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Voto de Javicaysa:
4
6.9
4,717
Drama
A pesar de haber perdido su trabajo, Michel vive feliz con Marie-Claire desde hace treinta años. Sus hijos y sus nietos los llenan de alegría. Tienen amigos muy cercanos. Están orgullosos de sus actividades sindicales y políticas. Sus conciencias son tan transparentes como sus miradas. Pero ese bienestar salta por los aires cuando dos hombres armados y enmascarados los golpean, los atan y se fugan con sus tarjetas de crédito. (FILMAFFINITY) [+]
25 de abril de 2012
101 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los telefilmes americanos es frecuente que, durante la primera media hora, se nos muestre la felicidad extrema de un personaje o de una familia; el espectador ya sabe que el arte, aunque sea malo, no se ha inventado para narrar la felicidad (que es una cosa que más bien se vive), e intuye con tino que pronto ocurrirá alguna desgracia. De lo contrario, ¿qué clase de trama sería ésa? Aunque Las nieves del Kilimanjaro intente disfrazarse de película francesa sutil, pequeña, sublime y preciosa, sus procedimientos narrativos son, sin duda, dignos de cualquier mala película: su afán es manipular al espectador de modo burdo, para arrancarle a trompicones algún tipo de empatía.
En la primera escena vemos cómo una empresa portuaria recorta personal para no cerrar. Veinte serán los despedidos a causa del bien común. En vez de analizar a cada empleado, o fijar un criterio de antigüedad, se hace un sorteo. Da lo mismo que uno tenga 62 años y le queden meses para jubilarse; o que alguien padezca una minusvalía; o que haya un inepto entre los empleados: se sortea; y, al que le toque, pues despedido. El protagonista, Michel, que es un sindicalista honesto y bueno, se incluye en el bombo de los posibles despedidos: y le toca. Éste es el absurdo punto de partida, el hecho inverosímil.
A continuación regresa a su casa mirando al infinito, mientras suena una música triste de fondo para que así el espectador –por si acaso está despistado– sepa que hay que ponerse triste. No sabe el pobre Michel cómo decirle a su mujer que está despedido. Pero se lo dice, y añade que quizá fuese de idiotas el haber incluido su nombre. Éste es el momento dramático, tenso, duro, social.
Su mujer le mira, le sonríe, y (como si no hubiera pasado nada), contesta suspirando: “¡Qué duro es vivir con un héroe!”. Éste es el momento tierno, chiquitito, lleno de amor, de humor sano, de ironía sutil y europea, de intimidad y optimismo.
Pues bien: toda la película repite el mismo esquema. Pasa algo inverosímil, se da un momento de tensión dramática, y luego todos son muy buenos, y ríen mucho, y abren una puerta al infinito optimismo. Lo cual resulta, a la larga, increíble e irritante.
En conjunto una película artificial, construida de modo evidente y previsible, que juega sucio para que todos nos emocionemos y riamos por cojones, y que, aunque muchos incautos caigan en su juego, pues para eso está hecho, no es sino una sucesión de diálogos desastrosos, humor simplón, y escenas inverosímiles. Y del final, ni hablamos.
Más ejemplos concretos de por qué la película hace agua, en el spoiler. Y encima en algunos (un lujo) explico por qué el director la cagó con esas escenas.
En la primera escena vemos cómo una empresa portuaria recorta personal para no cerrar. Veinte serán los despedidos a causa del bien común. En vez de analizar a cada empleado, o fijar un criterio de antigüedad, se hace un sorteo. Da lo mismo que uno tenga 62 años y le queden meses para jubilarse; o que alguien padezca una minusvalía; o que haya un inepto entre los empleados: se sortea; y, al que le toque, pues despedido. El protagonista, Michel, que es un sindicalista honesto y bueno, se incluye en el bombo de los posibles despedidos: y le toca. Éste es el absurdo punto de partida, el hecho inverosímil.
A continuación regresa a su casa mirando al infinito, mientras suena una música triste de fondo para que así el espectador –por si acaso está despistado– sepa que hay que ponerse triste. No sabe el pobre Michel cómo decirle a su mujer que está despedido. Pero se lo dice, y añade que quizá fuese de idiotas el haber incluido su nombre. Éste es el momento dramático, tenso, duro, social.
Su mujer le mira, le sonríe, y (como si no hubiera pasado nada), contesta suspirando: “¡Qué duro es vivir con un héroe!”. Éste es el momento tierno, chiquitito, lleno de amor, de humor sano, de ironía sutil y europea, de intimidad y optimismo.
Pues bien: toda la película repite el mismo esquema. Pasa algo inverosímil, se da un momento de tensión dramática, y luego todos son muy buenos, y ríen mucho, y abren una puerta al infinito optimismo. Lo cual resulta, a la larga, increíble e irritante.
En conjunto una película artificial, construida de modo evidente y previsible, que juega sucio para que todos nos emocionemos y riamos por cojones, y que, aunque muchos incautos caigan en su juego, pues para eso está hecho, no es sino una sucesión de diálogos desastrosos, humor simplón, y escenas inverosímiles. Y del final, ni hablamos.
Más ejemplos concretos de por qué la película hace agua, en el spoiler. Y encima en algunos (un lujo) explico por qué el director la cagó con esas escenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1- De repente la hija le cuenta a su madre que cree que su marido le engaña. Su madre muestra absoluta indiferencia y le dice que haga lo que crea. La subtrama de la hija desaparece. Fin del asunto. SOLUCIÓN: Es que así la madre suelta un mensaje.
