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Voto de LennyNero:
2
5,9
52.111
Drama
Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
29 de septiembre de 2011
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intentar conjugar la épica con la intimidad no resulta tarea fácil. No son buenos tiempos para la lírica con lo que todo aquello que se salga de lo lineal para sumergirse en la abstracción, aquello que busque la metáfora por encima de la prosa o que sencillamente busque articular un discurso poético del drama por encima de la exposición, más o menos, realista y crítica de una realidad resulta cuando menos sorprendente. Y hasta aquí habría que darle las gracias al Sr Terrence Malick por el intento. El problema, o mejor dicho, los problemas que tal proyecto presenta son que, hay dos niveles de producción: la mental, el imaginario del director donde imagina y diseña lo que quiere que su film sea, al otro lado está la plasmación real en imágenes, lo que finalmente cobra cuerpo en forma de película y su capacidad para funcionar como tal.
Esto es exactamente lo que pasa con El árbol de la vida, un film que se presenta como un alegato sobre la trascendencia de lo cotidiano en un ser humano y lo insignificante que resulta ante algo tan vasto y desconocido como el universo. Se pretende mediante paralelismos continuos ir de lo micro a la macro y viceversa, de reflejar las inanes imprecaciones del ser humano a un diós que ni siquiera sabemos si existe mientras una figura paterna ejerce como tal. La destrucción y la creación proceden del mismo sitio, imparables e irracionales como la propia fe. Un discurso global amparado en la mística y en una religiosidad que va más allá de la ceremonia para adscribirse al propio ADN del ser humano.
Pero, como decíamos todo esto son pretensiones, lecturas entre líneas que uno puede entrever y deducir pero que resultan ahogadas por la ampulosidad de la imagen proyectada. Y es que no es lo mismo pretender que ser pretencioso ni es lo mismo la ambición que la petulancia. Puede que los personajes de la película nunca encuentre respuestas ni al diós al que rezan, pero desde luego el Sr Malick sí, en sí mismo confundiendo su rol de director con el de ser omnipotente capaz de hacer lo que le venga en gana, autoproclamándose mesías de una verdad revelada que, después de ver el film, sigue siendo un misterio para el común de los mortales.
El árbol de la vida no funciona en cuanto al desequilibrio formal que presenta durante todo el metraje, presentándose como un producto que podría derivar en cientos de películas diferentes pero que parece que siempre escoge la opción equivocada. Lo gigantesco acaba derivando en abigarrado cuando no ridículo, con una estética que va desde un documental de Carl Sagan hasta el de cualquier anuncio de seguros y, sin embargo, es los momentos más íntimos, más delicados, donde la película crece mostrando más sensibilidad y trascendencia en cualquier plano detalle, en unas manos lavando platos, en la tristeza de una mirada, que en cualquier explosión universal.
Esto es exactamente lo que pasa con El árbol de la vida, un film que se presenta como un alegato sobre la trascendencia de lo cotidiano en un ser humano y lo insignificante que resulta ante algo tan vasto y desconocido como el universo. Se pretende mediante paralelismos continuos ir de lo micro a la macro y viceversa, de reflejar las inanes imprecaciones del ser humano a un diós que ni siquiera sabemos si existe mientras una figura paterna ejerce como tal. La destrucción y la creación proceden del mismo sitio, imparables e irracionales como la propia fe. Un discurso global amparado en la mística y en una religiosidad que va más allá de la ceremonia para adscribirse al propio ADN del ser humano.
Pero, como decíamos todo esto son pretensiones, lecturas entre líneas que uno puede entrever y deducir pero que resultan ahogadas por la ampulosidad de la imagen proyectada. Y es que no es lo mismo pretender que ser pretencioso ni es lo mismo la ambición que la petulancia. Puede que los personajes de la película nunca encuentre respuestas ni al diós al que rezan, pero desde luego el Sr Malick sí, en sí mismo confundiendo su rol de director con el de ser omnipotente capaz de hacer lo que le venga en gana, autoproclamándose mesías de una verdad revelada que, después de ver el film, sigue siendo un misterio para el común de los mortales.
El árbol de la vida no funciona en cuanto al desequilibrio formal que presenta durante todo el metraje, presentándose como un producto que podría derivar en cientos de películas diferentes pero que parece que siempre escoge la opción equivocada. Lo gigantesco acaba derivando en abigarrado cuando no ridículo, con una estética que va desde un documental de Carl Sagan hasta el de cualquier anuncio de seguros y, sin embargo, es los momentos más íntimos, más delicados, donde la película crece mostrando más sensibilidad y trascendencia en cualquier plano detalle, en unas manos lavando platos, en la tristeza de una mirada, que en cualquier explosión universal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como decíamos al principio estos son malos tiempos para la poesía, pero flaco favor se le hace al término si se confunde lirismo con subrayados constantes de música profana para enfatizar algo que se supone místico o bello, consiguiendo con esto el efecto contrario al buscado, es decir, reducir la importancia de la imagen a la nada. Puede que todo sea en el fondo una gran ironía, o una provocación, o puede que sea una metáfora paradójica del personaje interpretado por Brad Pitt luchando por ser alguien grande cuando en el fondo acaba por reconocer que es un don nadie. Lo que parece es que este un film de mucha pose y pocas nueces, con unas costuras demasiado visibles, mal cosidas y con tendencia a deshilacharse con demasiada facilidad. Una película cuya mejor baza puede que sea sin duda que, su radicalidad formal, generará debate. Lo malo es que será un debate de lucha de ciervos, de defensa de posturas enconadas que, a la postre, acaba derivando en el mismo resultado que lo transmite el film: la nada más absoluta.