El buen actor (Amén, Amelie, Munich...) e interesante director (El odio, L'ordre et la morale...) Mathieu Kassovitz es el ilustre desconocido de la última propuesta de Matthieu Delaporte, que vuelve a contar con Alexandre de La Patellière como co-guionista en su afán de poner en pie proyectos diferentes y originales. Nos sorprendieron muy agradablemente en su anterior entrega: El nombre, en la que el ácido sentido del humor se convierte en piedra de toque de la amistad. Aquí deciden olvidarse de la comedia para adentrarse en un thriller oscuro, trufado de connotaciones psicoanalistas.

Sébastien es un hombre, aunque eficiente, gris y aburrido de su existencia, su trabajo y su familia. Solo parece activado, y satisfecho, cuando se introduce en la piel de otros, objetivo que consigue a través de minuciosas imitaciones, basadas en la documentación y posterior caracterización (maquillaje, vestuario...) de las personas elegidas. El período de transformación, de estudio gestual y de adaptación a los entornos del otro, vivifican a un ser que habitualmente pasa desapercibido y que es, entre quienes lo conocen, todo discrección.

La propuesta de Delaporte no carece de interés aunque las incómodas andanzas en las que acompañamos al extraño protagonista, y su complicada desviación, nos coloquen por momentos en situaciones algo forzadas; por no entrar en los maximalismos de la incredulidad. El guión, no obstante, resiste y encuentra respuestas, más o menos convincentes, a las muchas preguntas que nos planteamos.