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Voto de TOM REGAN:
6
6.8
2,015
Drama
Edipo, hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas, es abandonado de niño para que se muera, al conocer por una profecía que será el asesino de su padre. Pero el niño es salvado y adoptado por el rey de Corinto. Sin conocer sus orígenes, regresa a Tebas cuando ya es adulto y se cruza en su camino con Layo. Tras una discusión, lo mata, sin saber que era su padre. Posteriormente contrae matrimonio en Tebas con la viuda del rey, es decir, su propia madre. (FILMAFFINITY) [+]
21 de octubre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
247/18(19/10/17) Muy sobrevalorada película. El polifacético artista boloñés (actor, periodista, filósofo, novelista, dramaturgo, pintor y figura política, y aquí director y guionista) Pier Paolo Pasolini es un creador complicado, complejo, ascético, extraño, de difícil degustación, no apto a todos los paladares, difícil entrar en su tan alabado cine, y yo soy uno de los que no trago con su modo seco y áspero de filmar, me atendré a esta película, y es que en un principio es una película atractiva y sugerente, con un arranque sugestivo pero a partir de su segundo tercio cae en una teatralidad impostada, en una escenografía cargante en su podredumbre, donde la pobreza de medios se hace patente con unas carencias expositivas que te alejan. Pasolini adaptó el guión libremente de la tragedia griega Edipo Rex y Edipo en Colona escrita por Sófocles en el 428 aC., influenciado por experiencias autobiográficas del realizador, se sentía con el complejo ídem, y quiso hacer la película como modo terapéutico de exorcizar sus demonios internos (los insertos contemporáneos tienen que ver con el boloñés). Aquí Edipo nace época moderna, hijo de soldado y chica de familia acomodada, el padre piensa matarlo por celos, no porque le revelan su hijo lo mataría. Historia que nos habla de la fuerza del destino, sobre el combatir lo previsible, sobre la búsqueda de la verdad, sobre los límites del amor, sobre el incesto.
Pasolini es uno de los directores más atípicos, no solo del cine italiano, sino de toda la historia del séptimo arte. Cuando rodó su primera película, de corte neorrealista, Accattone (1961), ya era un intelectual muy conocido en su país, donde había destacado fundamentalmente como poeta, pero enseguida se ganó un lugar de privilegio en la cinematografía merced a sus trasposiciones literarias. Deslumbró con El evangelio según San Mateo (1964) y reinterpretó el espíritu de la tragedia clásica en títulos como Edipo rey (1967) y Medea (1969). Logró gran repercusión y reconocimiento con sus versiones de El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (te, 1974), conocidas como la Trilogía de la Vida; y, por último, ofreció una dura crítica al fascismo y al capitalismo en Salò o los 120 días de Sodoma (1975), su película póstuma, estrenada poco después de su asesinato en la playa de Ostia.
Un hijo nace de joven pareja en la Italia de antes de la guerra. El padre a medida el hijo crece siente celos de la atención que la madre le dispensa; Entonces se produce una elipsis temporal y de espacio, saltamos siglos atrás, en medio de un desierto un bebé es abandonado. El niño es rescatado, llamado Edipo por el Rey Polybus (Ahmed Belhachmi) y la Reina Merope (Alida Valli) de Corinto y criado como su propio hijo. Cuando Edipo (Franco Citti) se entera de la profecía que predice matará a su padre y se casará con su madre, él se va de Corinto creyendo que Polybus y Merope son sus verdaderos padres; Tendrá importancia en el relato personajes como Laius (Luciano Bartoli), Rey de Tebas; La reina de Tebas, Jocasta (Silvana Mangano); El profeta Tiresia (Julian Beck); Nagelo (Ninetto Davoli, con el que Pasolini mantuvo una relación amorosa varios años, desde que tenía el actor 15 años), lazarillo de Tiresia.
Pasolini embiste su obra de un halo de ensueño con tintes pesadillescos, con elipsis disfuncionales, con muchos silencios, con mucho plano subjetivo, donde un velo de tono trágico envuelve el relato, ello por su ambientación hosca, donde el dolor interior se nos es traspasado de modo manipulador, porque lo dicta el guión, el fatalismo resulta un tanto infantil en su modo de trasladarnos la obra de Sófocles, pareciendo por momentos una suecada ridícula (ejemplo es la representación del Oráculo de Delfos, debiera ser un lugar suntuoso, son cinco personas debajo de un chaparro, o como Edipo acaba con el terror que atemoriza Tebas, una Esfinge risible), todo muy exagerado y de una intensidad impostada en su sobreactuación.
