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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
7
Drama Después de haber vivido varios años en Alemania, Alina se reúne con una amiga en un aislado convento ortodoxo rumano. Su amistad se remonta a la época en que, siendo niñas, se conocieron en un orfanato. Alina pretende que su amiga vuelva con ella a Alemania, pero ésta se niega porque no sólo ha encontrado refugio en la fe, sino que las monjas constituyen su familia. (FILMAFFINITY)
7 de mayo de 2013
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia que nos cuenta Cristian Mungiu, empapada en dos novelas de la periodista rumana Tatiana Nicolescu, podría perfectamente haber tenido como fondo, y lugar de eclosión, la Edad Media. Cambiando algún teléfono móvil, por ejemplo, por un frasquito de ungüento con higadillos de rana para comunicar en la distancia los pensamientos; y convirtiendo, en alguna calle de la ciudad, a los vehículos en cerdos, las casas de los pobres en chozos y las de los ricos en castillos......, nos hubiéramos colocado con poco esfuerzo imaginativo seiscientos años atrás. Eso es lo más terrible precisamente, lo que da miedo, que lo que da pie y consistencia a la ficción del buen realizador rumano, es algo que realmente sucedió en el año 2005.

Una muchachita que había crecido en un orfanato regresa a Rumanía, tras una corta estancia en Alemania, buscando a quien había sido su amiga y su refugio. La encuentra en un convento de religiosas ortodoxas, guiadas por un sacerdote que defenderá a su pupila de las proposiciones de Alina con métodos que hubieran puesto los dientes largos al mismísimo Torquemada.

El oscurantismo que propone el director es la atmósfera más natural para desarrollar la vida física y espiritual de aquellos que se someten, por amputación de la voluntad, a los mandatos de los líderes religiosos y sectarios (tanto monta, monta tanto), que llaman a la inacción y al abotargamiento por la oración: paz espiritual; y a cualquier crítica a su apostolado: lenguas y obras de Satán; no dudando, si ven algún peligro para su estatus, en utilizar las herramientas que diós (el suyo, el verdadero) ha puesto a su disposición: fierros y tenazas, hambres y miserias, maldiciones y exorcismos.....Eso sí, todo, para beneficio de la víctima torturada que, de quedar viva, se lo agradecerá eternamente. Y esto último (lo del agradecimiento), tristemente, no es un chiste.
Sinhué
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