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España España · Granada
Críticas de Yasu
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
10
4 de mayo de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charles Baudelaire, uno de los más grandes poetas malditos de todos los tiempos, fue acusado por atentar contra la moral pública. Su mayor interés fue el concepto del mal, tan ligado al satanismo, y sus poemas amorosos estaban destinados a viejas, yonkis y putas. Al igual que ocurrió con Sade un siglo antes, este poeta era considerado el auténtico hijo del Diablo.

Del mismo modo, Anne y Lore, como flores bellas y puras, buscan revolcarse en la suciedad del mal. Como Baudelaire, atentan contra la moral pública, esta vez hacia sus espectadores, rompiendo el mayor tabú del siglo XX y aceptando el fruto del Diablo, el mayor pecado, como nos dice el cura novicio, que es la lascivia, en manos de unas inocentes y puras niñas. Trascendiendo la mera provocación, se convierten en hijas del mal.
Sin embargo, Anne, en un momento de la película, parece sentirse confundida por lo que está haciendo. Es un placer culpable, que desaparece sin su fuerza motriz, personificada en la otra chica:

A mi lado se agita sin cesar el Demonio,
flota en torno de mí como un aire impalpable;
le respiro y le siento abrasar mis pulmones
que me llena de un ansia sin final y culpable.

El sexo, en la imaginería baudeleriana, es aceptado, pero de forma en que desaparece toda cuestión moral. Subyace aquí un discurso claramente anticatólico, que se puede ver tanto en la obra del poeta como en la cinta a comentar, así como una idea de rebeldía, ya no solo contra las instituciones sociales de la época, sino como una forma de reivindicar al propio yo individual. Oprimidas por su contexto social, Anne y Lore buscan romper sus cadenas, sentirse libres, y esto lo consiguen a través de un metafórico pacto con el Demonio, un juramento de aceptación del mal. Un pacto que representa la libertad individual frente a las cadenas de la sociedad y de la moral imperante de la época, y es por ello que le piden al Diablo que no las libre del mal.

Por otra parte, se debe resaltar la universalidad de esta imagen; en el cómic japonés Aku no hana (Las Flores del mal), de Shūzō Oshimi, el paralelismo es casi exacto con la obra de Joël Séria. En él, dos jóvenes, agobiados por las cadenas que les son impuestas, acaban aceptando el mal, rechazando así todo que les rodea. Con un ambiente igualmente cargado de intenciones sexuales no resueltas, que parecen ser el bautismo de esta satánica religión, acaba resultando para el personaje, digamos, más en comunión con el señor del mal, en un festín hacia este: un auténtico rito en pos de la maldad, sacrificando así lo que Dios nos ha otorgado.

Anne y Lore, durante la escena final, aparecen frente a un escenario; y aunque lo hacen con otros del mismo maestro de lo maldito, versos sublimes, parecen querer recitar:

¿Cuándo vas a enterrarme, oh tú, inmunda lujuria?
Muerte, ¿cuándo vendrás, su rival en encantos,
en sus mirtos infectos a injertar tus cipreses?
Yasu
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8
8 de septiembre de 2018
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16, 18-19).

Pedro Páramo es Comala; sin Comala no hay pedro Páramo, y sin el jeque no hay pueblo. Esto es algo de lo que nos damos cuenta rápidamente: "¡Todos somos hijos de Pedro Páramo!". Actúa como un Dios creador, pues es el encargado de proveer alimento, hijos, etc., pero es un ser mezquino, o así es como nos lo presentan las gentes del pueblo. Sin embargo, entre estas gentes vemos las mismas mezquindades, creando así cierta ambigüedad en el pueblo y sus gentes, donde la maldad parece ser guía y ejemplo, aunque siempre manteniéndose un resquicio de esperanza: esperanza en la bondad de Pedro Páramo, esperanza en su hijo, esperanza en el futuro de Comala y en sus gentes, mostrada en pequeños actos que realizan a través de la cinta. O al menos existe la esperanza en mucha de su gente.

A este pueblo acude un hijo más de Pedro, Juan Preciado, el cual acaba encontrando un pueblo fantasma, pero lleno de ecos y murmullos, los ecos y murmullos de su gente, que, atada al pueblo ("El amor es el único que puede mantener a los muertos en el mundo de los vivos"), vive en el dolor de la desolación y de la muerte. Son las gentes atadas a Comala, es decir, a Pedro Páramo, creándose así una imagen bíblica y, también es de importancia decirlo, lúgubre y fantasmal de la obra y del pueblo y su líder.

