Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Pedro_Moraelche:
7
Drama Marianela vive en un pueblo de la cuenca minera asturiana. Es una pobre muchacha huérfana que fue recogida por una familia de la que sólo recibe malos tratos. Adaptación de la novela homónima de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
3 de abril de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Digna adaptación de la gran novela de don Benito Pérez Galdós, dirigida por Angelino Fons y guionizada por Alfredo Mañas, los cuales habían adaptado unos años antes Fortunata y Jacinta, y que consiguieron mejores resultados con esta novela, una de las más populares y leídas del insigne escritor. A pesar de no ser bien recibida por la crítica, es de lo mejor que hizo Fons, una joven promesa que empezó con una buena adaptación de La busca, de Pío Baroja, y que años más tarde se perdió en los bodrios ochenteros del destape y la parodia.

Las virtudes de la película se centran, sobre todo, en la interpretación. La célebre cantante Rocío Dúrcal, que hasta el año antes había trabajado en las típicas comedias y musicales a la española dirigidas por Amadori, Lucía y similares, encarna espléndidamente, con intenso dramatismo e inevitable empatía, a Marianela, apodada la Nela, una muchacha fea, analfabeta, maltratada por su familia adoptiva (salvo por el joven Celipín) y abandonada de niña cuando su madre, sola, alcohólica y sin recursos para subsistir, se suicida. La fealdad externa de Marianela, junto a su nula autoestima, se contrasta con su belleza interior, un enorme corazón capaz de sufrir y amar hasta el extremo, pero que nadie puede ver, salvo el ciego Pablo, a quien sirve de lazarillo, y Teodoro Golfín, el médico que le devolverá la vista. La Nela vive en Socartes, un pueblo minero cántabro, tan bello como opresivo, donde la gente humilde vive aferrada a la pobreza, el trabajo duro en las minas y la falta de horizontes, sin una educación que les permita alcanzarlos, como reiteradamente denuncia Galdós en la novela a través de su personaje de tesis, el oftalmólogo Teodoro Golfín, hermano del rico empresario minero, que acude llamado por el padre de Pablo para que le cure de su ceguera y así pueda casarse con su prima Florentina, una guapa y compasiva muchacha. En un incisivo juego de sentimientos en torno a las cegueras física y psicológica, la Nela se enamora ciegamente de Pablo, en quien ve toda la belleza que no encuentra en sí misma, y Pablo ciegamente la corresponde, creyéndola poseedora de toda la belleza que no puede ver. La Nela teme que Golfín cure a Pablo y que este se espante de su fealdad, sobre todo cuando se entera de su promesa de matrimonio con Florentina, y Pablo finalmente invierte sus sentidos y será capaz de ver lo que no veía y cegarse ante lo que sí veía.

Rocío Dúrcal, entonces cercana a la treintena, no da el perfil para el personaje de la Nela, ni en el físico ni en la dicción, pero consigue veracidad y hondura en los sentimientos de su personaje, lo cual compensa bastante. El resto del elenco cumple con profesionalidad, destacando especialmente José Suárez como el doctor Golfín, Lola Gaos como la Señana y Julieta Serrano como la madre de la Nela. Los actores extranjeros, como Pierre Orcel (Pablo) y Jacqueline Parent (Florentina), fueron doblados por Víctor Agramunt y Delia Luna.

En el aspecto técnico, destaca sobre todo la buena ambientación del campo y las gentes de los pueblos mineros, atadas a su terruño y en muchos casos embrutecidas, cuya única salida, tomada por algunos pocos como Celipín, hijo de la familia adoptiva de la Nela y su único amigo, es emigrar a la gran ciudad en busca de trabajo y dignidad. Buena fotografía de Jean Jacques Tarbes y una banda sonora sentimental y pegadiza a cargo de Pascal Auriat, pero con envejecido estilo setentero, el mismo que tienen los veloces zooms de la cámara.

Ninguna película puede igualar la complejidad y matices de una obra de Galdós. Fons se centra en la trama principal y suaviza mucho la denuncia propia de las novelas de tesis, sobre todo la de esa brecha social frente a la que sólo cabe la compasión y la caridad cristiana, representadas por Golfín y Florentina respectivamente, siempre tratando de ayudar infructuosamente a la despreciada y atormentada Nela. Sin embargo, como a veces dicen que una imagen vale más que mil palabras, valga la sencilla y triste escena final para suplir dignamente el gran epílogo de la novela galdosiana, si no en complejidad, sí en emoción.
Pedro_Moraelche
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow