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Voto de TOM REGAN:
6
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Drama
Bob Roberts, un cantante folk, anuncia su candidatura al Senado de los Estados Unidos por el estado de Pennsylvania. La campaña electoral resulta ser una trama con fines económicos, racistas y militares. Un humilde periodista revela la verdadera personalidad e ideas del candidato y de sus colaboradores. (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
19/19(26/01/02) Ópera prima como director (también guioniza y protagoniza) del combativo (políticamente) actor Tim Robbins, un mockumentary (falso documental) en tono satírico, se hace un recorrido satírico por la campaña al senado USA de un (ficticio) controvertido político, un singular tipo que destaca por sus ideas populistas (y ultraconservadoras) que ensalza en medio de canciones country que él mismo interpreta. El realizador se basa en un segmento corto del mismo nombre y con el mismo carácter que Robbins hizo para el programa de humor Saturday Night Live, teniendo influencias del documental de 1967 “Do not Look Back”, protagonizado por Bob Dylan, también Robbins reconoce haber bebido del mockumentary “This is spinal tap” (1984) de Rob Reiner. La cinta resulta entretenida, con buenos momentos, una ácida crítica a los radicales republicanos, que sin nombrarlos queda claro que el “perverso” candidato cantarín es de este partido. Lo malo es que parece que el izquierdismo de Robbins no le deja ser sutil, y cae en la brocha gorda, componiendo subliminalmente un clima conspiranoico donde se mezclan los demonios (para Robbins el gobierno en la sombra) como la Comisión Nacional de Seguridad (la CIA) y la empresa armamentística, en un contubernio del mal en el que tangencialmente caen la corrupción del dinero público y en el narcotráfico, y donde la democracia puede ser manipulada por los manoseados medios de comunicación. El elenco actoral secundario es bastante nutrido en actores de nivel; John Cusack, Fred Ward, Bob Balaban, James Spader, Helen Hunt, David Strathairn, Jack Black, Alan Rickman y la esposa en la vida real de Robbins, Susan Sarandon. Destaca la presencia del escritor Gore Vidal este sin guión, expresándose en sus propias ideas políticas,
Estamos en Pennsylvania en 1990. Estamos en el duelo electoral por ser senador del estado entre un conservador (republicano) cantante popular, Bob Roberts (Tim Robbins), y otro progresista (demócrata) , Brickley Paiste (Gore Vidal). Es un (falso) documental que el cineasta británico Terry Manchester (Brian Murray), realiza siguiendo el “circo” itinerante de la campaña Roberts, este tiene como mecenas al misterioso ... (Alan Rickman). Un tipo que hace bandera de su lucha contra las drogas, de los valores familiares, del culto al dinero, etc. Durante este periplo aparecerá un reportero, Raplin (Giancarlo Esposito) que escarba en el pasado tormentoso de Roberts.
Tim Robbins denuncia en su film los desmanes que se pueden ejercer en nombre del pueblo, pero contra el pueblo, de cómo este puede ser moldeable al antojo de aquellos maestros de marionetas que conocen las reacciones de la gente ante diferentes acontecimientos. Arremetiendo con los más radicales del ala republicana, los denominados neocon o ahora los del “tea party”. Hace burla de la (supuesta) hipocresía de los políticos (para él los republicanos) que predican una cosa y hacen la contraria, haciendo sátira de cómo combinan lo público (su campaña senatorial) con lo personal (el mini-wall st. que tiene montado en el bus). Es un retrato agrio de cómo se puede hacer política a base de slogans, de frases fáciles de digerir (que se lo digan a Trump), y con ello dejar patente sus mensajes reaccionarios, un hombre que se “vende” como adalid del sueño americano, hecho a sí mismo, y que sabe manejar a la gente retorciendo los movimientos protestas de los 60 y dándoles un lavado demagógico de cara para colocarlos en el lado contrario de este ideario, se llama sí mismo un "conservador rebelde".
De los mejores momentos del film son cuando Bob Roberts entona canciones country con mensajes fundamentalistas y retrógrados, plagado el metraje de estos temas, interpretados con mucha credibilidad y pasión por el propio protagonista, bien sobre un escenario frente a sus seguidores/gruppies o en delirantes videoclips (excelsa la parodia del videoclip “Simple irresistible” de Robert Palmer), revestidas estas canciones de optimismo y buenismo como las enardecedoras, donde se hacen loas a la familia tradicional y al patriotismo (el último refugio de los canallas), y se ataca de modo simplista al comunismo y el consumo de drogas, escritos estos temas por Tim y David Robbins (hermano del director) “My land”, “Times Are Changing' Back” o el conmovedor (ataque de cinismo) “Wall Street Rap”, u otras más combativas o melancólicas como “I want to live”, “Drugs stink”, o “The voting song”, siendo este un recurso ingeniosamente y cínicamente utilizado, describiendo la personalidad demagógica-populista de Bob, una caricatura del reverso de Bob Dylan (atención a las portadas de los discos de Bob Roberts, los melómanos verán la parodia con los del reciente Premio Nobel) y de Woody Guthrie (parodiando la canción de This Land is Your Land), y con ello a los “beligerantes” cantautores izquierdistas.
