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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
9
Documental. Terror Estudia el subtexto homoerótico y el lugar especial que guarda la franquicia 'Nightmare' dentro del canon de cine gay. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2020
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Scream, Queen! My Nightmare on Hollywood cuenta la hazaña de un actor retirado hace treinta años para hacer las paces con el uso que hizo de su imagen y de su persona en su primer y único papel protagonista en el cine, una infame y pequeña película de terror: la segunda parte de Pesadilla en Elm Street.

Pesadilla en Elm Street 2: la venganza de Freddie está plagada de subtextos y evidencias nada sutiles sobre la homosexualidad: un bar de travestis, un entrenador casi declarándose a su alumno y su posterior asesinato (bondage incluido) en las duchas de un gimnasio, Freddie seduciendo al protagonista con sus cuchillas en los labios del objeto de deseo… y un desprecio y ridiculización constante a dicho protagonista por parte de sus padres, de sus compañeros de clase, y de la propia película.

Cuando la película se estrenó en 1985, crítica y fans se ensañaron con ella por su contenido “altamente homosexual”. Nadie del equipo dijo haber sido consciente durante la realización de ese contenido incómodo, y el guionista David Chaskin negó toda intención homosexual en su guión, acusando de ello a Mark Patton, el actor protagonista, ya que por ser gay, lo interpretó todo “demasiado gay”. Patton, en el armario en aquel entonces, acusó a Chaskin de enfatizar y explotar su sexualidad hasta el punto de dejar de ser un subtexto en la cinta. Nadie del equipo respaldó su opinión. Además de sacarlo del armario públicamente, quedó la impresión de que Patton era una especie de Norma Desmond de segunda, La carrera de Patton, que acaba de empezar, se terminaba en ese momento.

Era 1985, y socialmente, ser homosexual era vivir en secreto (y Patton tenía una relación secreta con otro actor popular de la época), era tener VIH (y Patton lo tenía), y ser algo así como la infección de las buenas costumbres, el bufón al que perseguir, el monstruo al que eliminar. La segunda parte de Elm Street funcionó como metáfora cruel de todas estas cosas. Patton abandonó su carrera, vio morir a su amante, y se retiró de la vida pública en un pequeño pueblo en Méjico.

Pero décadas después, y con la aparición de internet, de repente Patton ve como la consabida re-apropiación cultural convertía la película y su interpretación en un icono gay, al menos, para la generación adolescente y gay que creció en los años 80. De repente, no sólo él fue consciente de encarnar la primera Scream Queen masculina, si no que muchos espectadores interpretaron ahora la película como una parábola fantástica sobre el proceso de aceptación sexual de uno mismo, sobre las dificultades para relacionarse con los otros, y sobre la amenaza del monstruo (Freddie, el SIDA), en una época tan homófoba como cualquiera de las de antes de esta que estamos viviendo.

De esta forma, Mark Patton revive su viejo discurso y despierta ese antiguo fantasma, confrontándose con el equipo que negó todo aquello hace casi 30 años, y abrazando la segunda vida de una obra destinada para el olvido pero ahora recordada por ser un primerizo ejemplo de representatividad: muchos adolescentes homosexuales jamás habían visto antes y tan claramente a un homosexual en la pantalla, y mucho menos siendo el héroe de la película.

Algo fascinante de este documental es comprobar las infinitas vueltas de tuerca que puede dar el cine: desde su realización, hasta la intención que sus creadores quieren darle, o la interpretación que de ella hace el público, una interpretación que está completamente ligada al cambio según cambie el espíritu de los tiempos. Scream, Queen! My Nightmare on Hollywood es un emotivo recorrido por la vida de su protagonista, un actor que queda al margen del cine por la homofobia interiorizada de una industria, una sociedad y un contexto; pero que aprovecha la evolución natural de las cosas, del progreso, la aceptación -de los otros, de uno mismo-, para reivindicarse y reencontrarse.
jaly
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