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El Salvador El Salvador · San Salvador
Críticas de Atilio Flores
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de febrero de 2018
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Naufragar en las profundas aguas del amor, es algo que yace en los instintos del hombre, pero la construcción del paraíso terrenal al enfrentar nuestros miedos es lo que nos diferencia de ser los monstruos que habitan en nosotros.

"La Forma del Agua", nos muestra un tema que ha sido contado incansables veces y de diversas formas, no obstante, Guillermo del Toro lo lleva a un nivel que transporta hacia el realismo mágico. Una esencia dulce que debe de ser producto de la rima más elocuente del romanticismo puro. “The Shape of Water” es una hermosa poesía audiovisual que decanta por recordar los más íntimos sentimientos del hombre en la era moderna y sobre todo por llegar a reencontrarnos con nuestra verdadera naturaleza.

La historia nos plantea cómo la vida de Elisa Esposito se transforma, de ser rutinaria como una simple conserje muda en una estación del gobierno a sucumbir por el amor de un extraño ser, un anfibio humanoide a quién el gobierno ha capturado y planea estudiarlo para tomar ventaja en plena Guerra Fría.

El romanticismo aquí es donde juega la entrañable danza del amor por lo prohibido, al romper las normas de lo establecido, y es donde todos los personajes que convergen en la historia buscan ser complementados, llenando los vacíos que sus vidas acarrean.

Sally Hawkins como Elisa, representa sin embargo la encarnación del amor en sí mismo. Un amor que choca y fricciona con lo aparentemente “normal”, devolviéndonos el verdadero concepto del mismo, él cual rompe con cánones y restricciones, aquel amor que se está dispuesto a dar a todos sin excepción.

Guillermo del Toro rescata fervientemente cada detalle de la época que nos presenta dentro de la cosmovisión del estadounidense promedio a mediados del siglo pasado. Esa lucha por la hegemonía política de la Guerra Fría; el sueño americano con el estereotipo de la familia perfecta; la decadencia de los valores entorno al racismo y la homofobia; una epopeya de la transición de lo antiguo a lo moderno, de cruzar la zona de confort a un nuevo estadio.

Cada personaje manifiesta y refleja esa agonía, cómo esos ideales de la época convergen en asesinar a la humanidad que yace en ellos con el fin de encajar en un mundo artificial. La criatura manifiesta sólo la capa externa, ese simbolismo de que “no se puede vivir fuera del agua” y de que no está en su “hábitat natural”; pero al mismo tiempo los personajes se encuentran en ese dilema, de seguir sus vidas “cotidianas”, esas que el mundo les obliga a vivir, o de ser la diferencia y adaptarse para sobrevivir a la cruda realidad que enfrentan y obtener su ansiada libertad.

La nostalgia dentro del filme impregna una sensación que conecta inmediatamente con el pasado, pero no de una forma tediosa dándonos lo mismo de siempre, sino en un discurso que lo lleva a un siguiente nivel, de revelar la psiquis humana sin aquel tapujo de tabúes que le viven atormentando y no le dejan ser libres.

Algo que hace la película inolvidable es la construcción de sus personajes. Sally Hawkins interpreta a un personaje sencillo, “inocente”, lleno de un amor creíble, algo dulce a la vista, sin perder un ápice de elegancia en toda la película. Mientras Michael Shannon encarna a un formidable villano que, con cada fibra de su ser, logra crear un sentimiento de odio por parte de la audiencia; siendo lamentable que no se le otorgase la nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto.

La historia por momentos mágica y por otros poco creíble, es un deleite audiovisual enriquecida con la fotografía de Dan Laustsen, combinando una paleta de colores que van desde el color cielo y el ártico, pasando por el verde azulado, el océano, cerúleo y pavo real, matizado con verdes y marrones que juntos conforman un descanso visual placentero, como si de un sueño se tratase.

