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Voto de Naroa Lopetegi:
8
Drama. Romance Guillaume, su hermanastra Charlotte y Félix experimentan las turbulencias del primer amor... Tras "Los demonios" (The Demons, 2015), Philippe Lesage regresa con una nueva película autobiográfica.
21 de julio de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlotte y Guillaume, dos hermanos de una conservadora familia canadiense, están en plena ebullición adolescente, y cada uno por su lado van a vivir las turbulencias sentimentales y hormonales propias de su momento vital de tránsito entre el acné y la edad adulta. A modo de postre, también veremos cómo Félix y Béatrice viven un efímero y veraniego primer amor.

Tras leer muy buenas referencias sobre él, decidí conocer viendo esta película a Philippe Lesage, autor y director, quien por lo visto ya había dejado muestras previas de su talento, y a quien apunto en mi listado de cineastas a seguir. La explicación es muy simple: estuve más de dos horas a merced de unas historias protagonizadas por personajes muy, pero muy alejados de mi realidad (tanto geográfica como vitalmente); unas tramas a las que durante su desarrollo no terminaba de verles el hilo conductor; y cuando creía que iban a surgir los títulos de crédito, arrancó un nuevo episodio en plan postre al que tuve que readaptarme. La mera descripción de los elementos no suena muy estimulante, en definitiva, y sin embargo disfruté de cada minuto, salí de la sala con un regusto final estupendo, y tengo la nítida sensación de que conforme pasen los días el recuerdo que me va a quedar de “Génesis” aún va a ser mejor. Por tanto, no hay duda: me interesa mucho este Philippe Lesage.

La película comienza con Guillaume subido encima de su pupitre cantando y bailando una canción popular canadiense ante el despiporre de sus compañeros de clase (todo chicos); después, vemos a la guapísima Charlotte sufrir como una tonta porque su noviete le dice que no puede jurarle amor eterno, que la vida es muy larga como para renunciar a follar con otras. En otras películas, ya podríamos tener un asidero al que aferrarnos, una referencia sobre la que calibrar los futuros comportamientos de los dos hermanos protagonistas. Y, además, les veríamos interactuar entre sí, cruzar sus caminos, coordinar sus andanzas. Sin embargo, “Génesis” rompe esas reglas tácitas. Ni Guillaume va a ser durante todo el metraje el típico alumno payaso, ni Charlotte va a mendigar el cariño de su promiscuo pero sincero noviete, ni las vidas de los dos hermanos van a entrecruzarse constantemente.
Una de los características del guión de Lesage es la evolución que otorga a sus protagonistas, los vaivenes con que nos van a sorprender. Cuando vemos a Guillaume emocionarse leyendo “El guardián entre el centeno” descubrimos que es mucho más que un gamberro bufón, y a lo largo de la película le veremos enfrentarse a sus debilidades, descubrir sus más hondos sentimientos, quitarse máscaras a costa de perder prestigio, pagar las consecuencias, llorar a moco tendido… Lo mismo sucede con Charlotte, también ella fluctúa y se reinventa. Tras su llanto inicial, la siguiente vez que la vemos en pantalla exhibe una faceta diametralmente opuesta, de femme fatal adolescente que hace suya la tesis del poliamor de su novio. De ahí en adelante, ante nuestros ojos desfilarán diferentes versiones de ella, unas desafiantes, otras desamparadas, algunas incluso de doliente patetismo.
Otra pauta que define la obra de Lesage es la sensación durante el visionado de que las cosas no progresan, parece que meramente estamos viendo capítulos de las incipientes vidas de estos dos hermanos. Pero al final del viaje comprendemos que sí que han avanzado, que de hecho ambos han llegado a otro lugar muy diferente del inicial, y les hemos acompañado tan de cerca que sentimos gran identificación con ellos cuando convergen en la preciosa estampa que les vuelve a reunir en la cama al final de su periplo en la pantalla.
Ése es el momento en que pensaba que iba a saltar el ‘The end’. Y habría sido un gran final. Pero entonces vuelve a sonar la canción popular con que arranca la película, esta vez interpretada por un grupeto de músicos rurales ante una audiencia aún más joven, pre-adolescente. El plano secuencia de Lesage nos conduce primero a un lado del campestre auditorio, y nos presenta vía zoom a una niña rubita; después nos traslada al otro lado, y esta vez se acerca hasta un barbilampiño moreno. Cuesta entender qué está sucediendo, pero finalmente asumimos que empieza una nueva historia, la tercera, absolutamente aislada de las otras dos en el tiempo y en el espacio, pero coincidente en su temática sobre el despertar emocional. Desde mi punto de vista, este postre baja un poco el nivel, pero sigo viéndolo con gusto, y sobre todo refuerza mi impresión de que estoy disfrutando la experiencia, porque el nuevo arranque de una trama no me causa pereza, sino alegría al comprender que aún queda metraje por delante.

Supongo que toda la temática de primer amor, del despertar al deseo y al sufrimiento emocional, provocará más o menos mariposas en el estómago de cada espectador en función de las vivencias que haya tenido, de las cicatrices que le queden, y de lo frescas que las pueda tener. En todo caso, Lesage sabe transmitirnos las andanzas de Guillaume, Charlotte, Félix y Béatrice de tal modo que las sintamos a flor de piel, no necesitamos tener las hormonas revolucionadas para empatizar con los personajes.
Pero es que, además, el autor y su equipo saben seducirnos con otros valores añadidos. Por ejemplo, es muy destacable la potencia evocadora y atmosférica que tiene la música durante toda la película. Igualmente, hay numerosos impactos visuales de gran belleza, la fotografía es uno de los puntos álgidos de “Génesis”. En definitiva, la suma de factores tanto narrativos como artísticos depara una obra intensa e interesante en el primer ámbito, y absolutamente disfrutable en el segundo. Poco más se le pueden pedir a dos horas de cine…
Naroa Lopetegi
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