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Voto de TOM REGAN:
6
5.9
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Drama
En el pueblo extremeño de Zalamea, en la casa del labrador Pedro Crespo se hospeda el capitán Álvaro de Ataide quien rapta y seduce a su hija menor. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2019
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
85/15(23/05/19) Olvidado film realizado por Mario Camus con guión de Antonio Drove (“La verdad del caso Savolta”) adaptando el popular drama homónimo (también conocido como “El garrote más bien dado”) de Don Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), representada por primera vez en 1636, una de las obras más conocidas y representadas del Siglo de Oro de la literatura española, a causa de su eficaz estructura, la fuerza de sus vigorosos caracteres (el orgulloso labrador Pedro Crespo, el tozudo don Lope de Figueroa, héroe histórico de los Tercios de Flandes...) y su excelente versificación. Se encuadra dentro de la literatura barroca y se clasifica al mismo tiempo como comedia villanesca o de villanos y drama de honor. Camus le añade el “Romance del ciego” (seguramente un homenaje a otra gran obra del Siglo de Oro español, “El lazarillo de Tormes) compuesto por Antón García Abril e interpretado por Gregorio Paniagua a modo de coro griego que puentea de vez en cuando lo que estamos viendo. Obra que recuerda en muchos aspectos a la obra de Lope de Vega “Fuenteovejuna” (1614), donde se enfrenta la justicia civil frente a la militar, reflexionando sobre que es más justo, sobre el servilismo, sobre la honra, el orgullo, la soberbia, el despotismo, la arrogancia, el clasismo, el sentido del deber, la venganza, ello con el regusto de un machismo opresivo. Lo cual me resulta muy valiente para el año de su estreno, durante el censor franquismo, que dejara que vieran una película donde los malos son los militares, y el pueblo se rebela contra ellos y su autoritarismo. Una cinta que tiene en su pareja protagonista su gran y poderoso reclamo, como son los siempre formidables Paco Rabal y Fernando Fernán Gómez, secundados por intérpretes de apoyo notables, como Alfredo Mayo, Antonio Iranzo, Charo López, Josele Román, Fernando Sánchez Polack o Fernando Rey. Además de una puesta en escena buena, rodándose en exteriores naturales de la localidad de Garrovillas de Alconétar (Cáceres), destacando la impresionante Plaza Mayor de la Villa, donde se filmaron muchas escenas de la película. Aunque en su debe tiene el defecto de ser excesivamente teatral.
Una compañía de soldados al mando del capitán don Álvaro de Ataide (Alfredo Mayo) llega a la localidad de Zalamea de la Serena, en Badajoz, a causa de la guerra de Portugal. El capitán de descendencia nobiliaria está alojado en la casa de un rico labrador, Pedro Crespo (Paco Rabal), alcalde de la villa, a cuya hija Isabel (Isabel de Pomés) Don Álvaro seduce. Pedro Crespo intenta remediar la situación y que Don Álvaro se case con Isabel, pero Don Álvaro la rechaza por no ser de la nobleza. Este desprecio hiere el honor de toda la familia de Pedro. Aún sin poseer jurisdicción sobre el militar, Pedro Crespo manda prenderle y hace ajusticiar a Don Álvaro ahorcándole. Finalmente el Rey Don Felipe II (Fernando Rey), revisa la decisión del alcalde, la ratifica y nombra a Pedro Crespo alcalde perpetuo de Zalamea.
Obra que hace chocar el poder del pueblo llano representado en Pedro Crespo (Paco Rabal) contra el poder militar, que se cree por encima del bien y del mal, representado en Don Lope de Figueroa (Fernando Fernán Gómez), la justicia del individuo frente a la opresión del brazo armado del Estado (en este caso de la Monarquía de Felipe II). Haciendo brotar la libertad individual, su dignidad vejada por la tiranía avasalladora del poder del Ejército. Relato al que le cuesta arrancar, con un prólogo flash-forward que descoloca y desorienta, hasta que avanzado el metraje y nos pone sobre el núcleo de la historia, donde un civil (epítome la figura del alcalde) se ve humillado por la prepotencia militar, y entonces la sociedad civil se une cual Fuenteovejuna para tomarse la justicia por su mano (o garrote), creando el dilema moral de si esto es de recibo o no. Haciendo una lucha clasista entre la nobleza reflejada en los mandos militares y la plebe en el otro lado.
