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Voto de Naroa Lopetegi:
9
Comedia A los 23 años la vida de Rakel cambia cuando se entera, quizás demasiado tarde, de que está embarazada. Rakel es ilustradora y le encanta estar involucrada en diferentes proyectos, pero ¿criar a un bebé? Rakel debe enfrentarse a esa pregunta antes de lo esperado, y la sorpresa es doble: está de seis meses, por lo que no hay opción de abortar. Amante de la cerveza, las drogas y el sexo sin apegos, no tiene ningún interés en ser madre. ... [+]
12 de junio de 2022
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Rakel es un puto desastre. Su casa es una leonera, no nada precisamente en la abundancia, encadenando proyectos que nunca culmina, y la noche le confunde. Pero bueno, al fin y al cabo tiene 23 años, está en la edad de ser tan caótica como le dé la gana. A no ser que los seis meses que lleva sin que le baje la regla no se deban a que toma la píldora…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
No fue por afinidad con el momento vital de la protagonista, ni por un eventual interés en descubrir cómo afronta ella cuitas personales que puedan traerme recuerdos, o anticiparme perspectivas futuras. Tampoco por un efecto llamada logrado por los numerosos premios que la película ha ido cosechando, desde el de ‘Mejor comedia’ en los Premios del Cine Europeo hasta el ‘Premio del público’ en el reciente D’A Film Festival de Barcelona (me enteré de tales galardones en la sala, al ver los títulos de crédito iniciales). Ni, evidentemente, por apego hacia una directora cuyo único largometraje anterior ni siquiera tiene el título traducido al castellano. Simplemente, durante mi repaso semanal a todos los estrenos de la cartelera, tuve la corazonada de que ésta podía ser mi mejor baza, si es que algún cine en 200 kilómetros a la redonda, entre dinosaurio y dinosaurio, la programaba en versión original. Encontré una, y me fui para allí.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
En ocasiones así, me merezco un aplauso. Desgraciadamente, a menudo hago apuestas cinéfilas con mayor convicción, y me estrello con todo el equipo. Pero cuando tengo el pálpito de que una película rarita me va a gustar, y resulta que doy en la diana, siento un íntimo orgullo que incluso multiplica el placer espectador. En este caso, desde luego, no pude compartir la experiencia, ya que dispuse de la sala enterita para mí… ¡Qué pena!

La directora me presenta a Rakel, mi heroína de la velada, de forma muy eficaz: hace esperar a su amiga porque no se acordaba de que habían quedado en ir a hacer deporte, y porque en ese despacho-habitación en que vive y trabaja resulta complicado encontrar hasta la ropa con que vestirse. En la segunda secuencia, como bien apuntará Mos más tarde, también descubro que nuestra protagonista tiene mente abierta, y que está dispuesta a hacer aikido si su compañera de piso se lo propone. Lo que no esperaba Rakel era que el profesor de esa mezcla entre arte marcial y yoga fuera un tío al que se folló recientemente ”porque olía a mantequilla”.

Tras un estreñido paso por el WC, nuestras chicas vuelven a casa, y atando cabos descubren que el mantequilloso tiene esperma con superpoderes, ya que ese polvo derivó en embarazo pese a que él se puso condón y ella tomaba la píldora. Que el muchacho aparezca justo entonces para invitar a Rakel a un café nos proporciona una escena realmente hilarante. De ahí nos vamos al hospital, para descubrir que lo que creíamos un embarazo incipiente es, en realidad, un bombo de seis meses, lo que significa que el aborto ha dejado de ser una posibilidad… y que el aromático no puede ser el padre. El nuevo candidato es el ‘Jesús de las pollas’, con quien nuestra chica copuló durante su ’pascua de zorreo’. Es tal el desasosiego que impregna a Rakel que nos sacude con un enfervorecido apoyo a la causa de una mormona de someter a todos los niños varones de 12 años a vasectomías preventivas.

Transcurridos 20 minutos de metraje, en fin, la trama ha proporcionado varias sacudidas de alto voltaje, y me estoy divirtiendo mucho tanto con la historia como con el tono del guión, muy bien transmitido por la mamá pro-esterilización universal y su círculo de convivientes. Desde ese momento, un nuevo personaje entra en escena, en forma de monigote surgido de la imaginación de Rakel: el ninjababy que, tras no dar ni señales de vida ni patadas durante seis meses, pasa a compartir jugosas conversaciones con su enajenada mamá. No soy especialmente fan de transgresiones narrativas que desvirtúen el hilo argumental, pero en este caso el feto parlante me resulta muy divertido, y advierto en él un pepito grillo muy punky, pero capaz de ir transformando poco a poco la mentalidad de su inminente progenitora. Incluso, por lo visto, de causarle una revelación boscosa a su superdotado papá…

Esa evolución de Rakel, que desde su punto de partida anárquico y libérrimo va migrando hacia postulados más civilizados, provoca que suene una alarma en mi siempre escéptica posición observadora. Por momentos, temo que todo el planteamiento heteronormativo que la directora había erigido no haya sido más que un castillo de naipes que va a derribar sin desdoro para llevarnos hacia una reintroducción de la oveja descarriada en el cálido seno del rebaño. En mi opinión, sí que quizá se le va un poco la mano en algunas escenas demasiado moñas, pero no termina de desbarrar del todo, y además evita caer en el precipicio de culminar el viraje hasta presentarnos a Rakel como una madre abnegada. Ni siquiera la traumática desventura de la incubadora fusila la determinación independiente de esta Rakel que elevo así a los altares de mis personajes femeninos. Ya me había recordado en los primeros compases a una de mis protagonistas favoritas, la Frances Ha de Noah Baumbach. Y aunque luego sus peripecias vitales las separan, sé que esta mamá de ’Ninjababy’ se sube al carro de heroínas sui generis cuyo recuerdo me provocará siempre una mueca de satisfacción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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