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Voto de Ferdydurke:
6
2016
Documental, Intervenciones de: Frank Zappa
7.0
204
Documental
Encuentro íntimo con este músico y compositor iconoclasta. A través de imágenes inéditas, el espectador participa en la provocación de un genio del siglo XX cuya forma de entender el mundo sigue siendo actualidad. (FILMAFFINIT)
5 de noviembre de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que nadie espere una biografía al uso o un exhaustivo análisis de la música o proceso creativo del famoso autor que da título a esta obra; tampoco grandes profundidades, ideas originales, revelaciones ignotas, merodeos o devaneos sorprendentes; es todo, solo eso, en cualquier momento, sin orden ni motivo, como decía Frank que había que trabajar para potenciar la creatividad. Pero tampoco del todo, ya que sí que sigue cierto criterio cronológico: le vemos de chaval lampiño, de maduro peludo más tarde y de señor venerable y tristemente enfermo al final. Hay algún recorrido, pero en general es una suma de opiniones y "actuaciones" musicales juntadas con cierto arbitrio o libertad, un poco a lo que salga. Y quizás con un tema recurrente y central que se podría resumir en la idea de una cruzada de Frank contra la omnímoda censura y la inconmensurable estupidez de la sociedad americana y, por extensión, de todas las demás; esa constante queja sobre el nulo entendimiento, interés y gusto de un pueblo aborregado y lobotomizado que se deja aturdir, atontar y guiar por unos dirigentes sin escrúpulos y una moral religiosa omnipresente y coercitiva (¿tal vez os suena de algo o se parece lejanamente al estado de cosas que con tanta inquina nos asola?). Nada nuevo bajo el sol, Frank. Verdades de Perogrullo dichas con convicción zumbona por este artista extravagante, iconoclasta, inteligente, arrogante y cachondo; autodidacta, de gran cultura musical (le hubiera gustado ser el eslabón perdido que hubiera unido la obra de Edgar Varese, Igor Stravinski y Anton Webern) clásica y de tendencia rockera como etiquetas gastadas, reduccionistas y que dicen más bien poco; sería en realidad un creador de verdad, obsesionado con su arte, satírico, maniático, perfeccionista, incansable trabajador, buscador e innovador; compositor, cantante, instrumentista, pensador y vividor; actor, escapista, teatrero, humorista y grave ciudadano; conservador, libertario y atrabiliario y muchas cosas más desordenadas y apretujadas o en contradicción tensa y constante.
Es interesante el documental. Aunque no gran cosa, superficial y un tanto raquítico y redundante, con poco lugar para la música (cachos de trozos de trizas) y mucho para las brillantes y obsesivas y vanidosas reflexiones de Zappa (aunque quizás más ingenuas en su empeño auto reivindicativo, y eso no es malo del todo, de lo que su pose o imagen de diabólico músico parecen dar a entender o él imagina o cree).
Es interesante el documental. Aunque no gran cosa, superficial y un tanto raquítico y redundante, con poco lugar para la música (cachos de trozos de trizas) y mucho para las brillantes y obsesivas y vanidosas reflexiones de Zappa (aunque quizás más ingenuas en su empeño auto reivindicativo, y eso no es malo del todo, de lo que su pose o imagen de diabólico músico parecen dar a entender o él imagina o cree).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Rosencrantz y Guildenstern (no) han muerto.
No hubiera entendido este documental en toda su posible extensión o pegada sin el hecho, al principio inesperado e inquietante, finalmente crucial y deslumbrante, que padecí/disfruté como un niño pequeño en comunión hippie, me refiero, qué duda cabe, a la pareja que se sentó unas filas más adelante que el que aquí os deleita con su prosa fina y que nada más empezar esta obra se puso a hablar sin parar y a (casi) voz en grito hasta muy cerca del final, ya agotados tras desmenuzar, hasta acabar de matarlos, sus apasionantes (esa pinta tenían los muy puñeteros) dimes y diretes, de alta alcurnia y mucho copete asuntos.
