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Voto de Ferdydurke:
3
7.0
24,279
Drama
Década de 1990. Tonya Harding es una prometedora patinadora sobre hielo estadounidense, una joven de clase obrera, siempre bajo la sombra de su implacable e insensible madre, pero con un talento innato capaz de hacer un triple axel en competición. En 1994, su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno es su compatriota Nancy Kerrigan, a la que, poco antes de los Juegos, un matón a sueldo la golpea la rodilla con una barra de ... [+]
4 de marzo de 2018
29 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Basura blanca... Con ellos todo vale. Se puede. Barra libre. Nadie se quejará. Ninguna organización o gobierno les defenderá jamás. Nadie reclamará. Todos aplaudirán. A nadie le importará. Que les jodan. Si da igual)
(¿Se atreverían a hacer eso mismo con otras razas, de color, del que sea, con la negra por ejemplo, se lo permitirían, les acusarían de algo si lo hicieran, de una palabra algo conocida que rima con manierismo, les darían el visto bueno? ¿Qué creéis, amigos?)
Abusar de los débiles. Reírte de los tontos. De los mamarrachos y majaderos. Es un buen deporte, seguro, no hay peligro. Todos lo practicamos, tarde o temprano.
Pero el resultado no es agradable, es plano, palmario, bruto, crudo, incómodo.
Lo fácil es unirte al coro, celebrar, carcajearte a modo. ¿Pero no sería más decoroso buscar un enemigo protegido, alguien más poderoso, establecido, ir a por él y no a por estos bobos?
Bueno, cada película, situación o trozo de vida debería tener su mirada más adecuada, su punto de vista más idóneo. Todos valen. Todos son posibles. Peo no igual de acertados.
En este caso se elige la burla, la broma, el sarcasmo macabro. La agresividad, el histrión, la música sonando a todo volumen, todo el rato, los personajes sin apenas matices, espantajos, las situaciones lo más extremas posibles, los idiotas que sean de baba, las exageraciones a todas horas, los golpes, la sangre, las palizas, el ruido, la histeria, todo ese barullo.
Y es una opción, lícita, como decíamos.
Pero a mí no me convence, me parece la salida más obvia y simple, la menos iluminadora, la menos compasiva y comprensiva, la menos arriesgada, valiente u honesta. Es la opción que recurre a las sensaciones más gruesas y primarias, al estrambote, la sal fuerte, al descojone de los tarados botarates y sus aberrantes aventuras, en su conjura de los necios.
Yo hubiera preferido enterarme de más, mejor, de algo por lo menos. No de lo ya conocido por la leyenda (esa agresión forma parte de la cultura popular, muchos ya la conocíamos en forma de nebulosa borrosa, confusa, sórdida, como la dolorosa memoria de un acto nefando, culpable, no precisamente deportivo, su otra cara, tan tapada), no de todos los tópicos mostrencos sobre la vida de los paletos blancos de medio pelo con su violencia endogámica, su burricie, su incultura, barbarie y estupidez, su autodestrucción cazurra.
Eso ya lo habíamos visto.
Yo quería que me humanizaran esas personas, descubrirlas en su particularidad, lo que les hace únicos a esos arquetipos, a esos seres, al fin y al cabo, de nuestra especie (aunque los observen como si fueran marcianos o australopithecus). Que me los explicaran de verdad, sin tantos gritos ni puñetazos todo el rato, con un poco de calma, tiento y gusto.
Pero claro, eso es pedir demasiado, un imposible. El cine no está al alcance de la mano, no es una carta de restaurante, es casi siempre plato único, rancho que llena y no quita el hambre. Hay que conformarse.
Ella, Margot Robbie, productora (o te buscas tú un buen papel o te ponen de florero. Bien. Un buen vehículo para su lucimiento. Puesto por el ayuntamiento, por ella como alcaldesa), actriz, valerosa, entregada, vibrante, fuerte, guapa, ingobernable. No le quiero poner pegas ni restar méritos, que los tiene. Pero tampoco. Ella es mucho mayor (respecto a la edad adolescente en la que Tonya comenzó a destacar), más grande, pesa más, más alta, más volumen, más bella, más todo. Su cuerpo poco tiene que ver con el de una patinadora profesional de (tanta) élite. Ni por muy garrula que nos quieran hacer ver que era la Tonya original. Lo cual confirma que su aspecto deportivo, el más luminoso, les interesa poco, lo justo. Clama al cielo cuando tiene que hacerse pasar por una niña de unos 16 años. Por Dios. Si parece su madre. Ella no.