Se resalta esta imagen terrorífica la sentencia lúgubre de Pedro tras presenciar la traición a la que es sometido por Comala: "Ahora me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre". Al perder el amor, vuelve a prevalecer la muerte. Así lo decide Pedro Páramo, y sus habitantes, para morir, masticarán la tierra de su nombre.

Al final, la tierra prometida resulta ser un páramo desierto. Dios nos ha abandonado.
Yasu
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2
25 de octubre de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras la plebe se entretiene con superproducciones como Titanic, el alado Dennis Devine viene a traernos lo que siempre hemos pedido y lo que la industria del cine necesitaba.

En esta dorada cinta vemos a una preciosa Rose Tyler y a sus amigas viejóvenes (viejóvenes porque se creen veinteañeras pero rozan los cuarenta) montar una fiesta por el veintiún cumpleaños de Alice Tyler, celebrado en una casa-fábrica extraña situada al lado de un vertedero (preciosa metáfora, de la que está cargada la valerosa película).

No ve problema en ello nuestra querida Alice Tyler, pese a ser el lugar en el que mataron a sus padres y el aniversario de estos asesinatos, al igual que sus amadas compañeras, que le recuerdan los traumas cada vez que pueden, a la vez que se insultan entre ellas y se odian y se pelean (oye, ¿quién no tiene personas así en su grupo de amigos, que nadie quiere estar con ellos, ellos no quieren estar con nadie, pero ahí están, luchando por los primeros planos?): la típica pija (pero esta vez con gloriosos diálogos), la tonta del grupo (que en realidad es una genio, pues cuando se llega a un extremo se sobresale por el otro, ya sabéis. Además, está constantemente preguntándose el significado de las palabras y de las bromas, lo cual pone de manifiesto una inteligente crítica lingüística y filosófica que nos mantiene en constante discusión con nosotros mismos), otra aburrida que no hace nada y las demás, que ahí están.

Un asesino aparece y comienza a deshacerse de ellas una a una, vestido de dragón extraño y con un cuchillo mágico cuya simple visión lleva a la sangrienta muerte (¡qué poético!), enfundando en sangre y en fría muerte a quien lo contempla.

Del todo efectista, nos muestra el cuento de Carroll (en realidad a ningún personaje le gusta Carroll, pero los vestidos de la película de Disney son muy monos) con una cámara en mano muy detallada y realista (casi podemos pensar que el camarógrafo está intentando grabar una película convencional) y con un maquillaje estupendo (se visten en la propia cinta, recurso novedoso solo apto para los más altos genios).

Otro aspecto a destacar es la apabullante actuación: los personajes saben que están siendo grabados (el camarógrafo es quien las graba como un personaje más, ya lo he dicho) y, por tanto, no actúan, sino que se muestran tímidamente ante las pantallas haciendo lo que pueden por no quedar mal y que sus amigas del trabajo no se rían luego de ellas: pura realidad, fantástico trabajo.

Mejor que el sobreexplotado cine comercial, sin necesidad de efectos especiales, de cosas que explotan o de mundos explotando o de superhéroes que hacen explotar cosas, grabada en un único escenario al cual le acabaremos cogiendo cariño aunque no sepamos bien qué es, el alado Dennis Devine nos enseña lo que es el cine más allá de la visión de Hollywood; bravo, oh héroe.

O podemos hablar de la maravillosa banda sonora: ¿alguna vez se han preguntado a qué suena el silencio, de la belleza que este contempla?

Joder, pero qué buena que es esta película.

Oh espectadores, sobrecoged vuestro tierno pecho ante las maravillosas aventuras ocurridas en torno a la adorable Alice Tyler y orad a los dioses por su majestuoso padre Dennis Carroll.

No caben tales adoraciones en tan limitado espacio, pero puedo mostrarles el reflejo del genio en una cinta de vídeo, cuya magnificencia recojo en la primera letra de cada magnífica mía frase.
Yasu
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8
21 de mayo de 2017
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿No se parecen una barbaridad el protagonista de Gozu y un personaje de Gintama? Además, la banda yakuza de esta parece llamarse igual que la de aquella. ¿Tendrán algo que ver? Veremos.

