente el papel de padre es solo un guiño para el público.
Lo que hace interesante el filme es la cantidad de preguntas que obliga al espectador a plantearse. ¿Quién es en realidad Buck Howard? ¿Un mentalista excepcional o un charlatán que sigue repitiendo un guión ya agotado? ¿Puede volver a los primeros planos? ¿Tiene sentido ese regreso? Luego de haber vivido años de esplendor y años de oscuridad, adónde pertenece realmente este hombre? La pregunta es tan difícil de responder como la clásica duda que se plantea cuando vemos a alguien que transitando su adultez decide emprender la búsqueda de la primer novia de su adolescencia. Cada cual tendrá su respuesta.
Karenet
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8
9 de abril de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos horas cuarenta y tres minutos. O entras en La Zona con Tarkovski o abandonas el plan de verla y te vas a hacer otra cosa. Entre las cosas que quedan claras de entrada, que no son muchas, está la convicción de que no hay un solo plano ni un detalle librado al azar. Tarkovski sabe lo que quiere contar y sabe cómo quiere hacerlo. La estética sórdida de la vida cotidiana en el pueblo produce inmediatamente una sensación de angustia y opresión que el protagonista pone en palabras al decirle a su esposa “allí adonde miro veo una cárcel”. Lo más parecido a la libertad y a la felicidad que conoce es su trabajo de Stalker. Sólo en La Zona, guiando gente, siente que su vida tiene algún sentido. La película relata un viaje. El viaje de un guía, un científico y un escritor a una zona de entrada prohibida por el gobierno y donde se supone que la naturaleza se comporta de manera imprevisible y existe un edificio abandonado con una habitación especial. Los deseos más profundos y verdaderos de quienes ingresan allí se cumplen. No los que la persona manifieste sino los que su esencia realmente expresa. Los guías/stalkers no deben entrar a la Habitación ni ingresar a la zona con propósitos oscuros. Ese viaje es retratado con tal profundidad que puede apreciarse desde varios puntos de vista: fáctico, psicológico y metafísico. Y como todo viaje que se precie, este también es iniciático. Un doble viaje hacia el exterior y hacia el interior. Cada uno de los tres protagonistas emprende “el camino del Héroe”, la historia más vieja y más repetida desde el comienzo de la humanidad. Literatura, mitología, religión, todas se han referido al viaje que el protagonista emprende como una aventura y que lo lleva a enfrentar enemigos, superar obstáculos, aprender, superarse y transformarse en otra persona diferente de la que era al inicio. El viaje no es tampoco un camino de santificación sino de autoconocimiento, de ver la propia oscuridad e integrarla para lograr un crecimiento sincero.
Los personajes son arquetípicos: no tienen nombre y encarnan las características de sus profesiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Karenet
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7
11 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Herzog apuesta fuerte. Como suele hacer. El resultado de esa apuesta es dudoso. La mayoría de la crítica y del público consideran que, como en la anécdota del japonés relatada por el Conde Helldorf, la ruleta se detuvo en el color de la derrota. No lo creo. La película cumple decorosamente con las expectativas que razonablemente genera. Los que se consideran defraudados presumiblemente han malentendido el camino que eligió transitar el director. Si bien la cinta se basa en personajes y hechos reales, la intención no es mostrar los orígenes del nazismo ni retratar la sociedad germana en épocas de la República de Weimar. De allí que no corresponda analizar supuestos errores históricos. La situación histórica y las personas involucradas en el argumento son sólo elementos interesantes, presentados con cierta libertad artística, que le dan una mezcla adicional de familiaridad y a su vez de dramatismo al espectador. La verdadera historia es otra. Es la que mejor conoce Herzog y sobre la que ya ha reflexionado en películas previas. Es la historia de un ser excepcional –en este caso por su fuerza física- que se destaca en cualquier ambiente, aún contra su voluntad, y que busca su lugar. Una búsqueda para la cual no está preparado intelectualmente y que debe llevar adelante sin más herramientas que su honestidad y su intuición así como un gran corazón. Como Kaspar Hauser. Un ser puro tratando de integrarse a una sociedad que sólo lo acepta en cuanto fenómeno de feria. El gran planteo de la película es un tópico universal: Resistencia vs. Asimilación. La identidad. La cuestión se verbaliza en una conversación entre Hanussen y Zishe pero sobrevuela toda la película. El hecho de trabajar con actores no profesionales pero sí expertos en las actividades que deben desarrollar en pantalla es una decisión polémica, característica de Herzog. El protagonista de “El enigma de Kaspar Hauser” era un hombre abandonado a los tres años, que pasó toda su vida en un orfanato, no un actor profesional. El joven Zishe es un fisicoculturista llamado Jouko Ahola ganador de la competencia El hombre más fuerte del Mundo en dos oportunidades y la figura femenina, es una famosa pianista en la vida real. Esto puede traducirse en una cierta limitación actoral evidente en las escenas dramáticas, sobre todo cuando los amateurs interactúan con el talentosísimo Tim Roth, pero no necesariamente provoca un daño a la película. En el caso de Jouko Ahola su extrañeza, sus frases toscamente recitadas y su evidente incomodidad terminan resaltando las características que realmente corresponden a su personaje. Zishe está tan fuera de lugar en el Berlín de 1932 como Ahola en el set de filmación. La torpeza real del improvisado actor es la que corresponde que muestre el personaje. La elección de Herzog funciona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Karenet
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