La cinta tiene gran parte de su atractivo en los ententes entre los dos Titanes de nuestro cine, Paco Rabal como el alcalde Pedro Crespo, y Fernando Fernán Gómez como el oficial Lope de Figueroa, diálogos sabrosos manejados con intensidad dramática, combinado entre ambos una crepitante química, dos antagonistas con alma, con motivaciones, con carácter y arrojo, siendo polos opuestos y a la vez compenetrándose de modo punzante.
Mario Camus imprime un ritmo a trompicones, alternando sugestivas situaciones con otras forzadas, haciendo perderse al espectador en una fluidez narrativa que parece comerse algunos momentos en la edición que harían más entendible la trama. Destacar el recurso ingenioso del juglar ciego que nos cuenta de vez en cuando la historia, otorgando un lirismo emocional mordaz. Aunque la puesta en escena resulta estimable, con la cinematografía de Hans Burmann (“La colmena” o “Abre los ojos”), jugando en exteriores con la luminosidad soleada, interiores y la nocturnidad con el dramatismo de jugar con el expresionismo, incluso con algún incisivo fuera de campo donde la sombra es el reflejo de la realidad (me refiero por supuesto al garrote vil), con contrapicados y picados, buena labor. Los exteriores se rodaron en la localidad de Garrovillas de Alconétar (Cáceres), destacando la impresionante Plaza Mayor de la Villa, donde se filmaron muchas escenas de la película. Además de los soportales encalados, las calles empedradas y el espacio abierto de la plaza, destacaron con lugares de rodaje, espacios externos rurales de Alconétar, como los campos de cereal con los gavilleros, el pinar de descanso del ejército, las parameras del recorrido de la hija deshonrada, etc.
Pedro Crespo a Lope: “Con mi hacienda; pero con mi fama, no; al rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.”, refiriéndose a que la ley ampara que de cobijo a los militares, pero no a que ultrajen a sus hijas.
Una compañía de soldados al mando del capitán don Álvaro de Ataide (Alfredo Mayo) llega a la localidad de Zalamea de la Serena, en Badajoz, a causa de la guerra de Portugal. El capitán de descendencia nobiliaria está alojado en la casa de un rico labrador, Pedro Crespo (Paco Rabal), alcalde de la villa, a cuya hija Isabel (Isabel de Pomés) Don Álvaro seduce. Pedro Crespo intenta remediar la situación y que Don Álvaro se case con Isabel, pero Don Álvaro la rechaza por no ser de la nobleza. Este desprecio hiere el honor de toda la familia de Pedro. Aún sin poseer jurisdicción sobre el militar, Pedro Crespo manda prenderle y hace ajusticiar a Don Álvaro ahorcándole. Finalmente el Rey Don Felipe II (Fernando Rey), revisa la decisión del alcalde, la ratifica y nombra a Pedro Crespo alcalde perpetuo de Zalamea.
Obra que hace chocar el poder del pueblo llano representado en Pedro Crespo (Paco Rabal) contra el poder militar, que se cree por encima del bien y del mal, representado en Don Lope de Figueroa (Fernando Fernán Gómez), la justicia del individuo frente a la opresión del brazo armado del Estado (en este caso de la Monarquía de Felipe II). Haciendo brotar la libertad individual, su dignidad vejada por la tiranía avasalladora del poder del Ejército. Relato al que le cuesta arrancar, con un prólogo flash-forward que descoloca y desorienta, hasta que avanzado el metraje y nos pone sobre el núcleo de la historia, donde un civil (epítome la figura del alcalde) se ve humillado por la prepotencia militar, y entonces la sociedad civil se une cual Fuenteovejuna para tomarse la justicia por su mano (o garrote), creando el dilema moral de si esto es de recibo o no. Haciendo una lucha clasista entre la nobleza reflejada en los mandos militares y la plebe en el otro lado.
