Si esta película nos cogió en la infancia nos salvó. Pero así de claro: Nos salvó. Nos absorbió de una forma total, aunque hoy día tal vez quede su maravillosa fantasía un poco lejos, más allá de la Estrella de la Muerte.
Pero Luke, Leia, Han y Obi Wan fueron los que nos mostraron en imágenes toda nuestra inmensa imaginación almacenada sin poder expresarla, sin poder facilitarla una salida. Y ahí estaban ellos haciéndonos ver, ni más ni menos, lo que queríamos decir.

La amistad que nos faltaba en el colegio o en el barrio estaba en cualquier rincón de esos mundos perdidos en lejanas galaxias. Si éramos un explorador un poco pasota con una nave destartalada pero invencible, tampoco la necesitábamos. Entonces… ¡qué más daba ya que fuéramos en la clase el último de la fila con nuestra rista de ceros insalvable!
Teníamos también a nuestra mascota, a nuestro perrito faldero gigante para defendernos y para ladrar al primer imbécil de otra clase que nos persiguiera.
E increíblemente una chica guapa y misteriosa, de sangre azul, se interesaba por nosotros ¡por nosotros! Por el tío más raro y desconfiado del colegio.
El colegio, ese nido de profesores diabólicos unidos para someter el conocimiento de las siguientes generaciones, dirigidos por el poder, como hoy día queda demostrado, comprobamos que podía ser destruido, que podíamos atacarlo. El imperio. El sabotaje existía: era posible, y yo doy fe: expulsado de un colegio de curas.

Pero además iba más allá de la mera complacencia, del descubrimiento total. Un personaje sobre todos: Darth Vader, vestido de cura ¡cómo no!, la máxima representación, con su máscara anti vaho, con su potente voz propia para explicar lecciones ante la pizarra y su fuerza más allá del conocimiento. El más maravilloso de todos los personajes creados en el cine. Ni más ni menos que el perfil del mal anhelante. Nuestros miedos siendo nosotros mismos.
Nuestro padre contra nosotros dentro del proceso. Vencerle era vencer ya la infancia, saber que la madurez estaba en nuestro ser y ya éramos independientes: libres.

Que cosa más maravillosa. Callar desde lejos al inútil, al que nos fastidia, y moviendo los dedos asfixiarle poco a poco. La fuerza de la imaginación. El poder de nuestras decisiones. Únicamente puede haber cariño para un ser tan completo y tan puro, para el padre de nuestras rebeldías.