La forma. Las entrevistas. Tampoco me convence ese recurso si lo sumas a los hechos y lo metes todo en una coctelera de humor grueso que no para de acumular grasas en un cuerpo muy adiposo, a punto de reventar de brutales excesos, de monstruoso sobrepeso.
Y esa suma infinita de canciones y músicas, desde Dire Straits a Vivaldi, a presión, al mogollón, como si no confiaran en el espectador del montón y su atención de ratón.
Y lo quizás mejor se contradice hipócritamente durante su propia narración. Me refiero a las bromas "metaficcionales" (cuando se ríen de su propio cuento, ya sea al compararse con Rocky en los ridículos métodos de entrenamiento o en algún comentario de la madre sobre el peso de su personaje) y, sobre todo, a una especie de crítica al sueño americano y a sus tentáculos groseros en forma de medios de masas, que hacen como de lado pero que tristemente les devuelve su propio reflejo, es decir, la utilización de pobre gente, miserable, pequeños monstruos como carne de cañón para el entretenimiento más burdo de toda la nación, de cómo hay que dar continua carnaza a un público embrutecido que pide sangre, una realidad con colores chillones, gente a la que idolatrar u odiar, un mundo reducido al más romo hueso. Eso es justamente lo que hace la película. Los vuelve a echar al barro no para reivindicarlos o entenderlos como seres humanos, con sus luces y sombras, no, lo contrario, para hacer chanza, escarnio, para cagarse (siempre con mucho cariño) en ellos, para, desde arriba, ridiculizarlos y no parar de despreciarlos. A este respecto el caso del gordo podría ser el ejemplo perfecto.
Spoiler:
Un momento lamentable:
- Cuando después de haber asistido con indudable desagrado a las mil y un hostias ocurridas durante ese matrimonio (se supone que muy especialmente propinadas por él, eso se da a entender aunque ella también algo haga), ella, tras haberse separado y vivir en lugares distintos, debido a esa convivencia insoportable y llena de tanta violencia, coge el teléfono y le llama pidiéndole que por favor vuelva con ella, que le necesita, que es indispensable para estar lista de cara a los juegos olímpicos.
(¿Se atreverían a hacer eso mismo con otras razas, de color, del que sea, con la negra por ejemplo, se lo permitirían, les acusarían de algo si lo hicieran, de una palabra algo conocida que rima con manierismo, les darían el visto bueno? ¿Qué creéis, amigos?)
Abusar de los débiles. Reírte de los tontos. De los mamarrachos y majaderos. Es un buen deporte, seguro, no hay peligro. Todos lo practicamos, tarde o temprano.
Pero el resultado no es agradable, es plano, palmario, bruto, crudo, incómodo.
Lo fácil es unirte al coro, celebrar, carcajearte a modo. ¿Pero no sería más decoroso buscar un enemigo protegido, alguien más poderoso, establecido, ir a por él y no a por estos bobos?
Bueno, cada película, situación o trozo de vida debería tener su mirada más adecuada, su punto de vista más idóneo. Todos valen. Todos son posibles. Peo no igual de acertados.
En este caso se elige la burla, la broma, el sarcasmo macabro. La agresividad, el histrión, la música sonando a todo volumen, todo el rato, los personajes sin apenas matices, espantajos, las situaciones lo más extremas posibles, los idiotas que sean de baba, las exageraciones a todas horas, los golpes, la sangre, las palizas, el ruido, la histeria, todo ese barullo.
Y es una opción, lícita, como decíamos.
Pero a mí no me convence, me parece la salida más obvia y simple, la menos iluminadora, la menos compasiva y comprensiva, la menos arriesgada, valiente u honesta. Es la opción que recurre a las sensaciones más gruesas y primarias, al estrambote, la sal fuerte, al descojone de los tarados botarates y sus aberrantes aventuras, en su conjura de los necios.