La cinta tiene gran parte de su atractivo en los ententes entre los dos Titanes de nuestro cine, Paco Rabal como el alcalde Pedro Crespo, y Fernando Fernán Gómez como el oficial Lope de Figueroa, diálogos sabrosos manejados con intensidad dramática, combinado entre ambos una crepitante química, dos antagonistas con alma, con motivaciones, con carácter y arrojo, siendo polos opuestos y a la vez compenetrándose de modo punzante.
Mario Camus imprime un ritmo a trompicones, alternando sugestivas situaciones con otras forzadas, haciendo perderse al espectador en una fluidez narrativa que parece comerse algunos momentos en la edición que harían más entendible la trama. Destacar el recurso ingenioso del juglar ciego que nos cuenta de vez en cuando la historia, otorgando un lirismo emocional mordaz. Aunque la puesta en escena resulta estimable, con la cinematografía de Hans Burmann (“La colmena” o “Abre los ojos”), jugando en exteriores con la luminosidad soleada, interiores y la nocturnidad con el dramatismo de jugar con el expresionismo, incluso con algún incisivo fuera de campo donde la sombra es el reflejo de la realidad (me refiero por supuesto al garrote vil), con contrapicados y picados, buena labor. Los exteriores se rodaron en la localidad de Garrovillas de Alconétar (Cáceres), destacando la impresionante Plaza Mayor de la Villa, donde se filmaron muchas escenas de la película. Además de los soportales encalados, las calles empedradas y el espacio abierto de la plaza, destacaron con lugares de rodaje, espacios externos rurales de Alconétar, como los campos de cereal con los gavilleros, el pinar de descanso del ejército, las parameras del recorrido de la hija deshonrada, etc.
Pedro Crespo a Lope: “Con mi hacienda; pero con mi fama, no; al rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.”, refiriéndose a que la ley ampara que de cobijo a los militares, pero no a que ultrajen a sus hijas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al final a uno le queda la duda de si el alcalde actúa por el sentido del deber hacia la justicia, o lo hace por venganza personal por la afrenta hacia sus hijas.
La obra ha sido considerada como la más realista del autor. Él mismo cierra la obra con dos versos significativos: «Con qué fin el autor da / a esta historia verdadera», pero solo es una frase hecha que pretende destacar la verosimilitud o veracidad del texto, no su realidad histórica. Sin embargo, introduce personajes reales: Lope de Figueroa, general castellano y valeroso combatiente en la batalla de Lepanto; don Álvaro de Ataide, de igual nombre que el del hijo menor de Vasco de Gama, que fue un famoso libertino portugués cuya historia se conocía a través de las biografías del jesuita San Francisco Javier, quien se tuvo que poner de rodillas (como hizo Crespo) ante él para que le dejase abandonar el puerto de Malaca o el mismo Felipe II, de quien se dice en la obra que acudió con numerosas tropas a Zalamea de la Serena (Extremadura) en el verano de 1581 para coronarse en Lisboa rey de Portugal y se detuvo en el lugar para determinar si la justicia impartida por Pedro Crespo era legítima. Pero Felipe II no pasó por allí ni don Lope pudo estar presente allí entonces. El historiador Manuel Fernández Álvarez, especializado en el reinado de este monarca, sostiene que en realidad el lugar de los hechos es Zalamea la Real, de la provincia de Huelva. Pero en ninguna de las dos obras, la atribuida a Lope y la de Calderón, se especifica cuál es, si bien en el Alcalde de Calderón hay indicios de que podría tratarse de Zalamea de la Serena pues que se dice que el grueso de las tropas se halla en Llerena y su maestre de campo, Lope de Figueroa, está en Guadalupe, dos poblaciones extremeñas. Sin embargo, en la presunta obra de Lope faltan esas alusiones y, por el contrario, hay dos personajes significativos que no figuran luego en la pieza de Calderón: Bartolo el de Berrocal y Juan Serrano; el primero alude a un pueblo cercano a la Zalamea de Huelva, Berrocal, y el segundo es un personaje real documentado en Zalamea la Real, en el Libro de los Privilegios, primero como regidor y después como alcalde precisamente en el periodo en que se sitúan los hechos (1580-1583).El itinerario es verosímil si las tropas de Lope de Figueroa pretendían embarcarse para la isla Tercera de las Azores, como insinúa Lope. Por ello es muy posible que Calderón se haya confundido de itinerario.
