Me habían pitado los oídos, en el peor sentido, antes de ver este documento realista, íntimo y evocador de un modelo de vida apisonado por el "progreso" y la avaricia. Me alegro de no haber dado crédito a los agoreros. A mí, esta obra austera y certera de Jonathan Cenzual, me ha gustado bastante, incluso mucho en algunos momentos.

La vida en la soledad del campo, la interrelación con los animales, la escasa necesidad de cercanía humana..., convertidos en argumentos sospechosos que atacan el "crecimiento" y la "modernidad"; siempre me han aparecido toscas pedradas contra el sentido común y el respeto a la diversidad y la naturaleza. De hecho, la inmovilidad se ha mostrado menos peligrosa para el equilibrio de las especies y para el medio ambiente, y por ende para las personas, que las prisas por "avanzar" y "evolucionar", según el concepto que algunos tienen sobre estos términos y que convierten en doctrina del capital, basado estrictamente en el consumo, sin más filtros.

Anselmo ni es ni quiere ser prototipo o referencia de nada, solo un individuo más que quiere tener la libertad de decidir sobre su vida, sin presiones ni agobios.