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Voto de Maggie Smee:
7
6.8
2,642
Drama
En Berlín, Oren, un ingeniero constructor israelí, se encapricha del pastelero Thomas. El romance ni siquiera parece haber empezado cuando Thomas descubre que Oren ha muerto en un accidente de coche en Jerusalén. Thomas viaja allí sin saber exactamente qué es lo que está buscando. Descubre que la mujer de Oren, Anat, es propietaria de un café, y esta le ofrece a Thomas un empleo de lo más básico, consistente en limpiar y fregar cacharros. (FILMAFFINITY) [+]
16 de junio de 2018
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El repostero de Berlín” es el debú en el mundo del largometraje de Ofir Raul Graizer, una coproducción germano- israelí en la que él mismo participa, además de encargarse de su guión. La película sirve de tarjeta de presentación de un creador moderado, tanto en intensidad como en propósitos, y que para tratarse de un primer film, ha salido bien parado. En esta ocasión ha optado por darle un tono casi de docudrama. En líneas generales está llevada con corrección y, sobre todo, a pesar de contar con ciertas elipsis que no nos convencen, posee un par de escenas muy logradas que comentaremos brevemente en la zona del spoiler.
“El repostero de Berlín” es una historia de amor e incomprensión, de verdades y mentiras, cuyo personaje central, el de Thomas, llevado a cabo por un comedido Tim Kalkhof, busca respuestas indagando en la vida personal de otros, algo que sabemos gracias a otras obras, sean literarias o cinematográficas, que es una misión bastante arriesgada y que pueden acarrear consecuencias irremediables.
Como decíamos, el tono elegido por Ofir Raul Graizer era quizás el más acorde, no ya por tratarse de un film de bajo presupuesto, si no porque lo que más le interesaba era mostrar eran las diferencias y similitudes de dos culturas, a priori, que nada tienen que ver entre sí. Su ritmo dramático subyace en un segundo plano casi todo el metraje y el desarrollo de las circunstancias se produce sin intentar crear golpes de efecto, simplemente va fluyendo. Su historia es simple, no es complicada, pero lo que cuenta lo hace desde el conocimiento sin caer tampoco en falsos sentimentalismos.
Dominique Charpentier hace un buen trabajo musical, así como Omri Aloni a la fotografía. Quizás, al menos para mí, el punto fuerte y a la par casi imperceptible, sea el trabajo interpretativo de sus actores, que han seguido al pie de la letra la propuesta de una dirección pausada, que no parsimoniosa. Desde el mencionado Kalkhof a Sarah Adler o Zohar Shtrauss, son trabajos que parecen que nacen de la improvisación, pero no es así. La naturalidad, en este caso, se ha impuesto a cualquier ejercicio de reclamo comercial más común.
No sé si con el paso del tiempo será un film a tener en cuenta por el público o si se verá más bien como un film casi costumbrista de consumo y rápido olvido, pero al menos creo que tiene su mérito y detrás hay un director que puede seguir contándonos historias que nos hagan sentir o reflexionar a determinado tipo de público, no elitista, pero sí al que le guste que le cuenten cosas de manera objetiva.
“El repostero de Berlín” es una historia de amor e incomprensión, de verdades y mentiras, cuyo personaje central, el de Thomas, llevado a cabo por un comedido Tim Kalkhof, busca respuestas indagando en la vida personal de otros, algo que sabemos gracias a otras obras, sean literarias o cinematográficas, que es una misión bastante arriesgada y que pueden acarrear consecuencias irremediables.
Como decíamos, el tono elegido por Ofir Raul Graizer era quizás el más acorde, no ya por tratarse de un film de bajo presupuesto, si no porque lo que más le interesaba era mostrar eran las diferencias y similitudes de dos culturas, a priori, que nada tienen que ver entre sí. Su ritmo dramático subyace en un segundo plano casi todo el metraje y el desarrollo de las circunstancias se produce sin intentar crear golpes de efecto, simplemente va fluyendo. Su historia es simple, no es complicada, pero lo que cuenta lo hace desde el conocimiento sin caer tampoco en falsos sentimentalismos.
Dominique Charpentier hace un buen trabajo musical, así como Omri Aloni a la fotografía. Quizás, al menos para mí, el punto fuerte y a la par casi imperceptible, sea el trabajo interpretativo de sus actores, que han seguido al pie de la letra la propuesta de una dirección pausada, que no parsimoniosa. Desde el mencionado Kalkhof a Sarah Adler o Zohar Shtrauss, son trabajos que parecen que nacen de la improvisación, pero no es así. La naturalidad, en este caso, se ha impuesto a cualquier ejercicio de reclamo comercial más común.
No sé si con el paso del tiempo será un film a tener en cuenta por el público o si se verá más bien como un film casi costumbrista de consumo y rápido olvido, pero al menos creo que tiene su mérito y detrás hay un director que puede seguir contándonos historias que nos hagan sentir o reflexionar a determinado tipo de público, no elitista, pero sí al que le guste que le cuenten cosas de manera objetiva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
SPOILER
Hay muchas elipsis que nos han impedido ver el desarrollo de sus personajes. Por ejemplo, para mí hubiera sido muy importante ver la conversación que supuestamente tienen Anat y Moti para que este le termine dando el billete de avión sin opción a nada, hecho una fiera y le despida fulminantemente del negocio. ¿Qué le cuenta ella? ¿Parte de de lo que sabe? Porque dudo que le hable de la historia de amor de su marido con Thomas...
Por otra parte, las dos escenas más logradas son las que cuando Anat le cuenta a Thomas el por qué del accidente que tiene Oren, donde Thomas intenta reprimir sus sentimientos, y quizás la mejor, la de la cocina, donde Anat comienza a seducir y meterle mano a Thomas, de una violencia soterrada, donde la incomodidad se palpa.
Hay muchas elipsis que nos han impedido ver el desarrollo de sus personajes. Por ejemplo, para mí hubiera sido muy importante ver la conversación que supuestamente tienen Anat y Moti para que este le termine dando el billete de avión sin opción a nada, hecho una fiera y le despida fulminantemente del negocio. ¿Qué le cuenta ella? ¿Parte de de lo que sabe? Porque dudo que le hable de la historia de amor de su marido con Thomas...
Por otra parte, las dos escenas más logradas son las que cuando Anat le cuenta a Thomas el por qué del accidente que tiene Oren, donde Thomas intenta reprimir sus sentimientos, y quizás la mejor, la de la cocina, donde Anat comienza a seducir y meterle mano a Thomas, de una violencia soterrada, donde la incomodidad se palpa.