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Críticas de Orlando Tirapu
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de mayo de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comprometido y descorazonador retrato de una pareja en el apogeo de una crisis afectiva y comunicativa. Antonioni, fiel a su trazo característico de corte existencialista, encarna en “La Noche”, dos de los temas que más le conmueven: El vacío conyugal y la contante busqueda de respuestas de plano emotivo/sentimental.
Una película en búsqueda constante de la perfección. Los silencios cobran excelso protagonismo muy por encima de los diálogos. Estos, tortuosos por momentos, abren el juego de las miradas y las pulsiones contenidas para dar pie, a un profundo simbolismo recurrente en la filmografía Antoniniana.
Pero es que estamos ante una de las cumbres de Antonioni. El libro, repasa no solamente el tedio matrimonial devastado por la rutina, sino que también, se toma parte a la disimulada crítica burguesa de los años 50. Al mismo tiempo, los protagonistas comparten un enfermizo deseo de sentirse traicionados sentimentalmente el uno al otro y en cierta forma se confabulan en forma tácita para que esto suceda.
Otro de los aspectos que hacen de “La Noche” una película indispensable, resultan ser aquellos factores concomitantes alrededor de la pareja como eje protagónico de la película. Me refiero a la gama de personajes y objetos que percuden indirectamente en la pareja, como así también aquellos que disparan directamente en el vínculo conyugal, que, herido de muerte encuentra la agonía personificada en 24 horas en la vida de Giovanni Pontano (Mastroianni) y Lidia (Moreau).
Este “hombre débil” es invitado por su propia mujer al encuentro de otra (de 22 años), en el marco de una fiesta insulsa y vacía por donde se la mire. De esa bandada de “buitres” emerge solemne la figura de Vitti, (magistralmente retratada por Antonioni apoyada al marco de una entrada). Esta obnubila a nuestro conflictuado protagonista quien a estas alturas está probablemente entregado a la derrota de un irremediable presente.
La otra cara de la tribulación está simbolizada en la paseo a pie de Lidia camino al lugar donde comienza esta desgastada historia de amor. En el trascurso, se encuentra con sobrecargados elementos que simbolizan situaciones en las que Lidia se ve reflejada (Ej., la niña llorando y no encuentra consuelo).
Casi dos horas de metraje pesimista, pausado y entristecedor al estilo de Antonioni, construyen el muro de aislamiento al que las personas se someten, sean de la clase social que sean, sean del sexo que sean y profesen el credo que sea. Antonioni enlaza una serie de relaciones interpersonales mutiladas por el desasosiego del hombre moderno y de la sociedad en la que este vive y convive, en donde los espacios para el amor y la familia son cada vez más acotados. Como Antonius Block lo hace en un juego de ajedrez, Giovanni busca respuestas a las preguntas claves de la vida, el amor y la felicidad pero, en el espacio de la vida nupcial.
Orlando Tirapu
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9
13 de abril de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oda a la soledad

Bergman, fiel a su impronta perversa de dirigir películas, nos conduce con “El Silencio” a escenarios en donde las pulsiones humanas fluyen sin restricciones. El marco teórico de la obra, una ves más, encierra una densa gamma de tópicos referidos a la psicología del ser humano despojado de la protección divina. La soledad, los vacíos comunicacionales, la tensión sexual, la levedad familiar y la humillación entre otros, son solo algunos de los muchos aspectos analizables en El Silencio.
El director propone un juego de a tres: Una serie de intercambios enfermizos entre dos hermanas que se litigan mucho más que el amor de un niño, sino también el recelo acumulado a lo largo de sus grises vidas. Un mal viaje hacia un lugar extraño en el amplio sentido del calificativo, establece un marco ideal para que los personajes desnuden sus amargados espectros que tienen por alma. El vértice más deleznable de este triangulo, es un conflictuado niño que, aislado su propia niñez, busca la contención en grotescos personajes a lo largo de la película. A eso le sumamos el conflicto comunicacional que además de representar la complejidad del lenguaje, apunta también la búsqueda de respuestas en lugares equivocados, elevado al plano de los semejantes y de nosotros mismos que en ocasiones no entendemos nuestros propios códigos.

Una gran apuesta fotográfica (Sven Nykvist-B/N) al unísono con sombras y escenarios opacos parecería ser indispensablemente adaptable a un guíon de características similares. La performance de los artistas es discutible, pero siempre teniendo en cuenta la manipulación de los mismos por parte del director, es decir de sus caprichos. Aun así, creo que la labor actoral es aceptable aunque no se trate de materia destacable.

De todos modos, la película podría resultar un arma de doble filo, de acuerdo a la múltiple variedad de potenciales espectadores. Los amantes del cine que trasciende la norma del ser humano representado amamos esta película y la consideramos pieza clave del cine conceptual y psicológico. Pero si la intencionalidad de la persona ante “el silencio” busca la precipitación y la sorpresa, están por demás equivocados.

