Las dudas que se le plantean al joven Thasi, lama en fase de aprendizaje en un monasterio budista, tienen que ver con la otra espiritualidad (algunos la llaman carnalidad) que erupciona del sexo. Considera que, antes de decidir a qué dedicar su vida, debe conocer y sumergirse en los otros aspectos, los mundanos, y sobre todo en aquellos que habitan sus húmedos sueños.
Pero alguien que aspira a ser maestro de la liviana esencia existencial, constatará que la realidad es además de tentadora: dura, desesperante, embrutecedora y extremadamente pesada.

Las intenciones del realizador indio son meridianas y la humanización de los intocables monjes tibetanos de agradecer, pero bajo mi punto de vista el ovillo de las reflexiones se desmadeja con algunos nudos que dificultan la confección de una túnica sencilla y práctica; que lejos de servir al protagonista, y a quienes esperamos un desenlace, constriñe un poco más las ansias de libertad.