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Voto de LennyNero:
7
6,4
144
Comedia
In-gu (Song Kang-ho) es un gangster de poca monta que cierra un trato para llevar a cabo un proyecto mobiliario. Tiene una familia que conoce de sus actividades criminales y un jefe que lo tiene en alto, incluso considerándolo como un hermano por su lealtad y respeto a los codigos de la mafia. Su intención de dejar la vida criminal se tuerce cuando sucede un imprevisto... (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No resulta tarea sencilla definir bajo los cerrados parámetros de género a una película como The Show must go on, ya que en ella confluyen elementos de drama, comedia negra y thriller mafioso que configuran el ya habitual paisaje de mixtura y subversión genérica tan presente en la reciente nueva cinematografía coreana. Sin embargo esta postura no deja de ser una simplificación. Más allá de decidir en que carpeta genérica hay que encajarla resulta más productivo analizar cual es la función de tal hibridación. En este caso, aún buscando el factor sorpresa a través del elemento argumental inesperado, se busca ofrecer un mosaico que complete de forma más veraz, o al menos naturalista, la tradicional historia de gangsters más allá de los tópicos habituales del tema.
Haciendo un ejercicio de vaciado y yendo a la raíz más temática se podría considerar que nos hallamos ante un film de carácter especular, que busca no sólo el diálogo cómplice sino que indaga en aquellas facetas no explicadas de la obra maestra de Scorsese “Uno de los nuestros”.
No es difícil establecer los paralelismos entre el personaje de Ray Liotta y el de, una vez más excelente, Song Kang-ho. A los dos les une el mismo sentido de lo inevitable de su destino. Los dos han nacido para ser gangsters puesto que no sirven para otra cosa. La diferencia estriba en sus respectivas visiones. Mientras Ray Liotta asume su condición como deseo de imitación de sus grandes héroes idealizados en busca de una vida de lujo y asocialidad nihilista, Song Kang-ho es prsionero de su propia incapacidad de fuga, de hallarse en un mundo para el que está obviamente capacitado pero que le imposibilita crear cualquier tiipo de relación estable más allá de los muros de su profesión.
Es en este sentido que el film adquiere una dimensión más social al profundizar precisamente en el entorno del protagonista. Se huye pues de la idealización del self made man y se nos presenta a un personaje en constante lucha por mantener a su familia unida, su posición en el entorno mafioso y a la vez crear una imagen de si mismo que se aleje del fracaso continuo al que le llevan sus acciones.
Estableciendo un paralelismo entre las dos familias habitadas por el protagonista observamos que a pesar de aparentar una posición consolidada (figura del padre de familia tradicional que mantiene a mujer e hijos y figura ascendente en su trabajo), su posición siempre acaba siendo la de un outsider, solitario incomprendido, víctima de intrigas y de incomprensión y a su vez de su inmadurez e incapacidad para dejar de nadar entre dos aguas y decir cual es su posición real, cual es el mundo en el que debe evitar. (sigue en spoiler)
Haciendo un ejercicio de vaciado y yendo a la raíz más temática se podría considerar que nos hallamos ante un film de carácter especular, que busca no sólo el diálogo cómplice sino que indaga en aquellas facetas no explicadas de la obra maestra de Scorsese “Uno de los nuestros”.
No es difícil establecer los paralelismos entre el personaje de Ray Liotta y el de, una vez más excelente, Song Kang-ho. A los dos les une el mismo sentido de lo inevitable de su destino. Los dos han nacido para ser gangsters puesto que no sirven para otra cosa. La diferencia estriba en sus respectivas visiones. Mientras Ray Liotta asume su condición como deseo de imitación de sus grandes héroes idealizados en busca de una vida de lujo y asocialidad nihilista, Song Kang-ho es prsionero de su propia incapacidad de fuga, de hallarse en un mundo para el que está obviamente capacitado pero que le imposibilita crear cualquier tiipo de relación estable más allá de los muros de su profesión.
Es en este sentido que el film adquiere una dimensión más social al profundizar precisamente en el entorno del protagonista. Se huye pues de la idealización del self made man y se nos presenta a un personaje en constante lucha por mantener a su familia unida, su posición en el entorno mafioso y a la vez crear una imagen de si mismo que se aleje del fracaso continuo al que le llevan sus acciones.
Estableciendo un paralelismo entre las dos familias habitadas por el protagonista observamos que a pesar de aparentar una posición consolidada (figura del padre de familia tradicional que mantiene a mujer e hijos y figura ascendente en su trabajo), su posición siempre acaba siendo la de un outsider, solitario incomprendido, víctima de intrigas y de incomprensión y a su vez de su inmadurez e incapacidad para dejar de nadar entre dos aguas y decir cual es su posición real, cual es el mundo en el que debe evitar. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Significativa es, en este sentido, la escena en la que asistimos a un conato de reconciliación, un momento que debe enseñar una lección al protagonista y facilitar su elección y que, sin embargo, se cierra con un significativo silencio representativo de su carácter indeciso y autodestructivo.
Esta es pues un película que se distancia claramente de “Uno de los nuestros” en cuanto esta última casi podría definirse como un plano secuencia de la coherencia vital de un personaje que asume su sueño y su correspondiente pesadilla mientras que The show must go on vendría a representar una nueva variación sentimental del propósito de la Nouvelle Vague, un seguimiento vital del personaje sólo que en esta ocasión no hay travelling de acompañamiento. En todo caso nos hallamos ante un travelling de un entorno que cambia, gira, evoluciona ante la mirada atónita y estática de un ser incapaz de seguir de seguir el ritmo de los acontecimientos, una figura trágica, a veces esperpéntica que sólo al final del film descubre cual es el sentido final de su periplo: la soledad y la distancia.
Esta es pues un película que se distancia claramente de “Uno de los nuestros” en cuanto esta última casi podría definirse como un plano secuencia de la coherencia vital de un personaje que asume su sueño y su correspondiente pesadilla mientras que The show must go on vendría a representar una nueva variación sentimental del propósito de la Nouvelle Vague, un seguimiento vital del personaje sólo que en esta ocasión no hay travelling de acompañamiento. En todo caso nos hallamos ante un travelling de un entorno que cambia, gira, evoluciona ante la mirada atónita y estática de un ser incapaz de seguir de seguir el ritmo de los acontecimientos, una figura trágica, a veces esperpéntica que sólo al final del film descubre cual es el sentido final de su periplo: la soledad y la distancia.