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Voto de Bloomsday:
7
14 de septiembre de 2006
195 de 202 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula minimalista sobre los desheredados, la soledad e incomunicación (recurrentes en el director)... Película de escaso presupuesto, fotografía en blanco y negro, con actores underground, banda sonora de Tom Waits, un relato fragmentado mediante la abundancia de tiempos muertos, la importancia del espacio y la poca importancia del argumento...
Todo parte de una película de tremendo encanto, humor marciano y, como de la enumeración de esos elementos se desprende, auténtica independencia. Pero todo inconsistente ante la que me parece la principal característica: la forma que tiene Jarmusch de construir lo que nos está contando (y voy más allá de silencios, planos fijos, movimientos de actores y elipsis).
La vertiente más, digamos, tradicional del cine manejaba (y maneja, no es algo exclusivo del cine clásico aunque sí es más característico) una máxima: si quitas algo y la historia sigue funcionando es que sobra. Es decir, una labor de “poda” al servicio de una máquina narrativa perfectamente engrasada de tal manera que todo lo superfluo quede “ausente”.
Mostrar lo superfluo fue una de las características, por ejemplo, de Godard y la Nouvelle Vague, y Jarmusch, tomando buena nota de ello, le da una vuelta de tuerca al asunto; por supuesto lo superfluo muchas veces sirve para conocer a los personajes, pero Jarmusch, como digo, va más allá.
Jarmusch parece llevar la contraria a esa máxima y decir: todo lo que sirva a los fines de una narración tradicional hay que quitarlo. Configurando así una “narración por ausencias” que va en contra de los hábitos de la costumbre cinematográfica. Las presentaciones de los personajes (salvo la de Waits) son a través de diálogos insustanciales, cuando la policía los atrapa lo que nosotros vemos es la conversación (con toda la insipidez de una conversación a tiempo real) en la que se deciden a dar el paso que les llevará a la cárcel, no vemos casi su detención, juicio o ingreso en prisión, sólo una tremenda elipsis y luego la cárcel. Con la fuga igual, nada de preparativos ni ejecución del plan (que es lo que una película convencional nos mostraría o incluso lo que sería el nudo de la misma, pero que aquí es engullido por una elipsis descomunal); en la posterior huída no se recrea en persecuciones, sólo en conversaciones, de nuevo y aparentemente, insustanciales... Las propias relaciones de los personajes están configuradas a través de diálogos de escasa profundidad en apariencia, nada de un desarrollo convencional de personalidades. Incluso ahí Jarmusch omite lo “esencial” y se queda con lo que normalmente no está en las películas.
¿Aplicaciones prácticas de esto? Amigo, no hace falta dinero para contar una historia. La “narración por ausencias” es posible, puede hacerse, es divertida. Y lo ausente no cuesta apenas dinero.
Las críticas anteriores desmenuzan lo fundamental de forma magnífica así que me conformo con, simplemente, bosquejar esta idea.
...
Todo parte de una película de tremendo encanto, humor marciano y, como de la enumeración de esos elementos se desprende, auténtica independencia. Pero todo inconsistente ante la que me parece la principal característica: la forma que tiene Jarmusch de construir lo que nos está contando (y voy más allá de silencios, planos fijos, movimientos de actores y elipsis).
La vertiente más, digamos, tradicional del cine manejaba (y maneja, no es algo exclusivo del cine clásico aunque sí es más característico) una máxima: si quitas algo y la historia sigue funcionando es que sobra. Es decir, una labor de “poda” al servicio de una máquina narrativa perfectamente engrasada de tal manera que todo lo superfluo quede “ausente”.
Mostrar lo superfluo fue una de las características, por ejemplo, de Godard y la Nouvelle Vague, y Jarmusch, tomando buena nota de ello, le da una vuelta de tuerca al asunto; por supuesto lo superfluo muchas veces sirve para conocer a los personajes, pero Jarmusch, como digo, va más allá.
Jarmusch parece llevar la contraria a esa máxima y decir: todo lo que sirva a los fines de una narración tradicional hay que quitarlo. Configurando así una “narración por ausencias” que va en contra de los hábitos de la costumbre cinematográfica. Las presentaciones de los personajes (salvo la de Waits) son a través de diálogos insustanciales, cuando la policía los atrapa lo que nosotros vemos es la conversación (con toda la insipidez de una conversación a tiempo real) en la que se deciden a dar el paso que les llevará a la cárcel, no vemos casi su detención, juicio o ingreso en prisión, sólo una tremenda elipsis y luego la cárcel. Con la fuga igual, nada de preparativos ni ejecución del plan (que es lo que una película convencional nos mostraría o incluso lo que sería el nudo de la misma, pero que aquí es engullido por una elipsis descomunal); en la posterior huída no se recrea en persecuciones, sólo en conversaciones, de nuevo y aparentemente, insustanciales... Las propias relaciones de los personajes están configuradas a través de diálogos de escasa profundidad en apariencia, nada de un desarrollo convencional de personalidades. Incluso ahí Jarmusch omite lo “esencial” y se queda con lo que normalmente no está en las películas.
¿Aplicaciones prácticas de esto? Amigo, no hace falta dinero para contar una historia. La “narración por ausencias” es posible, puede hacerse, es divertida. Y lo ausente no cuesta apenas dinero.
Las críticas anteriores desmenuzan lo fundamental de forma magnífica así que me conformo con, simplemente, bosquejar esta idea.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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El travelling lateral del inicio con la canción de Waits (disco Rain Dogs absolutamente imprescindible) y Nueva Orleans forma parte de mi memoria músico-cinéfila al nivel de la entrada de Keitel en el bar con los Rolling de fondo en Mean Streets, el acoso a Janet Leigh en Sed de mal o el “crescendo” de Grieg en El nacimiento de una nación.
De todas formas, lo fundamental en Jarmusch en una sensación que me deja. La sensación de que el cine puede ser otra cosa y que, por extensión, la lógica, el tiempo, la vida en definitiva, también. Nos plantea casi un mundo paralelo, propio, extraño. Hay pocas cosas como ver una peli de Jarmusch en el cine, salir a la vez que anochece y recorrer tu ciudad de vuelta a casa. Ese paseo, mil veces repetido, es por un momento algo distinto también, ambiguo, deja de ser intrascendente aunque lo sea en apariencia. Como el cine de Jarmusch.
Y sí, supongo que además es una película lenta.
El travelling lateral del inicio con la canción de Waits (disco Rain Dogs absolutamente imprescindible) y Nueva Orleans forma parte de mi memoria músico-cinéfila al nivel de la entrada de Keitel en el bar con los Rolling de fondo en Mean Streets, el acoso a Janet Leigh en Sed de mal o el “crescendo” de Grieg en El nacimiento de una nación.
De todas formas, lo fundamental en Jarmusch en una sensación que me deja. La sensación de que el cine puede ser otra cosa y que, por extensión, la lógica, el tiempo, la vida en definitiva, también. Nos plantea casi un mundo paralelo, propio, extraño. Hay pocas cosas como ver una peli de Jarmusch en el cine, salir a la vez que anochece y recorrer tu ciudad de vuelta a casa. Ese paseo, mil veces repetido, es por un momento algo distinto también, ambiguo, deja de ser intrascendente aunque lo sea en apariencia. Como el cine de Jarmusch.
Y sí, supongo que además es una película lenta.