Los dardos envenenados de Tim Robbins saben atacar con saña virulenta algunas costumbres de campaña en USA, ejemplo los denigrantes concursos de belleza, las apariciones de políticos en programas televisivos para niños, los lemas pomposos pero huecos de contenido, los debates políticos, y como las insidias y noticias de índole íntima con que se ataca amarillisticamente a algunos políticos (difama que algo queda).
Estamos en Pennsylvania en 1990. Estamos en el duelo electoral por ser senador del estado entre un conservador (republicano) cantante popular, Bob Roberts (Tim Robbins), y otro progresista (demócrata) , Brickley Paiste (Gore Vidal). Es un (falso) documental que el cineasta británico Terry Manchester (Brian Murray), realiza siguiendo el “circo” itinerante de la campaña Roberts, este tiene como mecenas al misterioso ... (Alan Rickman). Un tipo que hace bandera de su lucha contra las drogas, de los valores familiares, del culto al dinero, etc. Durante este periplo aparecerá un reportero, Raplin (Giancarlo Esposito) que escarba en el pasado tormentoso de Roberts.
Tim Robbins denuncia en su film los desmanes que se pueden ejercer en nombre del pueblo, pero contra el pueblo, de cómo este puede ser moldeable al antojo de aquellos maestros de marionetas que conocen las reacciones de la gente ante diferentes acontecimientos. Arremetiendo con los más radicales del ala republicana, los denominados neocon o ahora los del “tea party”. Hace burla de la (supuesta) hipocresía de los políticos (para él los republicanos) que predican una cosa y hacen la contraria, haciendo sátira de cómo combinan lo público (su campaña senatorial) con lo personal (el mini-wall st. que tiene montado en el bus). Es un retrato agrio de cómo se puede hacer política a base de slogans, de frases fáciles de digerir (que se lo digan a Trump), y con ello dejar patente sus mensajes reaccionarios, un hombre que se “vende” como adalid del sueño americano, hecho a sí mismo, y que sabe manejar a la gente retorciendo los movimientos protestas de los 60 y dándoles un lavado demagógico de cara para colocarlos en el lado contrario de este ideario, se llama sí mismo un "conservador rebelde".
De los mejores momentos del film son cuando Bob Roberts entona canciones country con mensajes fundamentalistas y retrógrados, plagado el metraje de estos temas, interpretados con mucha credibilidad y pasión por el propio protagonista, bien sobre un escenario frente a sus seguidores/gruppies o en delirantes videoclips (excelsa la parodia del videoclip “Simple irresistible” de Robert Palmer), revestidas estas canciones de optimismo y buenismo como las enardecedoras, donde se hacen loas a la familia tradicional y al patriotismo (el último refugio de los canallas), y se ataca de modo simplista al comunismo y el consumo de drogas, escritos estos temas por Tim y David Robbins (hermano del director) “My land”, “Times Are Changing' Back” o el conmovedor (ataque de cinismo) “Wall Street Rap”, u otras más combativas o melancólicas como “I want to live”, “Drugs stink”, o “The voting song”, siendo este un recurso ingeniosamente y cínicamente utilizado, describiendo la personalidad demagógica-populista de Bob, una caricatura del reverso de Bob Dylan (atención a las portadas de los discos de Bob Roberts, los melómanos verán la parodia con los del reciente Premio Nobel) y de Woody Guthrie (parodiando la canción de This Land is Your Land), y con ello a los “beligerantes” cantautores izquierdistas.
Los dardos envenenados de Tim Robbins saben atacar con saña virulenta algunas costumbres de campaña en USA, ejemplo los denigrantes concursos de belleza, las apariciones de políticos en programas televisivos para niños, los lemas pomposos pero huecos de contenido, los debates políticos, y como las insidias y noticias de índole íntima con que se ataca amarillisticamente a algunos políticos (difama que algo queda).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En el lado de lo malo: Robbins adolece de finura y sutilidad en una visión simplista entre lo bueno y puras que son las izquierdas (según las entienden allí) y lo corrompidas moralmente de las derechas (según las entienden allí), le falta exponer capas y no hacer un relato de buenos y malos; El punto de vista de Robbins condiciona en demasía la narración, convirtiéndola en maniquea y en demasía partidista, cuasi-propagandística de sus ideas políticas; Cae en cierto momentos en el bucle, en la redundancia, en lo remasticado, todo lineal, y sin apenas lugar a la sorpresa; Y es que el modo en que son representados los republicanos tan grotesco hace que el mensaje pierda toda fuerza, al hacerlos pérfidos y corruptos todos, haciéndolos convivir en mundo podrido donde todo (lo malo) cabe, incluso los votantes de este partido son reflejados como dementes, y frente a ellos los demócratas y sus simpatizantes son expuestos como íntegros, nobles, y rectos, otorgándoles patente de corso para insultar (Fascista y nazi llama el personaje de John Cusack a Bob Roberts), gran ejercicio de tolerancia (ataque de cinismo); Y es que en sus ansias de darnos su mensaje deglutido se excede, pues a Robbins no le basta con presentarnos al republicano extremista en su ideario fundamentalista, en sus paradojas y contradicciones, en su discurso fatuo y simplista (soluciones fáciles para problemas grandes), sobre su populismo, pero no le basta al realizador con esto, debe sumergirlo en una subtrama de criminalidad, donde queda metido con calzador el reportero “justiciero” para subrayar de modo pasado de vueltas que solo se puede ser republicano siendo un malvado, habría estado mejor confrontar las dos ideología sin caer en el trazo grueso-panfletario, es como querer espetarnos cuidado que esas ideas reaccionarias solo son posibles con la mochila de los “corruptos”; Y sobre todo le echo en falta tomarse menos en serio, le falta algo de humor.
