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Voto de Chagolate con churros:
8
Comedia Japón, años 50. Como todos los días, los miembros de una familia se disponen a afrontar sus problemas, sueños y realidades. El padre, con los altibajos de su trabajo y las exigencias que impone la educación de los hijos. La madre, administrando los ingresos familiares y atendiendo a las múltiples complicaciones de la vida doméstica. Y los hijos obsesionados por tener televisión en casa, y uno de ellos enfrascado en sus estudios y ... [+]
9 de diciembre de 2008
60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me acuerdo dónde leí, que la prueba fehaciente de que no existe el alma humana era la asistencia a una reunión de vecinos:

- Yo no pienso pagar más.
- ¡Tenemos que pintar!
- Pues diles a tus hijos que no arrastren las bicicletas por las paredes.
- Tú le puedes decir a la borracha de tu mujer que la próxima vez vomite en tu casa y no en el portal de la entrada.

Esas cosas cotidianas que amenizan la reunión. Antenas de televisión, fachadas, ascensores, humedades, comunidades impagadas y ruidos. ¡Todo un cocido madrileño! Pero como los políticos, acaba la reunión y a la mañana siguiente, con una amplia sonrisa, decimos al vecino de enfrente:
- ¡Buenos días!

Mientras, en casa, le hacemos vudú.

Los entendidos dicen que Ozu es el director asiático menos influenciado por occidente. Aún así, se daba cuenta que los cambios estaban llegando y con la sutileza que le caracteriza, con el tenue movimiento de una cámara, traza la historia de la inmundicias y complicaciones en las relaciones de una comunidad de vecinos. Usando un minimalismo prodigiosos (Ohayô), Ozu expresa a través del humor de dos niños todo aquello que estaba observando: la occidentalización, la pérdida de valores, y la incomunicación (ingeniosas esas escenas en las que las mujeres hablan sin escuchar).

Es su segunda película en color y como el resto de su filmografía en color se nos hace extraño pero es un hándicap de debemos y podemos salvar. “Buenos días” es una comedia que de ligera no tiene nada. No será de las obras más recordadas de un director que tiene multitud de grandes títulos, pero Ozu consigue plasmar de manera modélica este trabajo.

Con un montaje de libro, ausencia de movimientos de cámara (hasta el punto de casi eliminar ese plano/contraplano sin por ello restar información) y una loables interpretaciones (donde los dos hermanos son capaces de aguantar unos planos tan pesados como los que saca la cámara de Ozu sin perder por ello una pizca de frescura) el director nos planta el Japón cotidiano (como siempre hizo) y los cambios que llegaban por la abertura occidental que se estaba produciendo. Cuatro años después, Akira Kurosawa también tomó buena cuenta de estos cambios sociales en una memorable (sobre todo en la primera parte) “El infierno del odio”.

Con la secuencia final, esperando el tren, Yasujiro Ozu sintetiza la película entera. Ni un amor a flor de piel y percibido desde el instante en que el profesor de inglés se encuentra con la tía de los pequeños (contención maestra típica de Ozu), puede con los formalismos del “Buenos días.”
Chagolate con churros
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