El diseño del monstruo basado en el mítico “Monstruo de la Laguna Negra” de 1954, muestra una forma única, bella en color y forma —más a lo Del Toro—, así como también goza de una buena interpretación gracias a Doug Jones; siendo junto a Hawkins dos personajes que transmiten toda la carga emocional del filme simplemente con gestos y expresiones, logrando una manifestación auténtica de sus sentimientos de forma shakespeariana.

Similarmente, otro elemento rico dentro del filme es su banda sonora que arrulla a medida el cuento de Guillermo del Toro es narrado; matices que reflejan una sensación parisina y al mismo tiempo sin olvidar el terruño latino; un trabajo muy bien logrado gracias a Alexandre Desplat, quien ha sobresalido con sus temas en producciones excéntricas como “El Curioso caso de Benjamin Button” y “El Gran Hotel de Budapest”.

Asimismo, “La Forma del Agua” se transforma en un homenaje de Guillermo del Toro al cine clásico de monstruos, a los musicales, al cine religioso y al de ciencia ficción convergiendo en una película que traspasa la frontera de la fantasía y el melodrama, volviéndose una constante que perdura con su mensaje de tolerancia a lo desconocido.

Dentro del romanticismo que deja su historia, probablemente le hubiese sentado un toque más realista y trágico tal como la vida es. No obstante, el hecho de que Del Toro termine su filme de otra manera, es para enfatizarnos que el mundo se hace a como nosotros deseamos, y que a través de nuestras derrotas y fracasos se puede seguir al frente.

"The Shape of Water" refresca a su vez, lo onírico, lo sutil, la esencia dentro de lo cursi, de qué el amor puro siempre prevalecerá ante cualquier sentimiento, incluso ante el frío raciocinio que como humanos nos jactamos tener, más allá del morbo y del especismo.

“La Forma del Agua” nos evoca a recordar la particularidad de nuestros miedos; esos que transportamos y llevamos arrastras por todas partes, esos que no nos dejan brillar, pero que debemos dejar escapar y que las corrientes del agua las arrastren lejos de nosotros, mientras se consigue ver el nacimiento de un clásico del cine.
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Atilio Flores
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9
20 de julio de 2018
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atilio Flores
Diario El Mundo
Calificación: 4/5

Encariñarse de una película de animación sobre una familia de superhéroes no fue tarea difícil con la llegada de “Los Increíbles” en 2004.

Brad Bird, director y escritor de esta cinta de Disney-Pixar logró construir una nueva visión del subgénero de héroes, los cuales para principios de los 2000 no habían arrancado ni perfeccionado arcos argumentales que sostuvieran el desarrollo complejo de sus personajes.

Los Increíbles rompieron esos esquemas como una construcción nueva de este tipo de películas que se nutren propiamente de los cómics, pero no a un nivel como lo hizo para 2004, incluyendo temas diversos que difícilmente se podría imaginar que fuese un filme destinado a un público infantil, tocando temas sensibles de adultos como la crisis de la mediana edad, revivir los días de gloria, los problemas del matrimonio, la infidelidad, y una constante crítica a la sociedad abrumada por lo cotidiano y el Statu Quo.

Si bien es un símil a la primera familia de superhéroes, “Los Cuatro Fantásticos” de Marvel, ninguna de sus películas está al nivel de Los Increíbles, amalgamando incluso antes que los propios cómics, el argumento de establecer leyes que registren y controlen las acciones de los superhéroes, algo que incluso sería retomado en cierta medida en los cómics y película de Capitán América: Civil War.

Sin embargo, Civil War no llega a un nivel complejo como lo hace está película animada en donde vemos realmente los riesgos y vicisitudes que los héroes tienen que afrontar para poder mantenerse en el anonimato, evitando no quebrantar la ley y pagar por ello, aunando al eje central de la trama la educación de los hijos de los superhéroes, quienes crecen con la espada contra la pared, ante el dilema de ocultarse y luchar tal como lo hacen sus padres o limitarse a vivir sus vidas como simples ciudadanos comunes, pese a sus habilidades sobrehumanas.

