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Voto de Jordirozsa:
6
4.7
91
Terror
El joven adolescente Jude descubre que todos y cada uno de los miedos que le han aterrorizado desde su infancia se han convertido en realidad. (FILMAFFINITY)
12 de enero de 2021
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin más, Chris Eigeman aborda una temática muy interesante, con la que enseguida podemos evocar la película "Freqüency", de Gregory Hoblit, con Jim Caviezel y Dennis Quaid (por la relación padre-hijo), o la saga de "Regreso al Futuro", de Robert Zemeckis, con Michael J. Fox y el mítico Christopher Lloyd, de quien me atrevería a decir que el joven protagonista de "Seven in Heaven", Travis Tope, tiene un parecido en su fisionomía (¿curioso, no?).
Con estas analogías, pero sin hacer más compleja la historia con la variable del tiempo, se nos presenta un argumento "fácil" de conceptualizar (relativamente), y sin demasiadas pretensiones en el desarrollo de su trama.
El director, que también guionista, parece querer asegurarse de que, por un lado, podrá resolver el hilo sin atropellos finales, y que, por otra, queda claro lo que quiere contar y como hacerlo. Tanto, quizás, que puede saber a poco y quedarse en la superficie de algo que podría haber exprimido un poco con alguna sub trama, por ejemplo, o involucrando más a otros personajes, e incluso introduciendo más elementos narrativos.
No parece querer arriesgarse, y da la impresión pues, como ya he leído en alguna otra crítica, que es una película de adolescentes, hecha para adolescentes... y "por" un adolescente; no quiero sugerir que Eigeman, con sus 55 tacos sea adolescente (todos conservamos algo de ello a lo largo de nuestra vida hasta la senectud), sino que se pone en su piel, tanto para contar lo que sucede, como a la hora de tener claro cuál es el perfil de espectador al que va prioritariamente destinada la cinta; seguramente por exigencias de los que van a vender el producto: digerible, sin confusiones, ni dar a pie a demasiadas interpretaciones abiertas.
Con esta simplicidad, por la que se resiste a sacar más miga al asunto, sale un rodillo bien estructurado i comprensible; atractivo a sus potenciales consumidores.
Pero lo que por una parte puede ser un punto fuerte de la película, de otro lado la hace demasiado convencional, y en algún momento algo insulsa. A pesar de ello, consigue mantener la atención sin que se antoje un bostezo, o las ganas de apretar el "pause" para ir a echarse un pitillo.
La interpretación de los actores es algo menos que decentilla en su mayor parte, y lo que ayuda al protagonista es su fisionomía, con esa mirada algo saltona y un atractivo natural que a su edad no hace demasiada diferencia entre feos y guapos. Al igual con las chicas, y el resto del elenco. A Gary Cole se le ve un poco más de garbo, más por su veteranía que por el esmero que pueda poner en el papel.
Aparte de los planos con iluminación diurna, que sólo aparecen (intencionadamente o no), al principio y al final, la trama se desenvuelve en escenarios nocturnos, o con iluminación artificial dentro de la casa donde se celebra la "party" de "teens", del amigo que los invita a todos. En esa tesitura tenebrosa, difícil está darle matices y vidilla a la fotografía, que se resuelve muy bien con la diferencia de tonalidades para cada una de las "realidades" diferentes en que se hallan los personajes (más roja en el "mundo paralelo"), y dotarlos así de su propia atmósfera.
La banda sonora no pasa de ese chumba-chumba machacón que acaba con la paciencia de cualquiera (por eso se quejan los vecinos, seguramente). Y ya si por falta de presupuesto, o de conocimientos en el área, se nos priva de una buena partitura orquestal, que un Mikós Rózsa en su tiempo habría dotado a la historia de esa salsa metalingüística que ha sazonado muchos filmes de estas características, e incluso los ha salvado cuando parecían perdidos en taquilla sin solfa alguna.
El contexto ambiental, sólo con la oscuridad y esos efectos lumínicos, sin vestuarios estrafalarios, ni decorados recargados, consigue encajar con una sobriedad ejemplar, permitiendo al espectador centrarse en la interpretación, y en el devenir de los acontecimientos.
Los diálogos no es que brillen por su elaboración, pero van a la tónica de la simplicidad del guión, y de la claridad que aparentemente quiere mantener el montaje.
Interesante, pues, sin querer bucear demasiado para no perderse en la oscuridad del fondo.
Con estas analogías, pero sin hacer más compleja la historia con la variable del tiempo, se nos presenta un argumento "fácil" de conceptualizar (relativamente), y sin demasiadas pretensiones en el desarrollo de su trama.
