Típico titular que en España, en algún diario deportivo, nos encontraríamos si las carreras del TT de la Isla de Man fuesen las TT de la Isla de Formentera, cuando falleciese algún piloto participante. Pasa siempre lo mismo y ya estamos acostumbrados a nuestra prensa deportiva, tan conocedora de la vida íntima de Ronaldo y Messi y tan despreciativa con el resto de cosas que no sean Real Madrid y FC Barcelona.

Este documental es la inexplicable explicación de por qué existen las carreras de motor, por qué todavía hay gente que se juega la vida por dar una vuelta más rápida que la anterior, a veces para superarse a sí mismos, sin siquiera mirar el mejor tiempo marcado. Es lo que el deporte del motor profesional (Fórmula 1, Campeonato del Mundo de Motociclismo) nos va haciendo olvidar gracias al rollo bursátil que llevan, y que han convertido estas dos categorías en un desfile de las mejores motos contra las peores, algo que a mí me parece que ofende a los mejores pilotos del mundo, que son los que suelen competir en ellas. Espero que algún día económicamente no sean rentables y estos "deportes" vuelvan a sus orígenes. ¿Qué? ¿Acaso volver a los orígenes supone volver al riesgo máximo y a los pilotos muertos? No, señor o señora. Es olvidarse de muchas cosas, dejar la política y la especulación a un lado y centrarse en correr, como hacen estos tipos locos que tras años ganando se mueren a los cuarenta y algo subidos a la moto porque no consiguen dejar de competir en esta carrera. Me flipa y lo respeto, aunque soy incapaz de entenderlo. Creo que eso fue lo que hizo que el deporte del motor alcanzase el status que tiene ahora, el de las personas más valientes y, al mismo tiempo, más capaces de ser rápidas y sobrevivir para celebrarlo. Y ya está, ellos asumen el riesgo, nadie los obliga, ni siquiera buscan unos cuantos millones en su cuenta corriente. Viéndola me preguntaba que por qué Marc Márquez, Jorge Lorenzo o Valentino Rossi no están corriendo esta carrera. Es que esto es algo muy distinto, y a pesar de que lo conocía de oídas, me ha alucinado.