Contexto histórico: Felipe II fue proclamado rey de Portugal el 12 de septiembre de 1580 con el nombre de Felipe. La integración de Portugal en España se produjo en la concepción que de España se tenía en los siglos XVI-XVII. En esa época, España era una monarquía compuesta, denominada como Monarquía hispánica o Monarquía Católica, en cuyo entramado institucional se incorporó Portugal. La Monarquía Católica, era el conjunto de territorios con sus propias estructuras institucionales y ordenamientos jurídicos, diferentes y particulares. El soberano español actuaba como rey según la constitución política de cada reino, y por tanto, su poder variaba de un territorio a otro, pero actuaba como monarca de forma unitaria sobre todos sus territorios.
En conjunto me queda una cinta con buenos picos en su mensaje mencionado, en el duelo actoral Rabal-Fernán Gómez, o en su bonita ambientación, pero con defectos de arritmia, de montaje, y de acusada teatralidad. Fuerza y honor!!!
La obra ha sido considerada como la más realista del autor. Él mismo cierra la obra con dos versos significativos: «Con qué fin el autor da / a esta historia verdadera», pero solo es una frase hecha que pretende destacar la verosimilitud o veracidad del texto, no su realidad histórica. Sin embargo, introduce personajes reales: Lope de Figueroa, general castellano y valeroso combatiente en la batalla de Lepanto; don Álvaro de Ataide, de igual nombre que el del hijo menor de Vasco de Gama, que fue un famoso libertino portugués cuya historia se conocía a través de las biografías del jesuita San Francisco Javier, quien se tuvo que poner de rodillas (como hizo Crespo) ante él para que le dejase abandonar el puerto de Malaca o el mismo Felipe II, de quien se dice en la obra que acudió con numerosas tropas a Zalamea de la Serena (Extremadura) en el verano de 1581 para coronarse en Lisboa rey de Portugal y se detuvo en el lugar para determinar si la justicia impartida por Pedro Crespo era legítima. Pero Felipe II no pasó por allí ni don Lope pudo estar presente allí entonces. El historiador Manuel Fernández Álvarez, especializado en el reinado de este monarca, sostiene que en realidad el lugar de los hechos es Zalamea la Real, de la provincia de Huelva. Pero en ninguna de las dos obras, la atribuida a Lope y la de Calderón, se especifica cuál es, si bien en el Alcalde de Calderón hay indicios de que podría tratarse de Zalamea de la Serena pues que se dice que el grueso de las tropas se halla en Llerena y su maestre de campo, Lope de Figueroa, está en Guadalupe, dos poblaciones extremeñas. Sin embargo, en la presunta obra de Lope faltan esas alusiones y, por el contrario, hay dos personajes significativos que no figuran luego en la pieza de Calderón: Bartolo el de Berrocal y Juan Serrano; el primero alude a un pueblo cercano a la Zalamea de Huelva, Berrocal, y el segundo es un personaje real documentado en Zalamea la Real, en el Libro de los Privilegios, primero como regidor y después como alcalde precisamente en el periodo en que se sitúan los hechos (1580-1583).El itinerario es verosímil si las tropas de Lope de Figueroa pretendían embarcarse para la isla Tercera de las Azores, como insinúa Lope. Por ello es muy posible que Calderón se haya confundido de itinerario.
Contexto histórico: Felipe II fue proclamado rey de Portugal el 12 de septiembre de 1580 con el nombre de Felipe. La integración de Portugal en España se produjo en la concepción que de España se tenía en los siglos XVI-XVII. En esa época, España era una monarquía compuesta, denominada como Monarquía hispánica o Monarquía Católica, en cuyo entramado institucional se incorporó Portugal. La Monarquía Católica, era el conjunto de territorios con sus propias estructuras institucionales y ordenamientos jurídicos, diferentes y particulares. El soberano español actuaba como rey según la constitución política de cada reino, y por tanto, su poder variaba de un territorio a otro, pero actuaba como monarca de forma unitaria sobre todos sus territorios.
En conjunto me queda una cinta con buenos picos en su mensaje mencionado, en el duelo actoral Rabal-Fernán Gómez, o en su bonita ambientación, pero con defectos de arritmia, de montaje, y de acusada teatralidad. Fuerza y honor!!!