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Voto de LennyNero:
6
8,0
11.880
Romance. Comedia
Hildy Johnson, la mejor reportera del periódico Morning Post, anuncia que va a dejar el periodismo para casarse y fundar una familia. Pero Walter Burns, el editor del periódico y exmarido de Hildy, no está dispuesto a aceptarlo, por lo que se sirve de toda clase de tretas para retenerla en el periódico. (FILMAFFINITY)
8 de noviembre de 2008
56 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los clichés más actuales en la búsqueda de respuestas a la degradación moral de nuestra sociedad se basa en la, supuestamente novedosa, bajeza ética de los medios de comunicación. Parece ser que la manipulación, la mentira y el sensacionalismo son un invento actual y que, como pasa cuando se habla alegremente de cine, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Precisamente, como si fuera un desmentido del pasado, se nos presenta Luna nueva, una alegoría contra el cinismo periodístico, envuelto en el disfraz de inocente Screwball comedy y que viene a demostrar que de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Para elaborar este discurso no se anda con rodeos, introduciéndonos en una redacción mediante un travelling lateral que permite, por un lado, mostrarnos el ambiente de stress laboral y, por otro, contagiarnos del ritmo vertiginoso que impregnará todo el metraje.
La presentación de los personajes también es franca y directa, con un par de frases conocemos la situación, carácter y objetivos de los protagonistas. Un Cary Grant que podría ser un claro precedente de Pedro J. Ramírez y que mediante una actuación histriónica, por momentos cargante y sin embargo adecuada, aparece como un ser sin escrúpulos, cínico, manipulador y que hace suya esa máxima de no dejar que la realidad le estropeé una buena noticia. En contrapartida aparece Rosalind Russell, personificando a una mujer moderna e independiente, pero cuyo encuentro con su ex marido la sume en un amplio debate interno sobre qué camino tomar. No podía faltar el tercero en discordia, un Ralph Bellamy que, con su papel de hombre decente, serio y aburrido, parece más destinado a que simpaticemos con Cary Grant por contraposición que a tener un peso específico por si solo.
En lo referente a la construcción de personajes se hace palpable el mimo con que Hawks trata a la protagonista, otorgándole la mayor profundidad psicológica. En ella reconocemos una visión de la mujer como sujeto activo de la trama, convirtiendo el proceso habitual de cosificación de la mujer como mero adorno o elemento distorsionador en su inverso. Para ello, el director utiliza dos procesos diferentes. Por un lado el modo en cómo la filma, situándola siempre en una posición superior a la del resto del elenco masculino, lo que la convierte en una especie de icono respetado y a la vez temido. Por otro le confiere una personalidad inteligente, sí, pero también agresiva, masculinizada, dando a entender que éste es el único medio de hacerse respetar en un mundo prominentemente masculino y evidentemente machista.
(sigue en spoiler por falta de espacio)
Precisamente, como si fuera un desmentido del pasado, se nos presenta Luna nueva, una alegoría contra el cinismo periodístico, envuelto en el disfraz de inocente Screwball comedy y que viene a demostrar que de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Para elaborar este discurso no se anda con rodeos, introduciéndonos en una redacción mediante un travelling lateral que permite, por un lado, mostrarnos el ambiente de stress laboral y, por otro, contagiarnos del ritmo vertiginoso que impregnará todo el metraje.
La presentación de los personajes también es franca y directa, con un par de frases conocemos la situación, carácter y objetivos de los protagonistas. Un Cary Grant que podría ser un claro precedente de Pedro J. Ramírez y que mediante una actuación histriónica, por momentos cargante y sin embargo adecuada, aparece como un ser sin escrúpulos, cínico, manipulador y que hace suya esa máxima de no dejar que la realidad le estropeé una buena noticia. En contrapartida aparece Rosalind Russell, personificando a una mujer moderna e independiente, pero cuyo encuentro con su ex marido la sume en un amplio debate interno sobre qué camino tomar. No podía faltar el tercero en discordia, un Ralph Bellamy que, con su papel de hombre decente, serio y aburrido, parece más destinado a que simpaticemos con Cary Grant por contraposición que a tener un peso específico por si solo.
En lo referente a la construcción de personajes se hace palpable el mimo con que Hawks trata a la protagonista, otorgándole la mayor profundidad psicológica. En ella reconocemos una visión de la mujer como sujeto activo de la trama, convirtiendo el proceso habitual de cosificación de la mujer como mero adorno o elemento distorsionador en su inverso. Para ello, el director utiliza dos procesos diferentes. Por un lado el modo en cómo la filma, situándola siempre en una posición superior a la del resto del elenco masculino, lo que la convierte en una especie de icono respetado y a la vez temido. Por otro le confiere una personalidad inteligente, sí, pero también agresiva, masculinizada, dando a entender que éste es el único medio de hacerse respetar en un mundo prominentemente masculino y evidentemente machista.
(sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Con estos cimientos se pretende consolidar una trama que aspira a divertir, cierto, pero que aprovecha esta ligereza para introducir temas que en su época podrían parecer polémicos y que además la dotan de un aire de modernidad imprevisible cuando constatamos que sigue siendo de absoluta actualidad poner sobre la mesa la igualdad de derechos de la mujer, el sensacionalismo exagerado de los medios, el debate sobre el aislacionismo o el intervencionismo en los conflictos bélicos, la corrupción de los poderes públicos, la paranoia anticomunista e incluso la eficacia de la pena capital.
Para tratar todo ello se recurre a unos diálogos de vértigo, de respuestas afiladas y de un sarcasmo no exento de amargura. Un buen recurso sin duda, pero que, en este caso, viene lastrado por la confusión que genera. Posiblemente este ruido ensordecedor sea el efecto que busca Hawks para enmarcar el absurdo de la situación, pero lo que consigue en gran parte del metraje es generar el efecto contrario, es decir, una desconexión de la audiencia ante tal atropellamiento de información recibida y, de rebote, que los temas realmente importantes que quiere introducir sutilmente pasen absolutamente desapercibidos.
En cambio donde sí se acierta plenamente es en la parquedad de los escenarios y en su puesta en escena. A primera vista, y dado que este es un film adaptado del teatro, se podría interpretar como una mera traslación fílmica donde no hay exteriores y todo se encuadra de forma casi fija en dos únicas habitaciones cerradas y donde los personajes entran y salen del cuadro por indicación de guión, como si cuando estuvieran fuera de campo no tuvieran ninguna implicación en la trama. Pero en el fondo subyace una razón más poderosa que explica este ordenamiento y cuyo resultado final resulta menos obvio pero sí más efectivo que el diálogo, que no es otra que aislar la “verdad” de lo acontecido. El espectador conoce la historia sólo a través de lo que le cuentan los personajes que transitan por las salas, pero nunca ve lo que sucede “realmente” en el exterior. Por ello sólo puede suponer cuál es la verdad de lo acontecido o al menos tratar de ajustarse a ella reduciendo las exageraciones oídas de terceros.
Éste es pues el auténtico sentido de la denuncia, por así llamarlo, del film, el retratar el mundo del periodismo como una realidad paralela, diferente, un micro universo insertado en el nuestro, que impone nuestra visión de la realidad sin tan siquiera haberla vivido y, donde el lector o el espectador aplaude complacido mientras satisface sus ansias de morbo.
Para tratar todo ello se recurre a unos diálogos de vértigo, de respuestas afiladas y de un sarcasmo no exento de amargura. Un buen recurso sin duda, pero que, en este caso, viene lastrado por la confusión que genera. Posiblemente este ruido ensordecedor sea el efecto que busca Hawks para enmarcar el absurdo de la situación, pero lo que consigue en gran parte del metraje es generar el efecto contrario, es decir, una desconexión de la audiencia ante tal atropellamiento de información recibida y, de rebote, que los temas realmente importantes que quiere introducir sutilmente pasen absolutamente desapercibidos.
En cambio donde sí se acierta plenamente es en la parquedad de los escenarios y en su puesta en escena. A primera vista, y dado que este es un film adaptado del teatro, se podría interpretar como una mera traslación fílmica donde no hay exteriores y todo se encuadra de forma casi fija en dos únicas habitaciones cerradas y donde los personajes entran y salen del cuadro por indicación de guión, como si cuando estuvieran fuera de campo no tuvieran ninguna implicación en la trama. Pero en el fondo subyace una razón más poderosa que explica este ordenamiento y cuyo resultado final resulta menos obvio pero sí más efectivo que el diálogo, que no es otra que aislar la “verdad” de lo acontecido. El espectador conoce la historia sólo a través de lo que le cuentan los personajes que transitan por las salas, pero nunca ve lo que sucede “realmente” en el exterior. Por ello sólo puede suponer cuál es la verdad de lo acontecido o al menos tratar de ajustarse a ella reduciendo las exageraciones oídas de terceros.
Éste es pues el auténtico sentido de la denuncia, por así llamarlo, del film, el retratar el mundo del periodismo como una realidad paralela, diferente, un micro universo insertado en el nuestro, que impone nuestra visión de la realidad sin tan siquiera haberla vivido y, donde el lector o el espectador aplaude complacido mientras satisface sus ansias de morbo.