Catorce años han pasado desde aquel estreno que se llevó a casa dos premios de la Academia de cuatro nominaciones que obtuvo. Sin embargo, esta entrega parte justamente donde termina la primera con una familia unida y dispuesta a infringir la ley para defender a los civiles, conservando a sus personajes tal como les vimos la última vez, sin saltos en el tiempo.

Mr. Increíble, Elasticgirl y su amigo afroamericano, Frozono, son reclutados en está ocasión para un proyecto que pretende revocar la ley que obliga a los superhéroes a estar retirados, mejorando la imagen que el público tiene de ellos al ser destructores de ciudades, las cuales dejan cuantiosas pérdidas al Gobierno, pues tienen que reconstruir todo el daño ocasionado. Para ello, Winston Deavor junto a su hermana Evelyn pretenden que Elasticgirl sea el nuevo emblema de los súpers.

Brad Bird retoma la misma fórmula que empleó en la construcción de la primera película, potenciando en gran medida el protagonismo de la matriarca de la familia Increíble, Elasticgirl, quien en la primera parte se roba la mayoría de las escenas de acción con su sorprendente capacidad elástica e inteligencia, reflejando no sólo la personalidad de ella como una mujer que defiende y ama su familia, sino impulsando el poder femenino.

Asimismo, siguiendo su línea argumental, la elección de Elasticgirl como protagonista rompe con el canon de la mujer “ideal” según la utopía de la familia perfecta vigente para los años 60´s, en la cual se ambienta la cinta de estos héroes. A su vez permite el desarrollo de la otra cara de la moneda, que es el lado paternal del Mr. Increíble que debe de luchar por mantener funcional a su familia, al lidiar con sus tres hijos que afrontan diferentes etapas de la vida, como Violeta en la adolescencia, Dash en la pubertad y Jack Jack en la primera infancia, mostrándonos como las actividades cotidianas por más sencillas que parezcan al ser ejecutadas por mujeres, se vuelven un caos en manos de los hombres, respondiendo a un cliché universal.

Además esta armonía le permite explorar las personalidades e intenciones de toda la familia, y es de hecho el éxito de este filme, que al igual que la primera, se centra más en la vida tras de las mallas, detrás del súper traje, en la convivencia que tienen los personajes tras bambalinas, cuando no son héroes y simplemente tratan de ser ellos y lidiar con la vida en los suburbios.

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Atilio Flores
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8
20 de diciembre de 2018
18 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atilio Flores
Calificación: 3.5 / 5

Emerger de las aguas de lo “poco esperado” fue la estrategia clave de Aquaman, y no es para menos que, aunque fue la única película de DC que estrenó este año, sea la mejor del universo extendido de la franquicia de Warner Bros y la casa editora de DC Cómics.

El director James Wan, retoma el imaginario del hombre pez, mejor conocido como Aquaman, el príncipe bastardo de la Atlántida, quien se verá en la necesidad de enfrentar a su medio hermano, “El Amo del Océano”, el rey Orm Marium, que planea extender el poderío de Atlantis sobre las especies terrestres y devolver la gloria que tiene sumergida a su imperio perdido.

Es aquí donde el conflicto de la historia entra en acción cuando Arthur Curry (Aquaman), interpretado por Jason Momoa, intenta imponerse ante el mundo que desconoce y ante los deseos de su hermano, lo que hace que el resto del filme tome trascendencia en las casi dos horas y media que dura, en la búsqueda y aceptación del personaje central.

Este “tsunami” arriba de forma monstruosa develando que las cosas cuando se quieren hacer bien, pueden surgir precisamente bien, y no porque nos muestre algo nuevo, sino porque crea y mitifica a la nostalgia en su máximo esplendor.

Describir lo que vimos en sí, es una amalgama de situaciones y referencias que no pueden pasar por inadvertidas para el ávido cinéfilo; no obstante, la forma en que fueron presentadas demuestra un gran ingenio a nivel de guión tal como vimos en “Los Increíbles” en 2004, que mezcló varios elementos de los superhéroes y de la época con el cine de espionaje y la guerra fría.