El director, que también guionista, parece querer asegurarse de que, por un lado, podrá resolver el hilo sin atropellos finales, y que, por otra, queda claro lo que quiere contar y como hacerlo. Tanto, quizás, que puede saber a poco y quedarse en la superficie de algo que podría haber exprimido un poco con alguna sub trama, por ejemplo, o involucrando más a otros personajes, e incluso introduciendo más elementos narrativos.
No parece querer arriesgarse, y da la impresión pues, como ya he leído en alguna otra crítica, que es una película de adolescentes, hecha para adolescentes... y "por" un adolescente; no quiero sugerir que Eigeman, con sus 55 tacos sea adolescente (todos conservamos algo de ello a lo largo de nuestra vida hasta la senectud), sino que se pone en su piel, tanto para contar lo que sucede, como a la hora de tener claro cuál es el perfil de espectador al que va prioritariamente destinada la cinta; seguramente por exigencias de los que van a vender el producto: digerible, sin confusiones, ni dar a pie a demasiadas interpretaciones abiertas.
Con esta simplicidad, por la que se resiste a sacar más miga al asunto, sale un rodillo bien estructurado i comprensible; atractivo a sus potenciales consumidores.
Pero lo que por una parte puede ser un punto fuerte de la película, de otro lado la hace demasiado convencional, y en algún momento algo insulsa. A pesar de ello, consigue mantener la atención sin que se antoje un bostezo, o las ganas de apretar el "pause" para ir a echarse un pitillo.
La interpretación de los actores es algo menos que decentilla en su mayor parte, y lo que ayuda al protagonista es su fisionomía, con esa mirada algo saltona y un atractivo natural que a su edad no hace demasiada diferencia entre feos y guapos. Al igual con las chicas, y el resto del elenco. A Gary Cole se le ve un poco más de garbo, más por su veteranía que por el esmero que pueda poner en el papel.
Aparte de los planos con iluminación diurna, que sólo aparecen (intencionadamente o no), al principio y al final, la trama se desenvuelve en escenarios nocturnos, o con iluminación artificial dentro de la casa donde se celebra la "party" de "teens", del amigo que los invita a todos. En esa tesitura tenebrosa, difícil está darle matices y vidilla a la fotografía, que se resuelve muy bien con la diferencia de tonalidades para cada una de las "realidades" diferentes en que se hallan los personajes (más roja en el "mundo paralelo"), y dotarlos así de su propia atmósfera.
La banda sonora no pasa de ese chumba-chumba machacón que acaba con la paciencia de cualquiera (por eso se quejan los vecinos, seguramente). Y ya si por falta de presupuesto, o de conocimientos en el área, se nos priva de una buena partitura orquestal, que un Mikós Rózsa en su tiempo habría dotado a la historia de esa salsa metalingüística que ha sazonado muchos filmes de estas características, e incluso los ha salvado cuando parecían perdidos en taquilla sin solfa alguna.
El contexto ambiental, sólo con la oscuridad y esos efectos lumínicos, sin vestuarios estrafalarios, ni decorados recargados, consigue encajar con una sobriedad ejemplar, permitiendo al espectador centrarse en la interpretación, y en el devenir de los acontecimientos.
Los diálogos no es que brillen por su elaboración, pero van a la tónica de la simplicidad del guión, y de la claridad que aparentemente quiere mantener el montaje.
Interesante, pues, sin querer bucear demasiado para no perderse en la oscuridad del fondo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película maneja relativamente bién la mayoría de elementos simbólicos y narrativos, en una típica estructura de presentación, nudo y desenlace, que va en línea recta, a pesar de haber podido dar algunos rodeos interesantes.
Utiliza como percha el juego de "Seven in Heaven", típico (por lo que he leído) de las fiestas colegiales con música enlatada, alcohol y ligoteos. Y es la puerta de entrada a este mundo paralelo al que ya se hace sucinta referencia en la clase del principio con el profe sustituto, a la que Jude se resiste a ir porque tiene que acabar un trabajo: con esa teoría de las bolas que explica, y que luego dice que se inventa para salvar su falta aparente de atención. Es como si quisiera ser la justificación de lo que sucederá después.
El segundo plano existencial al que se ven abocados Jude y June (enfatizado por la luz roja), representa aquello que les da más miedo: lo que en principio rechazan de si mismos, lo que no quieren ser: cuando Jude ve su "otra" habitación, percibe algo diametralmente opuesto a lo que representa de él... más bien sería la habitación de Derek. Allí, todo está invertido... incluso la preferencia final de Jude por June, dejado de lado a la que parece su novia "de facto" en el "otro lado". Y en el armario, entre los dos mundos, en la lucha entre consciente y el inconsciente no deseado, es donde se consuma lo que reza el dicho: "el roce hace el cariño".
El lápiz roto, la herida que con él se hace Jude al entrar en el armario, y la inicial resistencia a tomar a June, son aparentes indicios de la represión de sus malvados deseos.
