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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Pomelo
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de marzo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima de Márta Mészáros funciona como alegato social y político de la Hungría de 1968: en un contexto de lucha contra la opresión soviética, la directora enmarca este proceso en el contrastante vínculo entre la tradición y la modernidad. Una joven huérfana de Budapest viaja al pueblo donde vive la mujer que la tuvo que dar en adopción, y se encuentra con un hogar patriarcal y tirano. La ilusión de conocer sus orígenes se chocan contra la realidad de un ámbito familiar violento y opresivo, donde el rol subsidiario de la mujer en la estructura social y familiar será motivo de desencanto, incluso de la negación filial.
Protagonizada por la carismática estrella pop del momento Kati Kovács, Budapest mira de manera condescendiente las costumbres más tradicionales y así ensaya una especie de saludo de despedida a un mundo tachado de arcaico. Mientras tanto, mira con un poco de desconfianza la promesa occidental de prosperidad. Tal vez con algo de curiosidad, por qué no. En esa síntesis, Mészáros hace equilibrio entre un anticomunismo sutil y ciertas posibilidades de igualdad de género que no son del todo mal acogidas por las prácticas de una Budapest otoñal, distante.
Formalmente, la dirección tiene un pulso sutil y fluido, como si fuera una mano experimentada quien cuenta una historia que, con algún bache narrativo, dispone de un guión sencillo y sólido, mostrándose como una lúcida tributaria de la nouvelle vague, sobria y delicada a la vez. Herencia enriquecedora que bien supo incorporar el cine de la Europa del este post stalinista.
Pomelo
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7
16 de enero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pickpocket es una cinta extensa y calma, donde la cámara invita a un ejercicio antropológico mezclándose con los personajes de una ciudad pequeña. Todo aquí parece llevarnos a presenciar una agonía y a anunciar el futuro: de la mano de las tribulaciones de su protagonista, Pickpocket nos muestra las vicisitudes de un mundo que en vías de extinción. El aire que se respira es el de un fin de ciclo, las exequias del pasado, y la incertidumbre de lo que vendrá. Desde la perspectiva personal y existencial de su protagonista, Zhangke se anima a relatar y a anticipar el proceso político y social de un país que hoy se puede decir que no es el mismo, pero que en 1997 representaba una incógnita. Ver este filme en 2021 hace parecer que fue rodado hace 70 años, y es inevitable pensar una ciudad casi rural, en otra versión futurista e hiperdesarrollada.
Pomelo
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9
8 de febrero de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ánimo de amar (2001) es una película del chino hongkonés Wong Kar Wai, cuyo título traducido literalmente es La magnificencia de los años pasa como las flores. Se trata de una historia de amor signada por el desencuentro, la frustración y la amargura, caracterizada por un estilismo basado principalmente en el cuidado de la composición de cada encuadre, la puesta en escena embellecedora de cada elemento descripto, como la vestimenta y la delicadeza de la expresión corporal de los personajes principales. El director construye una forma de esteticismo propia del video clip posmoderno, y una narrativa con una cadencia hipnótica, donde los sucesos se van encadenando de manera casi imperceptible, y así el dramatismo se desarrolla en aumento pero con la angustiante sensación de que ese desenlace nunca va a llegar, o al menos no lo hará de la manera que el espectador desea.
Uno de los elementos más expresivos que utiliza Wong Kar Wai es la banda sonora, donde el tema central es Yumeji's theme, del compositor japonés Shigeru Umebayashi. Una canción instrumental que funciona como leit motiv que va organizando ese relato que avanza a partir de una acumulación de sucesos cotidianos que parecen inconducentes, pero las repetidas frustraciones y desencuentros le van a ir dando una forma cada vez más acabada. La sensación de tristeza, desesperanza y soledad infinitas no estarían tan perfectamente representadas si no fuera por esta melodía penetrante y conmovedora, que interpela directamente al estado de ánimo del espectador. Una pieza desgarradora, sentida e inolvidable para aquellas almas castigadas por el desamor.
