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Voto de Macarrones:
6
6,8
1.497
Drama
En 1849, en las isla francesa de Saint-Pierre, cerca del Canadá, dos hombres borrachos cometen un crimen absurdo. Uno de ellos es condenado a muerte, pero debe aguardar a que llegue la guillotina desde la Martinica. Durante los meses de espera, el reo ayuda en sus obras de caridad a la esposa del capitán del la guarnicion, la cual lo protege y sólo ve en él bondad y sencillez. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2006
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena idea de partida, regular guión (la psicología de los personajes a menudo es inverosímil, así como algunos de los diálogos), estupendos actores, buena fotografía. Todo lo demás que pueda decir es -según la jerga de Filmaffinity- puro "spoiler". Allá voy (como no tengo espacio para todos los detalles, hablaré sólo de los tres protagonistas)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Madame La es la mujer del capitán del destacamento militar francés en el islote de Saint-Pierre, en lo más remoto de las colonias canadienses. En sus ratos libres (que son todos) se dedica a la botánica y a la filantropía. Desde el primer momento uno sospecha que arrastra una profunda insatisfacción vital y que la sumisión a su marido es una manifestación más de su abulia. Su interpretación de este personaje es excelente. Luego uno ve los extras del DVD y se entera en la entrevista a la Binoche de que su personaje está profundamente enamorado del capitán y que ella ha querido interpretarlo como si en vez de llevar largos años de matrimonio lo hubiera conocido la noche anterior y estuviera arrebatada de pasión carnal. Bueno, si esto era lo que pretendía transmitir con su actuación, le ha salido rematadamente mal.
Su marido, el capitán: todos le consideran una especie de calzonazos sometido a su mujer, a la que ama un poquito más que a su caballo. La equitación y la contemplación de su señora son sus actividades principales. Aparte de esto, nadie sabe lo que realmente siente o piensa o hace este capitán (cuando digo "nadie" me refiero a que no lo sabe ni el actor que lo representa, ni el guionista, ni el director, ni nadie en el sentido más cósmico de la palabra). En el guión lo arreglan diciendo que ya era raro en París y se quedan tan panchos. Pues sí, rarito es un rato: arrogante, pasivo, irónico, soso, de gran carácter, pusilánime, susceptible, posee todas las contradicciones que a uno se le puedan ocurrir y más, esto no es una persona sino un Barbapapá que admite todas las formas. Lo interpreta Daniel Auteuil, que es capaz de encarnar con naturalidad hasta a una estatua de la isla de Pascua, y gracias a eso nos tragamos este sapo de personaje. Con cualquier otro actor, la gente hubiera quemado el cine.
El tercero en discordia: Emir Kusturica. A Kusturica le debieron de decir que iba a protagonizar Frankenstein, así que se dedica a caminar con el corpachón un poco encorvado y la mirada torva. Su personaje llega al asesinato por razones científicas: quería demostrar empíricamente si un hombre estaba grueso o era fuerte, esto es, si por debajo de la piel tenía grasa o músculo (esto es así en la película, no me lo invento). Por esta curiosidad suya le condenarán a muerte. Este mártir del empirismo, este nuevo Empédocles, dedica los largos meses que faltan para que llegue el barco de París con la guillotina que le decapitará a ayudar a Madame La en sus obras de caridad y se convierte en algo así como el empleado del mes de la colonia. Los espectadores esperan durante dos horas que se produzca un adulterio con dicha Madame La que nunca se consuma (en los extras nos enteramos de que ama con locura a su marido, vaya, vaya).
Por lo demás, la película es muy bonita.
Su marido, el capitán: todos le consideran una especie de calzonazos sometido a su mujer, a la que ama un poquito más que a su caballo. La equitación y la contemplación de su señora son sus actividades principales. Aparte de esto, nadie sabe lo que realmente siente o piensa o hace este capitán (cuando digo "nadie" me refiero a que no lo sabe ni el actor que lo representa, ni el guionista, ni el director, ni nadie en el sentido más cósmico de la palabra). En el guión lo arreglan diciendo que ya era raro en París y se quedan tan panchos. Pues sí, rarito es un rato: arrogante, pasivo, irónico, soso, de gran carácter, pusilánime, susceptible, posee todas las contradicciones que a uno se le puedan ocurrir y más, esto no es una persona sino un Barbapapá que admite todas las formas. Lo interpreta Daniel Auteuil, que es capaz de encarnar con naturalidad hasta a una estatua de la isla de Pascua, y gracias a eso nos tragamos este sapo de personaje. Con cualquier otro actor, la gente hubiera quemado el cine.
El tercero en discordia: Emir Kusturica. A Kusturica le debieron de decir que iba a protagonizar Frankenstein, así que se dedica a caminar con el corpachón un poco encorvado y la mirada torva. Su personaje llega al asesinato por razones científicas: quería demostrar empíricamente si un hombre estaba grueso o era fuerte, esto es, si por debajo de la piel tenía grasa o músculo (esto es así en la película, no me lo invento). Por esta curiosidad suya le condenarán a muerte. Este mártir del empirismo, este nuevo Empédocles, dedica los largos meses que faltan para que llegue el barco de París con la guillotina que le decapitará a ayudar a Madame La en sus obras de caridad y se convierte en algo así como el empleado del mes de la colonia. Los espectadores esperan durante dos horas que se produzca un adulterio con dicha Madame La que nunca se consuma (en los extras nos enteramos de que ama con locura a su marido, vaya, vaya).
Por lo demás, la película es muy bonita.