Someramente en este filme, a medida de “spoiler”, es una mezcla de “Atlantis el imperio perdido” (1999); “El espanta tiburones” (2004); “Las aventuras de Tintin” (2011); “La Sirenita” (1989); “Buscando a Nemo” (2003); “Furia de Titanes” (2010); 'Indiana Jones” (1981); y “La leyenda de Aang” (2005), siendo estas algunas de las referencias más claras, aunque igual esconde muchas más que pueden ver la luz si se pone más reparo.

Sin embargo, este Frankenstein es funcional en su cometido, evitando las fallas evidentes de sus predecesoras, en relación a tratar de englobar situaciones complejas que no tienen descenlaces en lo que el público del subgénero de superhéroes busca realmente ver: ¡Acción!; y es que la película tiene esa constante, escenas que mantienen al espectador en la butaca de principio a fin y que no se limita a tres simples actos con un patético climax, sino que abona a seguir y a seguir, gozando de un equilibrio entre lo sombrío y lo cómico, sin caer en los abusos.

Ello también permite que podamos interiorizar -hasta cierto punto- en las personalidades de los protagonistas que van enfrentando diversos retos, más allá de una posición de “semidioses” dentro de la historia, haciendo que tengan introspección y crecimiento; algo que permite humanizarlos, lo que conlleva a que exista una identificación o empatía de podernos reflejar con sus personajes, haciendo inclusive que Aquaman sea ahora uno de nuestros superhéroes favoritos cuando antes pasaba inadvertido.

Dentro de este punto, es válido resaltar que si bien este universo extendido de DC Comics en la pantalla grande hubiese iniciado por esta película, junto a la “Mujer Maravilla”, sin lugar a dudas hubiese sido mucho mejor que presentarnos una abrupta reunión de “La Liga de la Justicia” en 2017, en la que tres de sus personajes principales, incluido entre ellos “Aquaman”, hubiese permitido conocer la dirección de sus historias individuales y como convergían en ese filme, así como también del porqué de sus actitudes y temores. Lo que significó un riesgo que dejó un mal sabor de boca.

Aquaman resalta en sus efectos especiales, específicamente por la recreación del mundo subacuático, algo de lo que seguramente marcará nuevas pautas en la realización de películas live action de este tipo, tal como “La Sirenita” de Disney.

Si bien algunas tomas y escenas rayaron en lo poco creíble hasta tornarlos falsedad, creó una sensación de no saber a que realmente nos estábamos enfrentando, siendo este defecto uno de los principales y evidentes achaques; despertando incluso el recuerdo de los primeros filmes de Georges Méliès a principios del cine para recrear las fantasías subacuáticas de sus historias, interpolando peceras entre los actores y la cámara.

Similarmente, la banda sonora de Rupert Gregson-Williams, nos recrea un imaginario entre la personalidad ruda y tosca de los personajes que encabezan con Aquaman, otorgando inclusive atisbos a la utilizada en “Tron: Legacy”, a cargo de Daft Punk y a la no muy lejana de Thor Ragnarok.

Otro elemento que hace entretenida esta producción es la elección del cast, en el cual se reafirma Jason Momoa como “Aquaman” y que posiblemente le marque un ascenso en la industria del cine de acción. Del mismo modo la vuelven entrañable la apariciones de Nicole Kidman como la reina Atlanna y Willem Dafoe como Vulko, quienes le inyectan un factor de antaño. Similarmente la elección de Amber Heard como Mera, es una las piezas estéticas y de carisma que hacen espectacular el filme.

Aquaman, marca un buen precedente que levanta de nuevo las expectativas y los ojos sobre el universo extendido de DC que, aunque con un inicio prematuro, se puede decir que va aprendiendo a utilizar a sus personajes sin arrojarlos a un licuado catastrófico. Esperemos que sea la reivindicación de su universo y sea evidente que la lección este encaminada en aprender de sus errores…

La crítica y la reseña:
atilioflores.blogspot.com
Atilio Flores
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7
28 de enero de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calificación: 3/5

Creer en nosotros mismos es el primer impulso para alimentar nuevas ideas que muevan al mundo. Phineas Taylor Barnum, el padre del espectáculo moderno, lo tenía muy en claro.

