Demencial y brillante Gyllenhaal, como indica alguno de los críticos profesionales.
Es mérito suyo y también del director engancharnos a la historia de este psicópata sin escrúpulos, hasta el inquietante punto de que tomemos partido por él y su impasible cara de pasmao, incluso ante la evidencia de que es un perfecto hijo de puta.

La película no es redonda, tiene alguna ligera caída de ritmo y no llega a agotar todo el potencial del argumento y del tema, pero en conjunto resulta entretenida y satisfactoria.
Además tampoco se pasa de discursiva o moralista con la denuncia del voyeurismo y sed de morbo de la sociedad actual y todo ese rollo, simplemente no se toma demasiado en serio a sí misma, lo cual es de agradecer.
También es cierto que, vista diez años después de su rodaje y con la explosión de las redes sociales, desde entonces el mundo ha recorrido un largo y perturbador camino en ese terreno del sensacionalismo y la sobreexposición en vivo y en directo.

Thriller muy de serie B, más bien tv movie o directa al dvd, con actores desconocidos si bien competentes. La acumulación de giros y engaños casi marea y da un poco de risa hacia el final algo pasado de rosca, pero lo que no puede negarse es que, con todos sus agujeros y licencias en la trama, resulta muy entretenida, e incluso la primera mitad bastante aceptable.

Salvando las distancias, en esa primera parte encontramos ecos del gran clásico Las Diabólicas, y hasta la elección del sexy dúo de protagonistas parece querer remitir a Terciopelo Azul.

Ya cuando la vi en su momento no me entusiasmó, pero revisitada ahora me ha parecido flojísima, a pesar de su condición de película de culto. El tiempo ha hecho estragos en ella, tanto en un guion repleto de absurdos como en los aspectos técnicos.

Todo eso a pesar de lo bien que nos pueda caer su quinteto protagonista (Adams en sus breves años de apogeo, la sufridora Cartwright a punto de enfrentarse a un bicho aún peor, Sutherland antes de especializarse en malvados…)
Y una estrella directamente se la doy por el buen partido que saca de San Francisco, escenario que siempre supone un valor añadido para una película.

Lujosa, excesiva, superficial y amanerada. Pero la historia original es tan potente que aún así se deja ver, y hasta admite comparación con la funcional, canónica y algo plana adaptación de 1978 (iqué pedazo de reparto aquél!)

Y eso a pesar de sus evidentes defectos, como el abuso digital o las digresiones bélica al inicio y luego pseudo musicales que, aún brillantes en sí mismas, lastran el ritmo y sólo se justifican para subrayar aún más el esplendor de la producción. O ese peaje a la corrección política en materia de raza o género, para hacerla más moderna e inclusiva, tuneando a ciertos personajes respecto a la versión de Guillermin (y a la novela que tanto me impactó siendo apenas un niño).

Como es visualmente atractiva, va de menos a más, Branagh no está mal como Poirot y cuenta con buenas actrices (Bening, Mackey y una Gadot imperial y magnética), al final deja un agradable regusto de placer culpable.

Por su sonoro y rimbombante título, y quién sabe si por algún trailer atractivo, el caso es que la tenía mitificada dese mi infancia. Por fin la veo ahora en tv, 50 años después, y me llevo una gran decepción; tal vez en su día tuvo un pase pero el tiempo no le ha hecho ningún favor.

Mucho menos suspense y espectacularidad de lo prometido (no, no es La aventura del Poseidón, empezando por el tamaño quiero y no puedo del barco), tres o cuatro actores conocidos en modo piloto automático (entre ellos un joven Hopkins con un corte de pelo inenarrable), y alguna escena de relleno directamente lamentable y setentera en el peor sentido de la palabra, como la de la fiesta de disfraces.