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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
10
Drama Era una vieja ley del pueblo, de un tiempo tan lejano que ya nadie lo recordaba; Al alcanzar los 70 los ancianos debían abandonar el pueblo para ir a vivir en la cima de la montaña Narayama. Una sentencia de muerte despiadada que sumía en la tristeza y la desesperación a las familias cuando tenían que enviar a sus mayores a la montaña. Orin tiene 69 años y se acerca el momento de partir hacia la montaña, pero todavía tiene que encontrar ... [+]
20 de junio de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine antropológico que hace su estudio en una comunidad japonesa y en un tiempo indefinido.
Shohei Imamura, que ganó el Festival de Cannes (1983) con esta maravillosa película, nos habla de una aldea de montaña, con muy duras condiciones de vida, en la que las reglas vienen marcadas de antiguo por la necesidad de sobrevivir. Son normas primitivas y prácticas extraídas de la vida animal y de las propias limitaciones impuestas por la naturaleza en cuestiones, sobre todo, alimenticias.

En la familia que investigamos, el miembro mayor, la abuela, avisa a su primogénito de que está cerca su marcha a la montaña sagrada de Narayama; ella lo tiene asumido, él, ha de irse haciendo a la idea para no defraudar ni ensuciar el honor de los suyos, como desgraciadamente hizo su padre. Antes, se encargará de buscarle la mujer que la sustituya al frente de la casa y que ocupe el lugar de la nuera que murió en el último parto.

El grupo humano que nos ocupa está perfectamente encajado en su ambiente natural. A la hora de decidir, lo hacen, como cualquier ser vivo, salvaguardando el equilibrio que les permitirá mantener su especie a lo largo de los tiempos. A nuestros ojos civilizados pueden parecer crueles algunas determinaciones. Ellos, con dolor de su corazón a veces y con pasmosa naturalidad en otras ocasiones, las consideran inevitables.

Esta Balada, que pone ritmo a la vida legendaria de Orin y que, sorprendentemente, es universal en los momentos corales (la raíz popular de los cantos: blues, jazz, flamenco...), se convierte en una verdadera sinfonía, in crescendo, en su parte final.

Hubo otra versión de la Balada de Narayama en 1958. Yo no la he visto pero apuesto, y no arriesgo, todas mis películas de Kurosawa a que no puede ser mejor que ésta. No dudo que pueda ser igual.
¡IMPRESCINDIBLE!
Sinhué
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