Tras un largo tiempo caído en desgracia, Gibson volvió a dirigir con el largo que nos ocupa, que un servidor pudo disfrutar en una gran sala de cine hasta sacar eso que los estadounidenses llaman "manly tears".

Por que oigan - yo no sabía lo de Desmond Doss -- y es digno de contarse, carajo: un escuálido y religioso objetor de conciencia que salvó a 75 compatriotas soldados, desarmado y rodeado de japoneses. Alucinante. De veras.

Pero no se trata solamente de batallas. Las hay y son CRUENTAS hasta niveles dignos de Saving Private Ryan. Parece ser que Gibson iba justo de presupuesto -- PUES NO SE NOTA. Entre muertes impactantes, momentos de suspense, impecables momentos de slow motion marca de la casa está un atinadísimo Andrew Garfield, que tiene el complicado papel de un hombre honrado de corazón puro que no vende sus principios ante nada. Por supuesto, Andrew aprueba con sobresaliente. Y luego está el resto del cast, carajo -- Un Vaughn divertido, un Weaving tan capital para la historia como recuperado para el cine, un Worthington empatizable o un Bracey que no has estado nunca tan atinado como aquí.

Pero -- ojo: es importante centrarse en que la parte de batallas es media película. La otra media es la fascinante historia de un objetor de conciencia que quiere ir a la guerra y no matar. Es una parte que ancla los temas de no violencia y a su protagonista impecablemente, dándote un buen bagaje para la brutal segunda mitad que luego vendrá a abrumarte.

Ah - y no me olvido de mencionar que el aspecto religioso no es tan relevante como uno esperaría en el film. Gibson no ejerce de apologeta ni se vuelve panfletario. La religión es, simplemente, un aspecto clave en las convicciones del protagonista de su film.

Un largo brillante con aroma de clásico. Muy recomendable y reivindicable.