No es que en conjunto sea desdeñable, y es que se inicia de modo inquietante y atractivo en lo que promete: Vemos a través de una ventana en un segundo piso de la casa de un militar (de Mussolini, en alegoría del padre de Pier Paolo, este fue Carlo, un teniente de Mussolini que se hizo famoso por salvar la vida del Duce cuando el joven Anteo Zamboni atentó contra su vida), en un dormitorio con poca luz, una mujer da a luz a un hijo, en un ágil encadenado de elipsis temporales, vemos cómo el bebé crece hasta conseguir andar solo, mientras vemos sutilmente como el padre comienzan a surgirle celos por la atención que le presta la madre en detrimento de atenderle a él. En una noche de celebración nacional, el niño se levanta de la cama y se dirige hacia la ventana donde observa los fuegos artificiales, y se produce una elipsis; Pasamos a un paisaje árido y desértico, un hombre en harapos, lleva a un bebé desnudo atado a un palo, se detiene en medio de la nada y lo pone en el suelo, levanta la espada que lleva para matar al niño, se arrepiente, y lo deja allí abandonado para que muera; Habiendo algo más de tiempo en el que evolucionan temas en los que se critica de modo subliminal el fascismo, la intolerancia, los dogmas de fe, hablándonos de los celos, de los pensamientos retorcidos, en este tramo en que las incógnitas se deslizan de modo inteligente, con silencios manejados de modo incisivo para expresar sin hablar, pero entonces Edipo comienza su búsqueda de la “verdad”, y la cinta se desboca por senderos excesivos, maniqueos, forzados, el histrionismo lo rebosa todo, dándome igual lo que les pase a los personajes.
Pasolini es uno de los directores más atípicos, no solo del cine italiano, sino de toda la historia del séptimo arte. Cuando rodó su primera película, de corte neorrealista, Accattone (1961), ya era un intelectual muy conocido en su país, donde había destacado fundamentalmente como poeta, pero enseguida se ganó un lugar de privilegio en la cinematografía merced a sus trasposiciones literarias. Deslumbró con El evangelio según San Mateo (1964) y reinterpretó el espíritu de la tragedia clásica en títulos como Edipo rey (1967) y Medea (1969). Logró gran repercusión y reconocimiento con sus versiones de El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (te, 1974), conocidas como la Trilogía de la Vida; y, por último, ofreció una dura crítica al fascismo y al capitalismo en Salò o los 120 días de Sodoma (1975), su película póstuma, estrenada poco después de su asesinato en la playa de Ostia.
Un hijo nace de joven pareja en la Italia de antes de la guerra. El padre a medida el hijo crece siente celos de la atención que la madre le dispensa; Entonces se produce una elipsis temporal y de espacio, saltamos siglos atrás, en medio de un desierto un bebé es abandonado. El niño es rescatado, llamado Edipo por el Rey Polybus (Ahmed Belhachmi) y la Reina Merope (Alida Valli) de Corinto y criado como su propio hijo. Cuando Edipo (Franco Citti) se entera de la profecía que predice matará a su padre y se casará con su madre, él se va de Corinto creyendo que Polybus y Merope son sus verdaderos padres; Tendrá importancia en el relato personajes como Laius (Luciano Bartoli), Rey de Tebas; La reina de Tebas, Jocasta (Silvana Mangano); El profeta Tiresia (Julian Beck); Nagelo (Ninetto Davoli, con el que Pasolini mantuvo una relación amorosa varios años, desde que tenía el actor 15 años), lazarillo de Tiresia.
Pasolini embiste su obra de un halo de ensueño con tintes pesadillescos, con elipsis disfuncionales, con muchos silencios, con mucho plano subjetivo, donde un velo de tono trágico envuelve el relato, ello por su ambientación hosca, donde el dolor interior se nos es traspasado de modo manipulador, porque lo dicta el guión, el fatalismo resulta un tanto infantil en su modo de trasladarnos la obra de Sófocles, pareciendo por momentos una suecada ridícula (ejemplo es la representación del Oráculo de Delfos, debiera ser un lugar suntuoso, son cinco personas debajo de un chaparro, o como Edipo acaba con el terror que atemoriza Tebas, una Esfinge risible), todo muy exagerado y de una intensidad impostada en su sobreactuación.
