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Cine negro. Drama
En una pequeña ciudad unos ladrones atracan un banco y se produce un asesinato, que parece haber sido cometido por un apocado empleado de la entidad asaltada. Se trata de Leon Poole, que resulta ser el cómplice que había proporcionado a los ladrones la información necesaria para realizar el atraco. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2011
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama criminal realizado por Budd Boetticher (1916-2001) a partir de un excelente guión de Harold Medford, que desarrolla un argumento de John y Ward Hawkins. Se rueda en exteriores de L.A. (CA) y en interiores reales, con un presupuesto de serie B. Producido por Robert L. Jacks para Crow Productions, se estrena el 2-III-1956 (EEUU). La acción dramática tiene lugar en L.A. en diciembre de 1954.
Olvidado durante años y desconocido por gran parte de los cinéfilos, el film constituye un trabajo de gran interés que brinda al aficionado la oportunidad de gozar del descubrimiento de un pequeño tesoro oculto durante años, pese a la buenas críticas que tuvo en su momento y a las advertencias que dejaron publicadas algunos críticos eminentes.
La historia incluye un atraco cometido por una banda criminal en una oficina bancaria de L.A. con la ayuda de un cómplice que trabaja en ella. Juzgado y condenado a 3 penas de 10 años de presidio, a los 3 años consigue escapar. Lo hace con el propósito de vengarse. La narración de la huida y la persecución de la que es objeto, se desarrollan con admirable intensidad y con un pulso sostenido que absorbe la atención del espectador, al que no se concede ni un segundo de tregua. La escena en la que el film alcanza el clímax está construida con gran habilidad, tanto desde el punto de vista visual, como desde el punto de vista emocional. La lucha entre contrarios topa con incidencias que permiten al relato crear un crescendo dramático vigoroso, potente y fascinante.
La historia es sencilla, el realizador resuelve las dificultades del oficio con aparente facilidad y culmina su labor con un metraje de solo 73 minutos. No es el único drama criminal de Boetticher: en 1960 dirige la historia de gángsters titulada “La ley del hampa”. El guión de la obra que comentamos introduce en el género la figura del criminal psicópata, que prefigura personajes de autores tan eminentes como Hitchcock (“Psicosis”, 1960) y otros. La esposa del policía, Lila Warner (Fleming), también anticipa rasgos característicos de personajes futuros.
Las interpretaciones de Joseph Cotten (“El tercer hombre”, Reed, 1949) y Rhonda Fleming (“Duelo de titanes”, Sturges, 1957) son convincentes, pero por encima de ellos se sitúa el trabajo de Wendell Corey ("El farsante", Anthony, 1956) en el papel de Leon Poole, el malvado que ha perdido la razón por causas que el espectador conoce y comprende. En este caso y en otros el guión facilita al espectador información que los actores no conocen.
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Olvidado durante años y desconocido por gran parte de los cinéfilos, el film constituye un trabajo de gran interés que brinda al aficionado la oportunidad de gozar del descubrimiento de un pequeño tesoro oculto durante años, pese a la buenas críticas que tuvo en su momento y a las advertencias que dejaron publicadas algunos críticos eminentes.
La historia incluye un atraco cometido por una banda criminal en una oficina bancaria de L.A. con la ayuda de un cómplice que trabaja en ella. Juzgado y condenado a 3 penas de 10 años de presidio, a los 3 años consigue escapar. Lo hace con el propósito de vengarse. La narración de la huida y la persecución de la que es objeto, se desarrollan con admirable intensidad y con un pulso sostenido que absorbe la atención del espectador, al que no se concede ni un segundo de tregua. La escena en la que el film alcanza el clímax está construida con gran habilidad, tanto desde el punto de vista visual, como desde el punto de vista emocional. La lucha entre contrarios topa con incidencias que permiten al relato crear un crescendo dramático vigoroso, potente y fascinante.
La historia es sencilla, el realizador resuelve las dificultades del oficio con aparente facilidad y culmina su labor con un metraje de solo 73 minutos. No es el único drama criminal de Boetticher: en 1960 dirige la historia de gángsters titulada “La ley del hampa”. El guión de la obra que comentamos introduce en el género la figura del criminal psicópata, que prefigura personajes de autores tan eminentes como Hitchcock (“Psicosis”, 1960) y otros. La esposa del policía, Lila Warner (Fleming), también anticipa rasgos característicos de personajes futuros.
Las interpretaciones de Joseph Cotten (“El tercer hombre”, Reed, 1949) y Rhonda Fleming (“Duelo de titanes”, Sturges, 1957) son convincentes, pero por encima de ellos se sitúa el trabajo de Wendell Corey ("El farsante", Anthony, 1956) en el papel de Leon Poole, el malvado que ha perdido la razón por causas que el espectador conoce y comprende. En este caso y en otros el guión facilita al espectador información que los actores no conocen.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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La fotografía de Lucien Ballard (“Atraco perfecto”, Kubrick, 1956), compone una brillante y acertada visualidad que convierte en un relevante elemento dramático. Las avenidas y las calles despersonalizadas de L.A. constituyen un escenario que aporta a la historia un marco que explica y justifica la psicología de la banda y que la da cobertura y amparo. El color de las fachadas se asemeja al de los ladrones de manera que se da a entender que la ciudad les brinda refugio y protección para pasar desapercibidos. Las escenas de la secuencia central tienen lugar en la noche de un día lluvioso que permite a Ballard crear planos y combinaciones de planos capaces de generar sensaciones de angustia, peligro y amenaza. El film muestra la modernidad de los hogares americanos provistos en 1954 de teléfono, radio, nevera eléctrica y televisor.
La banda sonora, de Lionel Newman, ofrece cortes perturbadores y composiciones de acompañamiento en momentos culminantes, de gran fuerza expresiva. Añade un grato y envolvente tema de amor.
La fotografía de Lucien Ballard (“Atraco perfecto”, Kubrick, 1956), compone una brillante y acertada visualidad que convierte en un relevante elemento dramático. Las avenidas y las calles despersonalizadas de L.A. constituyen un escenario que aporta a la historia un marco que explica y justifica la psicología de la banda y que la da cobertura y amparo. El color de las fachadas se asemeja al de los ladrones de manera que se da a entender que la ciudad les brinda refugio y protección para pasar desapercibidos. Las escenas de la secuencia central tienen lugar en la noche de un día lluvioso que permite a Ballard crear planos y combinaciones de planos capaces de generar sensaciones de angustia, peligro y amenaza. El film muestra la modernidad de los hogares americanos provistos en 1954 de teléfono, radio, nevera eléctrica y televisor.
La banda sonora, de Lionel Newman, ofrece cortes perturbadores y composiciones de acompañamiento en momentos culminantes, de gran fuerza expresiva. Añade un grato y envolvente tema de amor.