El musical biográfico “The Greatest Showman” nos retrata el nacimiento del negocio del entretenimiento, contando la historia de cómo P.T. Barnum crea el espectáculo más grande visto para su época, incorporando curiosidades nunca antes vistas, personajes insólitos conviviendo bajo el mismo techo y telón, dentro de una sociedad inclinada al morbo de lo curioso y lo poco convencional, marginándolos como horrores de la naturaleza.

El director Michael Gracey, le apuesta en esta ocasión para representar la historia a través de un musical, trayendo como estelar al carismático Hugh Jackman en la piel de Barnum. No obstante, solamente rescatan los elementos más sobresalientes de la carrera de Barnum para recrear el origen del espectáculo, su historia no es la más creíble al no mostrarnos el lado del sacrificio de las cosas, sino el fruto en sí del sueño, siendo revestidos de la mejor forma con su música.

“El Gran Showman” destaca incomparablemente por su banda sonora y su despampanante y colorido vestuario, acompañado de sus coreografías que hacen que el público se sienta motivado a querer bailar y tararear las letras pegadizas de sus canciones, las cuales fueron escritas por Benj Pasek y Jusrtin Paul, compositores de la oscarizada La La Land.

Sin duda, sus letras cargadas de dinamismo y vibra positiva con los talentos de Hugh Jackman, Keala Settle, Michelle Williams, Zack Efron y Zendaya hacen que este musical sea una experiencia única junto a sus coreografías, las cuales se mezclan con cada una de las personalidades de sus personajes.

“This is me” recoge el encanto de la voz de Keala Settle y del reparto, sin embargo el playback de Rebecca Ferguson en “Never Enough” con la voz de Loren Allred, paraliza y erizan la piel con su dulzura y arrullo al encarnar a la “Ruiseñor Sueca”, Jenny Lind de forma convincente.

Lo interesante de “The Greatest Showman” es que cada actor principal dentro del musical tiene su oportunidad de defender muy bien su talento en solos y en duetos, así como sus impresionantes bailes grupales, tanto Hugh Jackman con los demás actores como entre ellos mismos.

Aunque es un biopic de Barnum, la inclusión de los demás personajes circenses no se les pueda dar un seguimiento para desarrollar una empatía con ellos, obligando a ser aislados como los “fenómenos de circo” que hacen el relleno del musical. Aunado a ello, el uso escenarios creados por ordenador hacen muy falsas algunas tomas y le restan grandeza al film.

Hugh Jackman y Zac Efron son dos actores que se sienten muy bien dentro del género de los musicales. Sus actuaciones son bastantes comprometidas y su talento vocal es muy característico dentro de nuestras generaciones, tanto en “Los Miserables” donde vimos a Jackman interpretar a Jean Valjean ­—con el cual se acreditó su primera nominación al premio de la Academia— como a Zac Efron en High School Musical.

Sin embargo, es de tomar el punto de vista de que hay que separar la música con la época, debido a que la música de los 1,800 y finales de ese siglo no concuerdan con el género que trata de compaginar la historia, correspondiendo más a un musical contemporáneo, remitiendo a pensar inmediatamente “¿En qué época nos encontramos?”.

Su trama refuerza como la ambición no tiene límites, y eso conlleva a que incluso se llegue a valorar los factores que la alimentan, ejemplificando el personaje de Barnum los vicios comunes de quién la adolece. Hugh Jackman logra encarnar eso muy bien, ese despecho y el resentimiento hacia la sociedad que obliga a tratar de restregárselo en la primera oportunidad que se tenga, encubriéndolo a través de su astucia.

“The Greatest Showman” deja la lección de no dejar a un lado a las personas que nos ayudan a construir el sueño que se persigue, lección que el personaje de Jackman tendrá que reflexionar y concluir, empoderando la mítica de que uno a veces se convierte en el peor enemigo de uno mismo, siendo la familia y los amigos los lazos que impulsan a creer y crecer en nuestras capacidades y talentos.

