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Voto de Chagolate con churros:
6
Drama Guerra de los Cien Años (siglos XIV y XV). Tras abandonar su aldea natal, Juana de Arco (1412-1431) convence a un oficial para que la conduzca ante el Delfín de Francia, el futuro Carlos VII. Tras entrevistarse con él consigue, gracias a su coraje y a su fe, que le proporcione tropas para levantar el cerco de Orleáns. El mismo año se rodó la segunda parte titulada "Juana de Arco II: Las prisiones". (FILMAFFINITY)
11 de junio de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rivette reduce la historia de Juana de Arco a lo esencial, siguiendo la senda que abrió Bresson, no con su versión de “El Proceso...” sino con su versión raquítica y humana de “ Lacerot du Lac.” En esta línea, se mueve el díptico de "Jeanne la Pucelle", transmitiendo la austeridad y la brutalidad de la época en que tiene lugar la historia.

Si comentaba que el montaje de Dreyer y Bresson son dos claros ejemplos antitéticos, lo son también en su concepción, la versión de Rivette frente a la primera gran adaptación en pantalla de De Mille, o más tarde de Fleming y Besson. Lo fastuoso y grandilocuente de estas primeras adaptaciones nada tiene que ver con una propuesta que casi roza lo ingenuo en las batallas. El asedio de Orleans (que obviamente es un destartalado castillo pequeño en alguna parte de la campiña francesa) por una docena de poco convincentes guerreros, es poco más que una escaramuza. Las defensas de la ciudad apenas existen y los ataques se filman andando y casi se podría percibir la desgana del equipo. Irrisorio podríamos definirla si la comparamos con los campos de batalla filmados ese mismo año (p. ej. Forrest Gump). Es difícil dilucidar los motivos por los que Rivette es tan enemigo de las tijeras (sólo hay que acercarse a su filmografía para darse cuenta de la desorbitada extensión de sus trabajos) pero no existe duda alguna de que eliminado esta absurda batalla con una elipsis, la película obtendría mayor entereza.

“Les Batailles” es esencial (en su cometido) hasta la segunda mitad de la historia. Nos revela a una Juana de inquebrantable certeza en su vocación y con capacidad de inspirar confianza en los demás. El director se detiene en aspectos menos tratados mientras que obvia ciertos pasajes que ya han sido examinados en otros momentos. A Rivette, y a pesar de este subtítulo de “Las batallas” que tiene su trabajo, poco le interesa el papel espectacular del cine. A primera vista, la epopeya histórica de Juana de Arco poco tiene que ver con un director como Jacques Rivette. Sin embargo, con su economía de recursos y su elaborada puesta en escena (aunque muchas veces pueda pecar de excesivamente teatral) consigue un trabajo reflexivo, que aborda más la naturaleza humana de Juana (como también hizo Preminger) llegando al corazón de la joven. Quizá por ello, pasa de puntillas por la guerra para luego recrearse cuando Juana es herida por una flecha. Mientras que Bergman casi ni palidecía en la versión de Fleming, Sandrine Bonnaire llora de dolor y se encabrita cuando la contradicen en otros momentos del film.

Bonnaire es ciertamente mayor para el papel (Juana apenas tenía 19 por los 26 de la actriz) y, sin embargo, su actuación es convincente y apreciamos al mismo tiempo vulnerabilidad y voluntad de hierro; humanidad y espíritu indomable.

(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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