Trascender de fondo el plano viceral de la persona atravesando todo límite es el silencio de Bergman, que sin decir mucho dice todo aunque no lo queramos escuchar como también sucede en “Gritos y Susurros” otra pieza fundamental de la vasta filmografía bergmaniana.
Orlando Tirapu
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9
13 de agosto de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El fascinante mundo de Alana o cómo desnarrar una comedia romántica

Del creador de Magnolia llega esta joya del cine arte contemporáneo. Ambientada a principio de los 80 en Encino, un tradicional pueblo californiano en el que prevalecen los valores familiares por sobre los demás, esta película tiene la particularidad de desnarrar la historia, para darle paso a lo verdaderamente importante: el estudio de los personajes, las relaciones humanas, los prejuicios y la reinvención de uno mismo frente a las adversidades.
Alana Haim de 28 o (25 años) interpreta a su homónima Alana y lidera el protagónico en el rol de una mujer fuerte, creativa, intempestiva y determinada. Agobiada por hastío que le presenta la realidad de una familia judía ortodoxa, nuestra protagonista se desenvuelve con soltura sobre un guion ajustado y adaptado a lo que parece ser una comedia romántica, pero en realidad es mucho más que eso.

Con el transcurso de los minutos, la trama nos invita ser testigos visuales en la gestación de un vínculo fuera de lugar, pero que encaja perfectamente en el marco de la circunstancia. Gary Valentine, un intrépido adolescente con habilidad para los negocios y la actuación se enamora de una mujer 13 años mayor, Alana Kein.

La personalidad avasallante del talentoso muchacho hace que se "descuente" o se "desnarre" el argumento primal. Es que Licorice Pizza no pretende contar historias sino más bien descontarlas. No es tan importante "lo que sucede" como las reacciones de los personajes frente a lo que sucede. De esta forma la historia se permite tomar giros inesperados y también se da el lujo de dejar historias por la mitad para darle paso al verdadero objetivo: entender que no todo es como parece y que los laberintos del romance pueden ser tan sinuosos como atractivos.

Punto aparte para hablar de los cameos que tienen Sean Penn, Bradley Cooper y Tom Waits que le sirven a la trama como ejes argumentales de la locura y también desarrollan contexto en el plano onírico aunque siempre con los pies sobre la tierra.

En líneas generales las actuaciones son estupendas, sin sobresaltos y se complementan con un destacable trabajo de vestuario, iluminación y montaje que se prestan al servicio de contar una historia sin resolver más que las reacciones sobre la base psicológica de los personajes.

La fotografía (realizada por el mismo Anderson) es maravillosa. Gran uso del incandescente, notable labor en el uso del contraluz (nunca vi algo así desde Tony Richarson o la Nouvelle Vague).
La música, a cargo del guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood también abonan la teoría de que los contextos pueden ser secundarios, los momentos pueden ser grabados en el filo del tiempo, pero son las melodías los verdaderos puentes de conexión emocional.

¡Me encantó! 9 puntos, teniendo en cuenta que Magnolia es un 10.
Orlando Tirapu
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9
17 de junio de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretencioso largometraje del nonagenario director portugués, en el cual, se realiza un profundo estudio en base al tiempo, sus perspectivas imaginarias y la reconstrucción textual de un pasado pantanoso.
La película, es una librada batalla entre texto e imagen, en aras de prevalecer, sobre una trama de ires y venires. De Oliveira, encuentra en su propia historia la facilidad retórica para analizar un pasado anecdotario en la pendiente de su vida y su carrera.
La simpleza de la historia y los textos cuidadosamente trabajados, colaboran ampliamente en la reconstrucción de un pasado que no vemos pero sí entendemos. No olvidemos: los patrones del paso del tiempo, las recurrentes analogías y la galantería de “frases de mármol”, aspectos que ayudan también a achicar el margen entre ayer y hoy.
Bellísimos escenarios peninsulares, por momentos, se presentan espolvoreados por tormentosos acordes de piano y violín a favor de dar antesala imprecisa a los sucesos nostalgiados. De una forma u otra, De Oliveira, intenta recordarnos que los momentos atravesados por la flecha silenciosa del tiempo, atrás quedaron. Ni siquiera la suntuosidad de la palabra puede recrear momentos de substancial impacto de los días que dejamos.
Aun así, el fervor del lenguaje permite reimaginar y redescubrir situaciones pasadas, en el presente, pero desde su escencia y no, desde la corteza.
“Viaje al Principio del Mundo”, es el manifiesto de que tiempo y distancia están por encima de todas las cosas, incluso de las fronteras de la lengua, y la palabra es el vehiculo para lograrlo.
En cierta forma, los espacios aquí representados permanecerán casi auténticos a través del paso del tiempo. Lo que cambian, son las cáscaras, los envases, nosotros mismos.
De Oliveira, una vez más, nos traslada a un planeta en el que la sensación de tiempo pierde sentido en su concepción humana.
Nota: Más allá de toda pincelada de corte historicista, De Oliveira se permite reflejar la idea de atesorar los momentos perdidos y aprovechar los vividos. Tarea fácil resultare al utilizar a un enternecedor Mastroianni, también en el ocaso de su carrera.
Orlando Tirapu
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