Si bien desde La La Land se están creando musicales más deslumbrantes, se puede marcar que van por la línea del renacimiento de los musicales modernos.
Atilio Flores
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9
8 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: Atilio Flores
La Crítica y la Reseña
Calificación: 5/5

Ver de forma sarcástica la guerra y hacer una crítica sobre lo estúpido que puede resultar la misma, es un acto de valentía que demanda ingenio para poder sacar una sátira que vale la pena contar y ver en el cine. El excéntrico director de “Jojo Rabbit”, Taika Waititi, retoma el libro de “El cielo enjaulado” (Caging Skies) de la escritora neozelandesa Christine Leunens para adaptarla a una versión cómica y singular.

Waititi nos presenta la historia de Johannes "Jojo" Betzler, interpretado por Roman Griffin, un niño alemán de 10 años que pertenece a las Juventudes Hitlerianas y que está entusiasmado por asistir a un campamento de entrenamiento de chicos nazis, junto a su mejor amigo Yorky.

Asimismo, “Jojo” tiene a su mejor amigo imaginario, quien es nada más ni menos que “Adolfo Hitler” —interpretado por el mismo Taika Waititi— que se encarga de darle consejos y animarlo para tomar coraje y enfrentarse a la guerra. Esta forma hilarante de presentarnos a Hittler obedece a retratar la cosmovisión que tiene Johannes sobre su máxima referencia al liderazgo nazi y cómo puede interponerse ante las situaciones que se le presentan.

Difícilmente se puede cuestionar la interpretación de calidad de Scarlett Johansson en esta película, quien interpreta a Rosie Betzler, la abnegada madre de "Jojo". Su calidez humana, belleza y ternura nos roban el corazón en cada una de sus pocas escenas durante el filme. Su presencia dota la mítica de responder a aquella naturaleza de las mujeres que sufren la perdida de sus esposos y familiares durante la guerra, aquellas que deben de seguir adelante siendo la cabeza del hogar y de velar porque no les falte nada, sobre todo la esperanza.

La relación de madre e hijo que entablan Rosie y “Jojo” inmediatamente nos transportan a recordar la relación de Guido Orefice y su hijo Giosuè, de la oscarizada película de 1997 “La vida es bella” (La vita è bella) del italiano Roberto Benigni, quien trata de apartar la cruel guerra de la concepción inocente de su hijo sobre los hechos que en ella ocurren dentro de los campos de concentración.

Sin embargo, aquí Johansson trata de incentivar a su hijo a ser simplemente él, tener esa autenticidad que le permita ser feliz, aunque eso signifique mentir por apoyarlo en su ideal fanático de ser un nazi, pese a que la diferencia de ideologías manejadas entre ellos sea mutuamente excluyente al ser un miembro activo de la oposición, eso sin sumarse que tiene a una niña judía oculta en su casa, quien es descubierta por “Jojo”.

Con ello la cinta muestra esa transformación de transición de aquel que es un ciego fanático a alguien que comprende que el enemigo es alguien como uno, con sentimientos y aspiraciones de una vida mejor, en la que el amor y la tolerancia sean las claves para derogar el egoísmo y la negligencia que acarrean los mal llamados “líderes sociales”.

Aunado a estos factores no pasa por inadvertida la calidad cinematográfica que presenta la película a nivel de fotografía, montaje, música y vestuario, los cuales encausan una atmósfera de color en medio de la oscuridad que se acostumbraba vivir en la Segunda Guerra Mundial.

Waititi plantea con este filme un quiebre a lo tradicional que nos dan las películas sobre guerra y al entorno sombrío que en éstas se desenvuelven, dándonos con un humor negro, elementos y hechos que en su trasfondo critican mordazmente al sistema de la época, principalmente al nazismo; el cual fue alimentado por la ceguera de sus correligionarios. Jojo Rabbit señala el atropello y sus repercusiones de la guerra sobre la niñez, mediante el sistema educativo, social y la concepción que del enemigo se tenía.

Blog de La Crítica y la Reseña:
atilioflores.blogspot.com
Atilio Flores
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