No es que en conjunto sea desdeñable, y es que se inicia de modo inquietante y atractivo en lo que promete: Vemos a través de una ventana en un segundo piso de la casa de un militar (de Mussolini, en alegoría del padre de Pier Paolo, este fue Carlo, un teniente de Mussolini que se hizo famoso por salvar la vida del Duce cuando el joven Anteo Zamboni atentó contra su vida), en un dormitorio con poca luz, una mujer da a luz a un hijo, en un ágil encadenado de elipsis temporales, vemos cómo el bebé crece hasta conseguir andar solo, mientras vemos sutilmente como el padre comienzan a surgirle celos por la atención que le presta la madre en detrimento de atenderle a él. En una noche de celebración nacional, el niño se levanta de la cama y se dirige hacia la ventana donde observa los fuegos artificiales, y se produce una elipsis; Pasamos a un paisaje árido y desértico, un hombre en harapos, lleva a un bebé desnudo atado a un palo, se detiene en medio de la nada y lo pone en el suelo, levanta la espada que lleva para matar al niño, se arrepiente, y lo deja allí abandonado para que muera; Habiendo algo más de tiempo en el que evolucionan temas en los que se critica de modo subliminal el fascismo, la intolerancia, los dogmas de fe, hablándonos de los celos, de los pensamientos retorcidos, en este tramo en que las incógnitas se deslizan de modo inteligente, con silencios manejados de modo incisivo para expresar sin hablar, pero entonces Edipo comienza su búsqueda de la “verdad”, y la cinta se desboca por senderos excesivos, maniqueos, forzados, el histrionismo lo rebosa todo, dándome igual lo que les pase a los personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pasolini sustituye los clásicos coros griegos por tarjetas intertítulos, este elemento supongo que es un añadido más por las carencias de presupuesto, este apartado seguro también se ve condicionado por una puesta en escena muy pobre, rodando mayoritariamente en Italia (Bolonia y Pisa) la parte contemporánea y en una desértica Marruecos (alejándose de los paisajes que imaginó Sófocles para su Edipo), con un vestuario parco, con una escenografía de elementos como máscaras de influencias africanas, armamento estrafalario y ridículo, aparatosos, ejemplo esas espadas grotescas o esos cascos esperpénticos. Esto bajo la fotografía de Giuseppe Ruzzolini (“Teorema” o “Agáchate maldito!”), con constantes travellings y primeros planos en contrapicado, en marcadas tonalidades terrosas, con contraluces, con un montaje anárquico, de una pobreza expositiva por momentos cuasi-infantiloide. Se añade una música pretenciosa e hinchada, temas de clásica de Bach y Mozart, junto a el himno soviético, melodías populares de Japón, Rumanía, Marruecos, en una mezcolanza heterogénea desconcertante.
Franco Citti como Edipo resulta nada creíble, forzado, histriónico, sobrepasado, sin aportar mundo interior, se ve falso; Silvana Mangano está majestuosa, sensual Yocasta, regia, bella, sutil en su actuación, dejando entrever su atormentada alma en sus expresivos ojos; Julian Beck como Tiresius el profeta ciego, da un buen rendimiento anulando al blandito Citti cuando se enfrentan; Ninetto Davoli da una presencia plúmbea de poco más que lazarillo insípido; Alida Valli como Mérope, reina de Corinto y madre adoptiva de Edipo, embiste de expresividad incisiva a su rol; Como curiosidad decir que el director Pier Paolo Pasolini hace un cameo como sacerdote.
La mejor frase de la película se la dice la Esfinge, antes de morir, a Edipo: "Es inútil, el abismo al que tratas de arrojarme está dentro de ti", aplicable al propio Pasolini, y su alambicada existencia.
Spoiler:
El final no se adapta a la historia original, porque al quedarse ciego el que hace de lazarillo es el mismo que él que ayudaba a Tiresias, en vez de una de sus hijas, que ni siquiera aparecen.
En conjunto le doy un seis por lo que prometía al principio, algo que muchos films ni siquiera llegan a ofrecer, eso sí muy lastrado por más de una hora fatigosa. Fuerza y honor!!!
Franco Citti como Edipo resulta nada creíble, forzado, histriónico, sobrepasado, sin aportar mundo interior, se ve falso; Silvana Mangano está majestuosa, sensual Yocasta, regia, bella, sutil en su actuación, dejando entrever su atormentada alma en sus expresivos ojos; Julian Beck como Tiresius el profeta ciego, da un buen rendimiento anulando al blandito Citti cuando se enfrentan; Ninetto Davoli da una presencia plúmbea de poco más que lazarillo insípido; Alida Valli como Mérope, reina de Corinto y madre adoptiva de Edipo, embiste de expresividad incisiva a su rol; Como curiosidad decir que el director Pier Paolo Pasolini hace un cameo como sacerdote.
La mejor frase de la película se la dice la Esfinge, antes de morir, a Edipo: "Es inútil, el abismo al que tratas de arrojarme está dentro de ti", aplicable al propio Pasolini, y su alambicada existencia.
Spoiler:
El final no se adapta a la historia original, porque al quedarse ciego el que hace de lazarillo es el mismo que él que ayudaba a Tiresias, en vez de una de sus hijas, que ni siquiera aparecen.
En conjunto le doy un seis por lo que prometía al principio, algo que muchos films ni siquiera llegan a ofrecer, eso sí muy lastrado por más de una hora fatigosa. Fuerza y honor!!!