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Voto de Chagolate con churros:
8
Comedia. Drama Aclamada comedia negra que relata la historia de un joven de buena familia obsesionado con la muerte, hasta el punto de que su pasatiempo favorito es probar diferentes métodos de suicidio. Obtuvo excelentes críticas. (FILMAFFINITY)
7 de enero de 2010
64 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera estrella (Harold): Un joven adinerado de veintiún años apático, sin energía, sin ganas de conocer vida, y con síndrome de Edipo cuya mayor preocupación es fingir suicidios para llamar la atención de su madre. Harold viste como un adulto y cuidadosamente elije el vestuario en concordancia con su psicólogo.

Segunda estrella (Maude): Una mujer casi octogenaria, llena de alegría y de vida. Inquieta y activista en sus años mozos. Antigua inquilina de algún campo de concentración (sutil plano del brazo de Maude). Extrovertida y de carácter delictivo. Coleccionista de gadgets y minutos de vida.

Hal Ashby revuelve las apariencias en años hippies. Cuando se vivía con efervescencia la juventud y ser maduro o cuarentón se suponía ser formal, cristiano y buen padre de familia. Será aquí, en este revuelto de personalidades, donde el guión gana de calle. Porque bien podía el inconformista e incómodo Ashby tirar de prejuicios y lugares comunes para retratar la sociedad y en lugar de ello la vida parece escapársele a la lozana juventud.

Ashby elije cuidadosamente cada plano de esta película. Empieza con un seguimiento de Harold casi a ras de suelo donde de manera indirecta nos muestra la opulenta casa, la forma de vestir de este, y el sentido de humor negro que contemplaremos durante el resto de metraje. Ashby no sólo consigue planos de enorme belleza en atardeceres, acantilados o campos de girasoles, sino que destapa oficio en planos interesantísimos en la consulta del psicólogo o en la abarrotada casa de Maude, por ejemplo.

Luego llegará el amor. La parte que muchos tachan de inverosímil. El militar, el psicólogo y el párroco (los tres poderes de los EUA por aquellos años de guerras entre arrozales, donde el político era vilipendiado sin compasión) intentan desaconsejar al chico de la idea. Pero me quedo con el último:
“Faltaría a mis obligaciones si no te dijera que la idea del coito y de tu firme y joven cuerpo retozando con su carne marchita, sus pechos caídos y sus fofas nalgas hacen que quiera vomitar”.


No es baladí. A día de hoy con tanta libertad sexual, algunos espectadores sentirán ganas de regurgitar su última cena. Harold y Maude siguen siendo estrellas fugaces. Y entre la incomprensión que regenta este mundo, ellos se han encontrado en este universo caótico. La edad, religión, sexo... son sólo cuestiones de mera importancia. Ambos brillarán tan solo un breve espacio de tiempo. Mientras uno exista para el otro, seguirán brillando. A los demás... sólo nos queda contemplarlo.
Chagolate con churros
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