Pues menudo viaje, ¿no? Encima hoy hacía un calor increíble. Aunque esta mañana hacia frío. El tiempo está loco. Pero qué calor, ¿eh? Pese al calor, la primera escena pasa a la velocidad de la luz: "qué divertida", pienso. "Qué japonesada". Entonces aparece en pantalla: "El gran teatro de horror yakuza". Teatro, ¿eh? Escenas sin sentido, divertidas, y que sean teatro. Veamos...

¿Qué es Fin de partida, de Samuel Beckett? En el canon literario se la considera una obra que forma parte del teatro del absurdo. En ella, personajes extraños se mueven, dicen cosas que parecen no tener sentido, realizan acciones extrañas, viven en un mundo desconocido, distinto al nuestro, y, en definitiva, no tiene ningún sentido.
No dice nada, y se regodea en la forma en la que lo consigue.

Pero ser preciso y breve es de sabios, así que, retrayéndome aún más frente a la obra de Miike, recuerdo las palabras del poeta peruano Martín Adán, que dice:

"Poesía no dice nada
Poesía se está callada
escuchando su propia voz."

Por tanto, ¿qué importa el sentido? Estas tres piezas de arte se regocijan en lo mismo: el simple vaivén; de las palabras, de la imagen, o de ambas cosas.

¿Y por qué esas imágenes en Gozu? Porque es un teatro de horror. Y esas imágenes inquietantes y, al fin y al cabo, grotescas y terroríficas, producirían la sensación de terror de la que habla el título. Pero recordemos que Miike no quiere decir nada. No quiere ni tan siquiera decir que una escena u otra debe de dar miedo. Para liberar su obra de cualquier sentido acude a la hipérbole. Utilizando imágenes hiperbólicas consigue dar la sensación de terror.

¿Y los yakuzas? Pues parece ser que este elemento es el único que se le escapa a Miike (y al surrealismo, y al vanguardismo en general, pues toda obra siempre dirá algo. Sus materiales, ya sean las letras, la cámara o la pintura, siempre ofrecerán un sentido o varios). Como digo, los yakuzas son el único elemento del que se puede tirar en Gozu. Pero antes de continuar, dejad que me refresque un poco, porque hace muchísimo calor.

Mediante la historia de yakuzas se dice algo. Miike pone todos los tropos de este cine y los subvierte, dando así, de nuevo, a la pura forma, pero también se puede concluir una crítica a los modelos imperantes del cine anterior. Esto lo vemos, por ejemplo, en la seriedad de las expresiones y de la forma de hablar de los personajes, que en realidad se muestran así ante situaciones de lo más mundanas o surrealistas; el regocijo por las escenas que no dicen nada, frente a las que tienen diálogos "serios" (e incluso estas son calmadas e impersonales; extrañas); también se ve esta vuelta de tuerca en el tratamiento de lo erótico en la película, extremado, donde deja de ser erótico y pasa al fetichismo más extravagante y, curiosamente, también tan asociado con Japón; la forma de hablar de la ritualística tradicional japonesa, en esa escena tan ridícula del intento de posesión espiritual; e incluso a la manera de entender el simbolismo:

"Quienes dan la leche son más puros que quienes la beben", leen dos personajes en forma de sutra. La leche es un elemento que aparece con frecuencia en toda la cinta. ¿Es, entonces, símbolo de la pureza, por su blancura? No puede ser, pues la mujer que "genera" la leche es uno de los personajes más estrafalarios y grotescos de la película. Además, aparece otra figura para volver a desmentirlo: el hombre con cabeza de vaca. Este ser, que aparece en un sueño, se asemeja a la figura del macho cabrío, de Satanás en la imaginería religiosa. ¿Es entonces el mal puro? ¿Es la pureza parte de lo diabólico? Las interpretaciones no parecen poder sustentarse, reforzando así la idea de l'art pour l'art, del nulo contenido, o lo que es lo mismo, de una pieza construida enteramente mediante forma y estructura.

Y estando dos horas frente a la pantalla, con esa música ambiente tan inquietante, con esas imágenes tan extrañas e incoherentes, dudando de si lo que ves es tan siquiera una película o un delirio, Miike sonríe, se quita las gotas de sudor que el apabullante calor le proporcionan en la cara, y te dice:

"¿Qué es lo que ves pasar pero no se mueve?

El tiempo."

Como la vida misma, da miedo, es confusa, inexplicable, y no va a ninguna parte.
Es una mímesis perfecta.
Yasu
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