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Aventuras
Danny Dravot y Peachy Carnehan, dos aventureros que viajan a la India en 1880, sobreviven gracias al contrabando de armas y otras mercancías. Un día, deciden hacer fortuna en el legendario reino de Kafiristán. Después de un durísimo viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta justo a tiempo para hacer uso de su experiencia en el combate y salvar a un pueblo de sus asaltantes. Está inspirada en un relato de Kipling. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2007
57 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así empieza el antológico relato que Peachy Carnehan (un oficial de la armada del Imperio británico interpretado por Michael Caine) narra a Rudyard Kipling (Christopher Plummer) un corresponsal del The Northern Star. Con este recurso tan fácil como efectivo, el director John Huston son involucra en una aventura épica difícil de olvidar.
Basado en el relato del propio Kipling, “El hombre que pudo reinar” posee todas las características para ser considerada como una de las últimas películas de aventuras con ese fondo que mezcla leyenda, humor, épica y humanidad. Luego, sólo quedó Spielberg para deleitarnos con una trilogía que bebía de las fuentes de este tipo de películas.
Huston supo rodearse de un equipo técnico fabuloso para rodar esta película, y de dos actores sobresalientes para dar el corazón a la historia de Kipling. Tanto Sean Connery como Michael Caine gozan de simpatía y cercanía recreando maravillosamente a dos granujas de la armada de su majestad. Sus actuaciones son soberbias.
Puede ser que Kipling sea el imperialista menos británico de cuantos existieran. Sólo leyendo la obra que dejó este portentoso autor, nos damos cuenta que, a pesar de su imperialismo, Kipling amaba la India (británica, por supuesto) por encima de la propia Inglaterra. Es “El hombre que pudo reinar” el mejor legado de este pensamiento. Un país subdesarrollado que un británico quiere gobernar y mejorar… y jamás abandonar. La idea imperialista de que la India nunca estaría mejor que bajo protectorado británico acompañaría a Kipling hasta la muerte. Pero también, nos dejó tras su último adiós, una manera de pensar y amar que será difícil olvidar. Un ejemplo, lo tenemos en el portentoso poema de “If” donde nos deja un legado de pensamiento oriental pegado a sus entrañas. Disfrutarlo:
Si (If)
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
Si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
Si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado, no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con
demasiada sabiduría…
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera,
si puedes soportar escuchar la verdad que has dicho
tergiversada por bribones para hacer una trampa a los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida,
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas…
(continua el poema)
Basado en el relato del propio Kipling, “El hombre que pudo reinar” posee todas las características para ser considerada como una de las últimas películas de aventuras con ese fondo que mezcla leyenda, humor, épica y humanidad. Luego, sólo quedó Spielberg para deleitarnos con una trilogía que bebía de las fuentes de este tipo de películas.
Huston supo rodearse de un equipo técnico fabuloso para rodar esta película, y de dos actores sobresalientes para dar el corazón a la historia de Kipling. Tanto Sean Connery como Michael Caine gozan de simpatía y cercanía recreando maravillosamente a dos granujas de la armada de su majestad. Sus actuaciones son soberbias.
Puede ser que Kipling sea el imperialista menos británico de cuantos existieran. Sólo leyendo la obra que dejó este portentoso autor, nos damos cuenta que, a pesar de su imperialismo, Kipling amaba la India (británica, por supuesto) por encima de la propia Inglaterra. Es “El hombre que pudo reinar” el mejor legado de este pensamiento. Un país subdesarrollado que un británico quiere gobernar y mejorar… y jamás abandonar. La idea imperialista de que la India nunca estaría mejor que bajo protectorado británico acompañaría a Kipling hasta la muerte. Pero también, nos dejó tras su último adiós, una manera de pensar y amar que será difícil olvidar. Un ejemplo, lo tenemos en el portentoso poema de “If” donde nos deja un legado de pensamiento oriental pegado a sus entrañas. Disfrutarlo:
Si (If)
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
Si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
Si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado, no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con
demasiada sabiduría…
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera,
si puedes soportar escuchar la verdad que has dicho
tergiversada por bribones para hacer una trampa a los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida,
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas…
(continua el poema)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Si puedes hacer un hato con tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
Y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido
su fuerza,
excepto la voluntad que les dice "¡Continuad!"
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud,
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
Si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos,
tuya es la Tierra y lo que hay en ella,
y - lo que es más - serás un hombre, hijo mío.
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
Y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido
su fuerza,
excepto la voluntad que les dice "¡Continuad!"
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud,
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
Si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos,
tuya es la Tierra y lo que hay en ella,
y - lo que es más - serás un hombre, hijo mío.