2- El policía, en un gesto de caballerosidad, deja que Michel entre en la sala de interrogatorios con una porra (y un brazo en cabestrillo) para zurrar al chaval que le robó. Para que hable un poco con él. ¡Venga ya, hombre! Qué buen rollo de policía vengativo, ¿no? La mujer se enfada y se marcha. SOLUCIÓN: Es que así el prota pierde los nervios, y el personaje avanza.
3- Lo mejor es que, en los dos careos entre Michel y el ladrón, el ladrón sólo sabe decir que Michel vive mejor que él. Así que él, parece ser, tenía derecho y hasta razón al robarle, atarle, golpearle, apuntarle, y traumatizar a su cuñada. Y Michel, que es un hombre bueno, ¡se calla y otorga! ¡Venga ya, hombre! Al menos dile que ese no es el medio, joder.
4- Le roban dos tarjetas de crédito, sacan a la misma hora pasta de dos cajeros, les atan, les golpean, y les tienen toda la noche hechos mierda... ¡y no basta con eso y la denuncia para recuperar lo robado! Madre mía, ¿con qué banco tenían sus tarjetas? Es que ni en tiempos del Señor Rockefeller eran tan ladinos. Para denunciar al banco, desde luego. SOLUCIÓN: Es que así da más pena el prota.
5- Niños, niños por doquier. Cantando, riendo, hablando, jugando. Los niños siempre sirven para que los espectadores se pongan tiernos. Niños que, como personajes construidos, son planos cual esterillas. Les gusta la nocilla, van al colegio, y se ríen. Qué bien. SOLUCIÓN: Los niños emocionan a mucha gente con sólo aparecer.
6- Para que todo sea más tierno, se pasan el día comiendo, fregando, pensando en el porche, planchando, limpiando cosas, preparando la comida. Real y hermoso como la vida misma. Cuánta sencillez.
7- La hermana traumatizada... ahora llora, ahora desaparece como personaje. Ahora tiene una escena preciosa, ahora nos da lo mismo. SOLUCIÓN: así se hace más complicado el dilema del prota.
8- ¿Por qué todo Dios entra en la casa de los niños como Pedro por su casa? Parece el metro. Y los niños, tan panchos. Tan felices. Comen su nutella y tan ricamente. ¿Que su hermano está en el trullo? ¿Qué más dá? SOLUCIÓN: Si no se ponen estas cosas absurdas, es que nada avanza la trama. A ver cómo entran. Y a ver qué pintan unos niños traumatizados. No señor.
9- La madre del "malo", grotesca. Va de repente y le cuenta su vida a una señora que de nada conoce. Me recordó a Belén Estaban; pero Belén no malgastaría tanta saliva. SOLUCIÓN: para dar información, para que la peli no cojee tanto.
En fin, el problema es que el director no sabe cómo hacer que la trama avance hasta donde él quiere (hasta su final), y necesita desesperadamente llegar hasta ahí como sea.
2- El policía, en un gesto de caballerosidad, deja que Michel entre en la sala de interrogatorios con una porra (y un brazo en cabestrillo) para zurrar al chaval que le robó. Para que hable un poco con él. ¡Venga ya, hombre! Qué buen rollo de policía vengativo, ¿no? La mujer se enfada y se marcha. SOLUCIÓN: Es que así el prota pierde los nervios, y el personaje avanza.
3- Lo mejor es que, en los dos careos entre Michel y el ladrón, el ladrón sólo sabe decir que Michel vive mejor que él. Así que él, parece ser, tenía derecho y hasta razón al robarle, atarle, golpearle, apuntarle, y traumatizar a su cuñada. Y Michel, que es un hombre bueno, ¡se calla y otorga! ¡Venga ya, hombre! Al menos dile que ese no es el medio, joder.
4- Le roban dos tarjetas de crédito, sacan a la misma hora pasta de dos cajeros, les atan, les golpean, y les tienen toda la noche hechos mierda... ¡y no basta con eso y la denuncia para recuperar lo robado! Madre mía, ¿con qué banco tenían sus tarjetas? Es que ni en tiempos del Señor Rockefeller eran tan ladinos. Para denunciar al banco, desde luego. SOLUCIÓN: Es que así da más pena el prota.
5- Niños, niños por doquier. Cantando, riendo, hablando, jugando. Los niños siempre sirven para que los espectadores se pongan tiernos. Niños que, como personajes construidos, son planos cual esterillas. Les gusta la nocilla, van al colegio, y se ríen. Qué bien. SOLUCIÓN: Los niños emocionan a mucha gente con sólo aparecer.
6- Para que todo sea más tierno, se pasan el día comiendo, fregando, pensando en el porche, planchando, limpiando cosas, preparando la comida. Real y hermoso como la vida misma. Cuánta sencillez.
7- La hermana traumatizada... ahora llora, ahora desaparece como personaje. Ahora tiene una escena preciosa, ahora nos da lo mismo. SOLUCIÓN: así se hace más complicado el dilema del prota.
8- ¿Por qué todo Dios entra en la casa de los niños como Pedro por su casa? Parece el metro. Y los niños, tan panchos. Tan felices. Comen su nutella y tan ricamente. ¿Que su hermano está en el trullo? ¿Qué más dá? SOLUCIÓN: Si no se ponen estas cosas absurdas, es que nada avanza la trama. A ver cómo entran. Y a ver qué pintan unos niños traumatizados. No señor.
9- La madre del "malo", grotesca. Va de repente y le cuenta su vida a una señora que de nada conoce. Me recordó a Belén Estaban; pero Belén no malgastaría tanta saliva. SOLUCIÓN: para dar información, para que la peli no cojee tanto.
En fin, el problema es que el director no sabe cómo hacer que la trama avance hasta donde él quiere (hasta su final), y necesita desesperadamente llegar hasta ahí como sea.