Os podrá parecer pura anécdota, vulgar, tribal y trivial, la mar de habitual, es lo que hay, el mundo es ansí, muy educado y siempre atento, más se perdió en la guerra. Nada que ver, fue una experiencia iluminadora y preciosa. Según Frank iba comentando con todo lujo de detalles y minuciosa claridad el horriblemente escaso interés que mostraba la gente por su maravillosa obra debido a su falta de gusto y sensibilidad, a su limitación y pobreza de espíritu, la pareja en cuestión más cotorreaba y menos atención, ninguna más bien, prestaba a la pantalla, era el arte en su versión real, cuando une teoría y práctica, pero, y ahí está la clave de lo valioso de la situación, en tiempo real, sincronizados Zappa (él, de hecho, estaría muy orgulloso de ellos, los amaría a modo, gracias, buena gente) y la pareja, él decía algo y ellos correspondían, coreaban, pasaban, desatendían, demostraban, confirmaban como cobayas felices e inconscientes, o no, lo que el maestro trataba de explicar en proporción matemática, exacta, lograda, copada, aupada, de tal modo que aquello se convirtió en algo mucho más importante que un simple documental, trascendió, se logró lo que se pretendía, fue música del gran Zappa en directo, fue concierto, sinfonía, epifanía, aurora, mezcla de solista y coros, suma de gruñidos, risas, suspiros, onomatopeyas, carraspeos, bufidos y otros sinuosos y sutiles berridos que acompañaban la voz, las melodías y las delicias del mito mismo.
Bien. Viva. Gracias. Hip hip hurra. Si no fuera por vosotros, esta crítica hubiera quedado coja y Frank incomprendido otra vez, nuevamente.
Es más, si por lo que fuera, os (queridos y admirados lectores) acercarais a una sala (o en vuestra casa lo mismo, o pareja o queja, a quien sea, al maestro armero) para ver este documental y no os diesen, como hecho de primera necesidad, una pareja de similares características a la mía (podrían ser también Rinconete y Cortadillo, Vladimir y Estragón, Zipi y Zape, Didí y Vavá, de la guardia civil, eso es lo de menos), yo, en vuestro caso, pediría la devolución del dinero o si no, la hoja de reclamaciones y la denuncia pertinente, ya que es seguro que el buen Zappa hubiera querido que estuvieran con vosotros, que no os dejaran tan solos.
No hubiera entendido este documental en toda su posible extensión o pegada sin el hecho, al principio inesperado e inquietante, finalmente crucial y deslumbrante, que padecí/disfruté como un niño pequeño en comunión hippie, me refiero, qué duda cabe, a la pareja que se sentó unas filas más adelante que el que aquí os deleita con su prosa fina y que nada más empezar esta obra se puso a hablar sin parar y a (casi) voz en grito hasta muy cerca del final, ya agotados tras desmenuzar, hasta acabar de matarlos, sus apasionantes (esa pinta tenían los muy puñeteros) dimes y diretes, de alta alcurnia y mucho copete asuntos.
Os podrá parecer pura anécdota, vulgar, tribal y trivial, la mar de habitual, es lo que hay, el mundo es ansí, muy educado y siempre atento, más se perdió en la guerra. Nada que ver, fue una experiencia iluminadora y preciosa. Según Frank iba comentando con todo lujo de detalles y minuciosa claridad el horriblemente escaso interés que mostraba la gente por su maravillosa obra debido a su falta de gusto y sensibilidad, a su limitación y pobreza de espíritu, la pareja en cuestión más cotorreaba y menos atención, ninguna más bien, prestaba a la pantalla, era el arte en su versión real, cuando une teoría y práctica, pero, y ahí está la clave de lo valioso de la situación, en tiempo real, sincronizados Zappa (él, de hecho, estaría muy orgulloso de ellos, los amaría a modo, gracias, buena gente) y la pareja, él decía algo y ellos correspondían, coreaban, pasaban, desatendían, demostraban, confirmaban como cobayas felices e inconscientes, o no, lo que el maestro trataba de explicar en proporción matemática, exacta, lograda, copada, aupada, de tal modo que aquello se convirtió en algo mucho más importante que un simple documental, trascendió, se logró lo que se pretendía, fue música del gran Zappa en directo, fue concierto, sinfonía, epifanía, aurora, mezcla de solista y coros, suma de gruñidos, risas, suspiros, onomatopeyas, carraspeos, bufidos y otros sinuosos y sutiles berridos que acompañaban la voz, las melodías y las delicias del mito mismo.
Bien. Viva. Gracias. Hip hip hurra. Si no fuera por vosotros, esta crítica hubiera quedado coja y Frank incomprendido otra vez, nuevamente.
Es más, si por lo que fuera, os (queridos y admirados lectores) acercarais a una sala (o en vuestra casa lo mismo, o pareja o queja, a quien sea, al maestro armero) para ver este documental y no os diesen, como hecho de primera necesidad, una pareja de similares características a la mía (podrían ser también Rinconete y Cortadillo, Vladimir y Estragón, Zipi y Zape, Didí y Vavá, de la guardia civil, eso es lo de menos), yo, en vuestro caso, pediría la devolución del dinero o si no, la hoja de reclamaciones y la denuncia pertinente, ya que es seguro que el buen Zappa hubiera querido que estuvieran con vosotros, que no os dejaran tan solos.