La carta con la imagen de la madre vestida de cabaretera, quiere ser la llave que une ambas realidades... la seña a la que no acabo de ver, más allá de esto, un significado claro. Simplemente, la explicación que le hace al final la mamá a Jude, sobre un antojo gracioso como origen de la baraja, lo percibo como advertencia del director a navegantes psicoanalistas, de que con el rojo y la foto no se les vaya la pinza a hacer interpretaciones edípicas.
Más claramente guías del seguro retorno a la realidad son: la figura del padre de Jude (un fantasma o una figura proyectada que se hace él mismo en esta especie de dimensión onírica), que le da la "fórmula mágica" final (aunque de forma atropellada y confusa), para salir del apuro (ahí veo algo chapucilla que se improvise la entrada a una habitación, quedando June fuera chillando, mientras los persiguen todos los "anti" personajes, como una manada de zombies hambrientos).
Y el personaje de Gary Cole, el profesor, que actúa como centinela de ese oscuro páramo. Por una parte, encaja perfectamente su actuación ahí, con lo que le dice al principio a Jude: que es "el responsable de guiarle y orientarle".
El profesor el único que no cambia en el proceso de transición de un lado a otro. Aunque chirría un poco esa extraña influencia que tiene para que los policías y los que están en la casa dejen paso franco a la pareja. En este punto, transmite la sensación de no querer alargar más, de toque de silbato: ya es hora de que la historia termine.
Finalmente, otro aspecto que no acaba de encajar es el significado de que Derek decida encerrarse en el armario: ¿curiosidad del chico para saber lo que hay a ese otro lado, con pie a una secuela? ¿o la consciente voluntad de ir a donde será como Jude, ya que allí todo se invierte? Sin la ayuda con la que ha contado Jude, le será difícil "salir de este armario".
Utiliza como percha el juego de "Seven in Heaven", típico (por lo que he leído) de las fiestas colegiales con música enlatada, alcohol y ligoteos. Y es la puerta de entrada a este mundo paralelo al que ya se hace sucinta referencia en la clase del principio con el profe sustituto, a la que Jude se resiste a ir porque tiene que acabar un trabajo: con esa teoría de las bolas que explica, y que luego dice que se inventa para salvar su falta aparente de atención. Es como si quisiera ser la justificación de lo que sucederá después.
El segundo plano existencial al que se ven abocados Jude y June (enfatizado por la luz roja), representa aquello que les da más miedo: lo que en principio rechazan de si mismos, lo que no quieren ser: cuando Jude ve su "otra" habitación, percibe algo diametralmente opuesto a lo que representa de él... más bien sería la habitación de Derek. Allí, todo está invertido... incluso la preferencia final de Jude por June, dejado de lado a la que parece su novia "de facto" en el "otro lado". Y en el armario, entre los dos mundos, en la lucha entre consciente y el inconsciente no deseado, es donde se consuma lo que reza el dicho: "el roce hace el cariño".
El lápiz roto, la herida que con él se hace Jude al entrar en el armario, y la inicial resistencia a tomar a June, son aparentes indicios de la represión de sus malvados deseos.
La carta con la imagen de la madre vestida de cabaretera, quiere ser la llave que une ambas realidades... la seña a la que no acabo de ver, más allá de esto, un significado claro. Simplemente, la explicación que le hace al final la mamá a Jude, sobre un antojo gracioso como origen de la baraja, lo percibo como advertencia del director a navegantes psicoanalistas, de que con el rojo y la foto no se les vaya la pinza a hacer interpretaciones edípicas.
Más claramente guías del seguro retorno a la realidad son: la figura del padre de Jude (un fantasma o una figura proyectada que se hace él mismo en esta especie de dimensión onírica), que le da la "fórmula mágica" final (aunque de forma atropellada y confusa), para salir del apuro (ahí veo algo chapucilla que se improvise la entrada a una habitación, quedando June fuera chillando, mientras los persiguen todos los "anti" personajes, como una manada de zombies hambrientos).
Y el personaje de Gary Cole, el profesor, que actúa como centinela de ese oscuro páramo. Por una parte, encaja perfectamente su actuación ahí, con lo que le dice al principio a Jude: que es "el responsable de guiarle y orientarle".
El profesor el único que no cambia en el proceso de transición de un lado a otro. Aunque chirría un poco esa extraña influencia que tiene para que los policías y los que están en la casa dejen paso franco a la pareja. En este punto, transmite la sensación de no querer alargar más, de toque de silbato: ya es hora de que la historia termine.
Finalmente, otro aspecto que no acaba de encajar es el significado de que Derek decida encerrarse en el armario: ¿curiosidad del chico para saber lo que hay a ese otro lado, con pie a una secuela? ¿o la consciente voluntad de ir a donde será como Jude, ya que allí todo se invierte? Sin la ayuda con la que ha contado Jude, le será difícil "salir de este armario".