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Voto de Ferdydurke:
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6.0
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Thriller. Drama
La vida de Erica Bain (Jodie Foster), una locutora de radio neoyorquina, da un giro dramático cuando una noche, en plena calle, ella y su prometido (Naveen Andrews) reciben una brutal paliza a raíz de la cual él muere. Incapaz de superar la tragedia, Erica sigue rondando la zona en la que los atacaron, buscando pistas que la lleven a los responsables. Un agente de policía (Terrence Howard) intuye sus intenciones y trata de evitar que se ... [+]
21 de noviembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias de Nueva York. Black Betty.
Las mujeres no se disparan a la cabeza, lo hacen al corazón. Las mujeres no son justicieras ni matan a desconocidos, matan a sus hijos o a sus maridos y demás familiares, a la gente que más quieren.
Ha llegado el circo a la ciudad.
El comienzo es increíblemente tópico y nauseabundo (el edén virginal justo antes de la manzana y la serpiente o a máxima felicidad-bondad mayor, más estrepitoso el castigo será, dios con más saña os hará penar, más dolor injusto y cruel te corresponderá como en un bazar, no arrienda la ganancia, purga sideral, la relación es siempre, en estos casos abyecto psicotrónico peliculeros, directamente proporcional, como en un loco correccional, de atar), truculento y absurdo en ese montaje paralelo sexo brutal y el resto es poco más o menos lo mismo, no tan extremo ni desagradable, exagerado o violento, pero si cabe más idiota u oligofrénico hasta llegar a un final absolutamente delirante u obsceno.
Apología burra y descarada, una vez más, para qué vamos a disimular si nos lo van a celebrar, infinitas muestras hay de ello, lo tuyo es una obsesión, en el cine gringo de entretiempo, del asesinato a sangre fría y por propia mano, uno solo se da gusto como ninguno ajeno sabe hacerlo, por supuesto, ya que el mal a combatir es aberrante y, sobre todo, no tiene el más mínimo sentido, aparece por generación espontánea, está agazapado en el subsuelo, junto a la basura y las ratas, las alcantarillas de la ciudad, es banal y abismal, no busca ningún objetivo, se vale por sí mismo, no tiene lógica o forma que analizar valga la pena, es autista y onanista, ciego y salvaje, se consume en un instante, busca la destrucción por el placer de contemplarla y vivirla o disfrutarla, nunca es un medio para conseguir algo, bienes o patrimonio, es siempre un fin autoconclusivo y estúpido, cerrado y agosto, majadero, muy especialmente, claro, entre las clases bajas (los hispanos y negros, los blancos son también malos, pero, ya de paso, se quedan con algo, tienen más cerebro, no están tan subdesarrollados, algo más han evolucionado, viven a lo grande, con tremendos negocios y muchos cochazos, con estupendos trajes y corbatas, su mal no es ni mucho menos tan necio, más bien una excusa gozosa para abrirse paso a machetazos en la selva de la vida neoyorquina), obedece a un cretinismo congénito, se supone, a su condición inherente de subhumanos, peores que cucarachas a las que es necesario y urgente, más pronto que tarde, exterminar, borrar de la faz de la tierra, ya que su agarrapatada existencia solo depara espanto y miseria a espuertas, dolor sin cuento en todos los demás, son un error garrafal de dios, una abominación sin parangón. Por lo tanto, nadie con dos dedos de frente y algo de humanidad se puede negar a aplastarlos como a sucios escarabajos peloteros, como a sabandijas o sanguijuelas, moscas o musarañas, siniestros alienígenas de rebajas, black sabbath.
Nos presentan un sistema sin garantías ni salvaguardas que se puedan tener mínimamente en cuenta, para variar, donde el ciudadano honrado o medio, feliz, sano, sin miedo, muy amoroso y bello es atacado sin que nadie haga nada para evitarlo o para castigar a los facinerosos que el hecho aciago o funesto con tanta mala baba e impunidad han perpetrado, donde las mayores bestias campan a sus anchas, donde la policía es completamente inútil y ni hablar de leyes, instituciones o demás instrumentos del estado que ni aparecen o existen, pura entelequia, fantasmagoría, leyenda, entramado que brilla por su clamorosa ausencia o gran y corrupta negligencia. Es la ley de la jungla más infecta, Hobbes, y la única posible salida a este panorama tan aterrador e implacable, a tanto horror constante y abarullado, consiste, por tanto, en armarse hasta los dientes, pillar una pistola por lo menos para ir tirando, Jodie aprendió la lección de De Niro, está claro, de puta a asesina hay un paso, e ir a por ellos, a por esas alimañas de la noche, a espachurrarlas sin freno contra los azulejos del suelo, a desinfectar la ciudad llena de chusma ajena y mezclada de aquella rara manera, toda esa turbia gentuza sifilítica que proviene de no se sabe bien dónde y que vive en un estado precivilizado, practicando todavía sacrificios humanos, engorrinados en incestos y otros del demonio engendros, vudú, satanismo, ouija, películas de miedo, le compran su alma al diablo en una pelea ilegal y muy clandestina de perros del averno.