Tim Robbins borda su papel de carismático político populista, sabe irradiar contención cuando debe, y fulgor en el momento adecuado, dejando traslucir tras su sonrisa un pérfida personalidad, magnífico cuando canta. Alan Rickman queda un poco acartonado y caricaturesco, al que solo le faltan cuernos, rabo y un tridente para dejar clara su perverso carácter. Gore Vidal hace de sí mismo, y como no, lo hace muy bien, aportando rectitud e integridad. Giancarlo Esposito queda un estereotipo sin alma, que más que un sagaz reportero trasluce cierta demencia en su proceder. El resto del numeroso elenco son cuasi-cameos, aunque destacaré el bufonesco de un Jack Black que más que votante de Roberts parece un seguidor de “Satán”.
La puesta en escena resulta buena en su reflejo del mockumentary, con un estimable diseño de producción de Richard Hoover (“Pena de muerte” o “Payback”), rodando en casi todo en diferentes lugares del estado de Pennsylvania (USA), además de en el Jefferson Memorial (Columbia), recreando con esmero el bullicio de una campaña electoral, con sus mítines, medios de comunicación, debates, etc. Esto ensalzado por la fotografía de Jean Lépine (“El juego de Hollywood” o “Pret-a-porter”), que dota vigor documentalista la acción con mucha cámara en mano, con tonos apagados y sobrios, excelente en el modo que rueda los videoclips. Destacable es la labor de edición de Lisa Zero Churgion (“Pena de muerte” o “Gattaca”), que imprime de gran ritmo y sensación verité los cambios de perspectivas constantes, de la campaña a la tele, de ahí al candidato demócrata, al reportero, en un popurrí bien hilado que da energía al relato.
En conjunto me queda un cinta que nos habla con ánimo manipulador de los populismo y sus cuasi-infantiles slogans, de lo tóxicos que pueden ser, una especie de premonición del “advenimiento” del nuevo salvapatrias Donald Trump, aunque adolece de falta de sutilidad. Fuerza y honor!!!
Tim Robbins borda su papel de carismático político populista, sabe irradiar contención cuando debe, y fulgor en el momento adecuado, dejando traslucir tras su sonrisa un pérfida personalidad, magnífico cuando canta. Alan Rickman queda un poco acartonado y caricaturesco, al que solo le faltan cuernos, rabo y un tridente para dejar clara su perverso carácter. Gore Vidal hace de sí mismo, y como no, lo hace muy bien, aportando rectitud e integridad. Giancarlo Esposito queda un estereotipo sin alma, que más que un sagaz reportero trasluce cierta demencia en su proceder. El resto del numeroso elenco son cuasi-cameos, aunque destacaré el bufonesco de un Jack Black que más que votante de Roberts parece un seguidor de “Satán”.
La puesta en escena resulta buena en su reflejo del mockumentary, con un estimable diseño de producción de Richard Hoover (“Pena de muerte” o “Payback”), rodando en casi todo en diferentes lugares del estado de Pennsylvania (USA), además de en el Jefferson Memorial (Columbia), recreando con esmero el bullicio de una campaña electoral, con sus mítines, medios de comunicación, debates, etc. Esto ensalzado por la fotografía de Jean Lépine (“El juego de Hollywood” o “Pret-a-porter”), que dota vigor documentalista la acción con mucha cámara en mano, con tonos apagados y sobrios, excelente en el modo que rueda los videoclips. Destacable es la labor de edición de Lisa Zero Churgion (“Pena de muerte” o “Gattaca”), que imprime de gran ritmo y sensación verité los cambios de perspectivas constantes, de la campaña a la tele, de ahí al candidato demócrata, al reportero, en un popurrí bien hilado que da energía al relato.
En conjunto me queda un cinta que nos habla con ánimo manipulador de los populismo y sus cuasi-infantiles slogans, de lo tóxicos que pueden ser, una especie de premonición del “advenimiento” del nuevo salvapatrias Donald Trump, aunque adolece de falta de sutilidad. Fuerza y honor!!!