Yo hubiera preferido enterarme de más, mejor, de algo por lo menos. No de lo ya conocido por la leyenda (esa agresión forma parte de la cultura popular, muchos ya la conocíamos en forma de nebulosa borrosa, confusa, sórdida, como la dolorosa memoria de un acto nefando, culpable, no precisamente deportivo, su otra cara, tan tapada), no de todos los tópicos mostrencos sobre la vida de los paletos blancos de medio pelo con su violencia endogámica, su burricie, su incultura, barbarie y estupidez, su autodestrucción cazurra.
Eso ya lo habíamos visto.
Yo quería que me humanizaran esas personas, descubrirlas en su particularidad, lo que les hace únicos a esos arquetipos, a esos seres, al fin y al cabo, de nuestra especie (aunque los observen como si fueran marcianos o australopithecus). Que me los explicaran de verdad, sin tantos gritos ni puñetazos todo el rato, con un poco de calma, tiento y gusto.
Pero claro, eso es pedir demasiado, un imposible. El cine no está al alcance de la mano, no es una carta de restaurante, es casi siempre plato único, rancho que llena y no quita el hambre. Hay que conformarse.
Ella, Margot Robbie, productora (o te buscas tú un buen papel o te ponen de florero. Bien. Un buen vehículo para su lucimiento. Puesto por el ayuntamiento, por ella como alcaldesa), actriz, valerosa, entregada, vibrante, fuerte, guapa, ingobernable. No le quiero poner pegas ni restar méritos, que los tiene. Pero tampoco. Ella es mucho mayor (respecto a la edad adolescente en la que Tonya comenzó a destacar), más grande, pesa más, más alta, más volumen, más bella, más todo. Su cuerpo poco tiene que ver con el de una patinadora profesional de (tanta) élite. Ni por muy garrula que nos quieran hacer ver que era la Tonya original. Lo cual confirma que su aspecto deportivo, el más luminoso, les interesa poco, lo justo. Clama al cielo cuando tiene que hacerse pasar por una niña de unos 16 años. Por Dios. Si parece su madre. Ella no.
La forma. Las entrevistas. Tampoco me convence ese recurso si lo sumas a los hechos y lo metes todo en una coctelera de humor grueso que no para de acumular grasas en un cuerpo muy adiposo, a punto de reventar de brutales excesos, de monstruoso sobrepeso.
Y esa suma infinita de canciones y músicas, desde Dire Straits a Vivaldi, a presión, al mogollón, como si no confiaran en el espectador del montón y su atención de ratón.
Y lo quizás mejor se contradice hipócritamente durante su propia narración. Me refiero a las bromas "metaficcionales" (cuando se ríen de su propio cuento, ya sea al compararse con Rocky en los ridículos métodos de entrenamiento o en algún comentario de la madre sobre el peso de su personaje) y, sobre todo, a una especie de crítica al sueño americano y a sus tentáculos groseros en forma de medios de masas, que hacen como de lado pero que tristemente les devuelve su propio reflejo, es decir, la utilización de pobre gente, miserable, pequeños monstruos como carne de cañón para el entretenimiento más burdo de toda la nación, de cómo hay que dar continua carnaza a un público embrutecido que pide sangre, una realidad con colores chillones, gente a la que idolatrar u odiar, un mundo reducido al más romo hueso. Eso es justamente lo que hace la película. Los vuelve a echar al barro no para reivindicarlos o entenderlos como seres humanos, con sus luces y sombras, no, lo contrario, para hacer chanza, escarnio, para cagarse (siempre con mucho cariño) en ellos, para, desde arriba, ridiculizarlos y no parar de despreciarlos. A este respecto el caso del gordo podría ser el ejemplo perfecto.
