Cierto es que el film tiene su parte de verdad (esos chulopiscinas que engañan a sus novias, las pegan y luego lloran como niñitas porque les dejan son auténticos), pero a Bigas se le estraga la estética de videoclip (no es Tony Scott y tampoco se da cuenta de ello), dibuja algunos personajes a brochazos (verbigracia: los padres de la nena) y cuenta una historia mil veces vista, repleta de tópicos pero interpretada solventemente por Verónica Echegui, que le da el punto de realismo macarra que el personaje exige (aunque luego se refine en demasía al irse a los madriles).

En resumen: un intento de Bigas Luna de hacer cine joven sin lograrlo.