Pomelo
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8
8 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aftersun de Charlotte Wells, fue ganadora del premio del jurado en la Semana Internacional de la Crítica este año en Cannes. El debut en pantalla grande de esta escocesa de 35 años que nos plantea un viaje retrospectivo (¿y autorreferencial?) marcado por la relación filial entre la protagonista y su padre.
Tierno, emotivo y sensible, el film consiste en un gran flashback de Sophie, quien se pasa una tarde viendo los videos de unas vacaciones a sus 11 años en el mediterráneo con su progenitor. El viaje consiste en un intento de ambos por recuperar el tiempo perdido por la ausencia. Sophie (Francesca Corio, de brillante performance) es una niña a quien la adolescencia se le precipita de manera voraz en forma de preguntas inquietantes y ganas de vivir, donde el vínculo con su padre (Paul Mescal) está en pleno proceso de construcción, y su figura es una referencia permanente. Uno de los puntos altos de la película es precisamente la química actoral entre ellos, que hace que por momentos la película logre momentos deliciosos.
La cinta transcurre en un tono de cierta festividad melancólica, casi inocentemente. Pero ahí es donde reside el mérito narrativo del filme: no aporta precisiones ni cae en golpes bajos, sino que simplemente se dedica a sugerir. Aftersun es un enorme ejercicio de sugerencias. Constantes, esas insinuaciones logran que el relato continúe dando vueltas por la cabeza del espectador durante el visionado y durante los días (¿semanas, meses, años?) subsiguientes. Es en ese ejercicio donde el espectador va armando la trama, que es nada más y nada menos que encontrar las respuestas que de grande se hace la propia protagonista, y en esa sucesión de "fichas que van cayendo" es que llegamos a dimensionar el significado (para ambos) de ese viaje tan representativo en la definición no sólo de su identidad, sino del sentido que para Sophie tiene la vida misma.
Pomelo
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9
1 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores películas de 2017 es The Disaster Artist, un filme de James Franco que repone la vida y obra de un tal Tommy Wiseau, un excéntrico “realizador cinematográfico” obsesionado con James Dean, de quien no se cuentan con demasiados datos biográficos: dice haber nacido y crecido en New Orleans (aunque su balbuceado acento sea de Kansas o Texas), pero también se rumorea que nació en Poznan, Polonia, en 1968 ó 1969 (y no tenga vergüenza en comportarse como un veinteañero a sus treinta y largos), no lo sabemos. A su vez, Wiseau se jacta de tener un grado (con honores) en psicología, o ser un experto en Shakesperare, aunque nada esto se pueda comprobar. Tal es el misterio que el propio Wiseau teje sobre su propia figura. En 2003 produce su primer largometraje de manera autofinanciada, con guión propio y protagonizada por él mismo, la surrealista, bizarra, absurda, sin sentido, incoherente y penosa The Room. Y es sobre la figura de Wiseau, y principalmente sobre dicho infame filme, que Franco construye un relato biográfico, basado en las memorias de quien fuera compañero de andanzas durante años, Greg Sestero (The Disaster Artist: My Life Inside The Room, the Greatest Bad Movie Ever Made).
Protagonizada por el propio Franco, la película trae a la memoria a Ed Wood (Tim Burton), siendo Wiseau un personaje tan excéntrico como Wood, y The Room una obra casi tan ridícula y sin sentido artístico como Plan 9 from outer space: ambos filmes despiertan un interés que tiene más que ver con el culto a la chatarra fílmica y al gusto por lo kitsch y lo bizarro que por lo meramente cinematográfico.
Vale la pena por sí solo adentrarse en el personaje de Wiseau por un lado, y en la realización y condiciones de producción (insólitas) de The Room por otro, además de hacerse un divertido y ácido recorrido por las estúpidas reglas de funcionamiento de la industria cinematográfica hollywoodense. Y, por qué no, en el camino, terminar adorando a Tommy Wiseau.
Pomelo
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