Spoiler:
Un momento lamentable:
- Cuando después de haber asistido con indudable desagrado a las mil y un hostias ocurridas durante ese matrimonio (se supone que muy especialmente propinadas por él, eso se da a entender aunque ella también algo haga), ella, tras haberse separado y vivir en lugares distintos, debido a esa convivencia insoportable y llena de tanta violencia, coge el teléfono y le llama pidiéndole que por favor vuelva con ella, que le necesita, que es indispensable para estar lista de cara a los juegos olímpicos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
¡¿Cómo?! ¡¿Qué?!
¿Necesitas a ese compañero concretamente que te pega constantemente y tiene tan pocas luces? ¿Eres masoquista? ¿Qué te aporta el energúmeno, dime, cuenta? ¿No podías haber encontrado a otro menos malo, pacífico por lo menos, que no fuera un maltratador? ¿Cómo te iba a ayudar a preparar nada semejante prospecto, tan necio y bruto? ¿O nos quieren decir que es una relación sadomasoquista, que como son tan lerdos y están tan enfermos solo se pueden comunicar a golpes, querer a hostia limpia?
¡¿jghdfrt?!
- Esa escena es la gota que colma el vaso de la paciencia del espectador. No solo habían abusado de esa situación una y otra vez, obsesiva y repetitivamente, sino que ahora nos demuestran que eran fuegos de artificio, que no tenía ningún sentido en la lógica narrativa. Salvo que lo entendamos dentro del clima de desprecio cariñoso, jocundo, humillante con el que se trata a los personajes. ¿O quiere decir que nos han purgado, censurado, suprimido, otros ámbitos de la relación, más allá del animal sexual, que podrían tener interés y dar una visión de conjunto, explicar la dependencia de ella a pesar de todo, sin caer en el tópico de que a falta de figura paterna y con madre abyecta, la pobre tenía que caer inevitablemente en las garras de ese compañero? ¿O solo nos han sacado con fruición las palizas por puro morbo, porque piensan que lo demanda el público, que eso gusta, la representación tan sensacionalista y grosera de una convivencia?
No lo sé, el caso es que el resultado es grotesco en ese aspecto.
Más:
- También se pasan con las fantasmadas de la madre. Personaje que muere de evidencia y obviedad, plano y caricaturesco hasta el hartazgo. Soy una hija de puta, todo el rato, sin descanso ni relajo. Fijaos bien qué mala y divertida que soy, qué pasa, no me miréis así, que os follen, soy así por el bien de mi hija, bueno, en realidad no, porque sí, porque puedo, porque tiene más gracia y la audiencia la pasa bien.
- Y al compañero/marido no se le entiende. Si solo es idiota, si es un aprovechado, de qué vive, en qué consiste su apoyo... Nada.
- Y el resto de personajes casi ni cuentan.
- Y apenas nos enteramos de sus entrenamientos, del secreto de su éxito, de sus cualidades naturales impresionantes, de su gran disciplina, de su talento, de todas sus innumerables virtudes como sacrificada atleta de un deporte tan difícil y exigente.
- Y tampoco tienen claro cómo tratar a su heroína, si víctima de un entorno horrible, de su madre y su marido especialmente (por ahí parece que van, pero no lo tienen claro del todo y se quedan a mitad de camino) o victimaria (de su rival deportiva, aunque la exculpen mayormente). Quieren salvarla, es la estrella de la función, pero también desean que chapotee en la misma charca de ordinariez y estulticia, que quede claro que es igual de basura blanca que el resto, sin solución ni remedio, marcada a fuego. El comentario del juez, cuando dice que ella no les gusta, que da mala imagen, es esencial, definitivo, esa es la idea, nadie se siente identificado con esa gente, son feos, apestosos, no son América.
De hecho, el único momento realmente verdadero que da una medida justa, sincera, exacta, de lo que podía ser ella, de todo su potencial malogrado, solo llega al final de todo, con las imágenes que aparecen en los títulos de crédito, cuando ella, la "real", compite como una Diosa efímera del patinaje sobre hielo, vale, arrabalera, lo que quieras, pero una Diosa.
Eso no les bastaba ni apetecía mostrarlo demasiado. Estaban más preocupados por montar un espectáculo fallero, lleno de golpes de efecto, sensaciones fuertes y chistes encantadores.