Ella es una periodista de alto copete, muy ilustrada y poética la perspicaz elementa, oficio o hecho profesional que a partir de un determinado momento, esta mala gente del cine, olvida completamente cuando antes les había interesado tanto o parecido tan perfecto, lleno de enjundia e ingenio.
Él es un policía puesto por el ayuntamiento para crear algo de suspense y emoción, ¿la descubrirá o no?, ¿se enamorarán o tal vez?, ¿follarán como leones?, oh, cuánta emoción, con, cómo no, serios problemas personales y, seguro, todo apunta a ello, muy alcohólicos, es lo que tienen los maderos, muy listo y concienzudo y competente, ojos verdes como el trigo verde.
Se encuentran y olisquean como canes callejeros, almas que vagan solitarias por la noche más oscura, dos corazones rotos que se lamen las heridas y se animan y escuchan y apoyan y hasta se echan una mano encima y no al cuello precisamente, calor humano si tanto nos necesitamos.
Las mujeres no se disparan a la cabeza, lo hacen al corazón. Las mujeres no son justicieras ni matan a desconocidos, matan a sus hijos o a sus maridos y demás familiares, a la gente que más quieren.
Ha llegado el circo a la ciudad.
El comienzo es increíblemente tópico y nauseabundo (el edén virginal justo antes de la manzana y la serpiente o a máxima felicidad-bondad mayor, más estrepitoso el castigo será, dios con más saña os hará penar, más dolor injusto y cruel te corresponderá como en un bazar, no arrienda la ganancia, purga sideral, la relación es siempre, en estos casos abyecto psicotrónico peliculeros, directamente proporcional, como en un loco correccional, de atar), truculento y absurdo en ese montaje paralelo sexo brutal y el resto es poco más o menos lo mismo, no tan extremo ni desagradable, exagerado o violento, pero si cabe más idiota u oligofrénico hasta llegar a un final absolutamente delirante u obsceno.
Apología burra y descarada, una vez más, para qué vamos a disimular si nos lo van a celebrar, infinitas muestras hay de ello, lo tuyo es una obsesión, en el cine gringo de entretiempo, del asesinato a sangre fría y por propia mano, uno solo se da gusto como ninguno ajeno sabe hacerlo, por supuesto, ya que el mal a combatir es aberrante y, sobre todo, no tiene el más mínimo sentido, aparece por generación espontánea, está agazapado en el subsuelo, junto a la basura y las ratas, las alcantarillas de la ciudad, es banal y abismal, no busca ningún objetivo, se vale por sí mismo, no tiene lógica o forma que analizar valga la pena, es autista y onanista, ciego y salvaje, se consume en un instante, busca la destrucción por el placer de contemplarla y vivirla o disfrutarla, nunca es un medio para conseguir algo, bienes o patrimonio, es siempre un fin autoconclusivo y estúpido, cerrado y agosto, majadero, muy especialmente, claro, entre las clases bajas (los hispanos y negros, los blancos son también malos, pero, ya de paso, se quedan con algo, tienen más cerebro, no están tan subdesarrollados, algo más han evolucionado, viven a lo grande, con tremendos negocios y muchos cochazos, con estupendos trajes y corbatas, su mal no es ni mucho menos tan necio, más bien una excusa gozosa para abrirse paso a machetazos en la selva de la vida neoyorquina), obedece a un cretinismo congénito, se supone, a su condición inherente de subhumanos, peores que cucarachas a las que es necesario y urgente, más pronto que tarde, exterminar, borrar de la faz de la tierra, ya que su agarrapatada existencia solo depara espanto y miseria a espuertas, dolor sin cuento en todos los demás, son un error garrafal de dios, una abominación sin parangón. Por lo tanto, nadie con dos dedos de frente y algo de humanidad se puede negar a aplastarlos como a sucios escarabajos peloteros, como a sabandijas o sanguijuelas, moscas o musarañas, siniestros alienígenas de rebajas, black sabbath.
Nos presentan un sistema sin garantías ni salvaguardas que se puedan tener mínimamente en cuenta, para variar, donde el ciudadano honrado o medio, feliz, sano, sin miedo, muy amoroso y bello es atacado sin que nadie haga nada para evitarlo o para castigar a los facinerosos que el hecho aciago o funesto con tanta mala baba e impunidad han perpetrado, donde las mayores bestias campan a sus anchas, donde la policía es completamente inútil y ni hablar de leyes, instituciones o demás instrumentos del estado que ni aparecen o existen, pura entelequia, fantasmagoría, leyenda, entramado que brilla por su clamorosa ausencia o gran y corrupta negligencia. Es la ley de la jungla más infecta, Hobbes, y la única posible salida a este panorama tan aterrador e implacable, a tanto horror constante y abarullado, consiste, por tanto, en armarse hasta los dientes, pillar una pistola por lo menos para ir tirando, Jodie aprendió la lección de De Niro, está claro, de puta a asesina hay un paso, e ir a por ellos, a por esas alimañas de la noche, a espachurrarlas sin freno contra los azulejos del suelo, a desinfectar la ciudad llena de chusma ajena y mezclada de aquella rara manera, toda esa turbia gentuza sifilítica que proviene de no se sabe bien dónde y que vive en un estado precivilizado, practicando todavía sacrificios humanos, engorrinados en incestos y otros del demonio engendros, vudú, satanismo, ouija, películas de miedo, le compran su alma al diablo en una pelea ilegal y muy clandestina de perros del averno.
Ella es una periodista de alto copete, muy ilustrada y poética la perspicaz elementa, oficio o hecho profesional que a partir de un determinado momento, esta mala gente del cine, olvida completamente cuando antes les había interesado tanto o parecido tan perfecto, lleno de enjundia e ingenio.
Él es un policía puesto por el ayuntamiento para crear algo de suspense y emoción, ¿la descubrirá o no?, ¿se enamorarán o tal vez?, ¿follarán como leones?, oh, cuánta emoción, con, cómo no, serios problemas personales y, seguro, todo apunta a ello, muy alcohólicos, es lo que tienen los maderos, muy listo y concienzudo y competente, ojos verdes como el trigo verde.
Se encuentran y olisquean como canes callejeros, almas que vagan solitarias por la noche más oscura, dos corazones rotos que se lamen las heridas y se animan y escuchan y apoyan y hasta se echan una mano encima y no al cuello precisamente, calor humano si tanto nos necesitamos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El perro la reconoce y la busca, claro, memoria histórica canina que se dice o conoce entre los más adustos adiestradores, los que salen en la tele, casi como los telepredicadores, el poli se ofrece en holocausto, se sacrifica en aras de la más bella y poética y verdadera y santa y de envergadura justicia y al final suena una musiquita la mar de tierna y sensible, tan delicada y chula, qué bonita, lógicamente, que nos confirma por si albergábamos alguna triste duda que tras la necesaria y hermosa carnicería el mundo es ahora un lugar mucho más puro y seguro que antes, que hace un rato, ha sido limpiado, de hecho, de algunas de sus más horrorosas excrecencias, nos hemos librado de los más ominosos animales de bellota, todo es cuestión de ponerse a ello, de ser una mujer valiente, de tener arrestos si, al fin y al cabo, lo de matar es solo empezar, lo más fácil y saludable de todo, si en el fondo lo estabas deseando, naciste para eso, es cierto, nada cuesta y rápidamente te acostumbras y le coges el gusto y además todos te lo permiten y hasta te lo agradecen de veras, eres la lluvia de mayo, la alegría de la huerta, la maga que ahoga las tristezas, la que trae y reparte las sustancias más placenteras, la nueva barrendera, la que hace el trabajo sucio, la que le cambia los pañales a los viejos, la más importante, viva, brava.
Solo nos faltó que resucitara de una vez por todas el médico bueno, todo se andará, y que se fueran de vacaciones a la Patagonia los tres juntos, la ciencia por y para el pueblo, la información libre y veraz y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado que nos protegen del mal, ménage à trois.
A ella no le favorece el corte de pelo y está un poco desmejorada, lo que hay que hacer por el papel, él está estupendo, guapo como un almendro.
Solo nos faltó que resucitara de una vez por todas el médico bueno, todo se andará, y que se fueran de vacaciones a la Patagonia los tres juntos, la ciencia por y para el pueblo, la información libre y veraz y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado que nos protegen del mal, ménage à trois.
A ella no le favorece el corte de pelo y está un poco desmejorada, lo que hay que hacer por el papel, él está estupendo, guapo como un almendro.