Una pena. Podríamos haber conocido a gente nueva, auténtica, no una serie de sketches barulleros. Nos volvieron a dar gato por liebre, chabacanería, fantoches, humor satisfecho que no se atreve con lo que de verdad da miedo.
¿Necesitas a ese compañero concretamente que te pega constantemente y tiene tan pocas luces? ¿Eres masoquista? ¿Qué te aporta el energúmeno, dime, cuenta? ¿No podías haber encontrado a otro menos malo, pacífico por lo menos, que no fuera un maltratador? ¿Cómo te iba a ayudar a preparar nada semejante prospecto, tan necio y bruto? ¿O nos quieren decir que es una relación sadomasoquista, que como son tan lerdos y están tan enfermos solo se pueden comunicar a golpes, querer a hostia limpia?
¡¿jghdfrt?!
- Esa escena es la gota que colma el vaso de la paciencia del espectador. No solo habían abusado de esa situación una y otra vez, obsesiva y repetitivamente, sino que ahora nos demuestran que eran fuegos de artificio, que no tenía ningún sentido en la lógica narrativa. Salvo que lo entendamos dentro del clima de desprecio cariñoso, jocundo, humillante con el que se trata a los personajes. ¿O quiere decir que nos han purgado, censurado, suprimido, otros ámbitos de la relación, más allá del animal sexual, que podrían tener interés y dar una visión de conjunto, explicar la dependencia de ella a pesar de todo, sin caer en el tópico de que a falta de figura paterna y con madre abyecta, la pobre tenía que caer inevitablemente en las garras de ese compañero? ¿O solo nos han sacado con fruición las palizas por puro morbo, porque piensan que lo demanda el público, que eso gusta, la representación tan sensacionalista y grosera de una convivencia?
No lo sé, el caso es que el resultado es grotesco en ese aspecto.
Más:
- También se pasan con las fantasmadas de la madre. Personaje que muere de evidencia y obviedad, plano y caricaturesco hasta el hartazgo. Soy una hija de puta, todo el rato, sin descanso ni relajo. Fijaos bien qué mala y divertida que soy, qué pasa, no me miréis así, que os follen, soy así por el bien de mi hija, bueno, en realidad no, porque sí, porque puedo, porque tiene más gracia y la audiencia la pasa bien.
- Y al compañero/marido no se le entiende. Si solo es idiota, si es un aprovechado, de qué vive, en qué consiste su apoyo... Nada.
- Y el resto de personajes casi ni cuentan.
- Y apenas nos enteramos de sus entrenamientos, del secreto de su éxito, de sus cualidades naturales impresionantes, de su gran disciplina, de su talento, de todas sus innumerables virtudes como sacrificada atleta de un deporte tan difícil y exigente.
- Y tampoco tienen claro cómo tratar a su heroína, si víctima de un entorno horrible, de su madre y su marido especialmente (por ahí parece que van, pero no lo tienen claro del todo y se quedan a mitad de camino) o victimaria (de su rival deportiva, aunque la exculpen mayormente). Quieren salvarla, es la estrella de la función, pero también desean que chapotee en la misma charca de ordinariez y estulticia, que quede claro que es igual de basura blanca que el resto, sin solución ni remedio, marcada a fuego. El comentario del juez, cuando dice que ella no les gusta, que da mala imagen, es esencial, definitivo, esa es la idea, nadie se siente identificado con esa gente, son feos, apestosos, no son América.
De hecho, el único momento realmente verdadero que da una medida justa, sincera, exacta, de lo que podía ser ella, de todo su potencial malogrado, solo llega al final de todo, con las imágenes que aparecen en los títulos de crédito, cuando ella, la "real", compite como una Diosa efímera del patinaje sobre hielo, vale, arrabalera, lo que quieras, pero una Diosa.
Eso no les bastaba ni apetecía mostrarlo demasiado. Estaban más preocupados por montar un espectáculo fallero, lleno de golpes de efecto, sensaciones fuertes y chistes encantadores.
Una pena. Podríamos haber conocido a gente nueva, auténtica, no una serie de sketches barulleros. Nos volvieron a dar gato por liebre, chabacanería, fantoches, humor satisfecho que no se atreve con lo que de verdad da miedo.