Que Jerry Bruckheimer tome nota: he aquí un film intenso, visual y entretenido en el que no se precisa un millón de FX ni docenas de explosiones.

Cierto es que la historia es casi una excusa minimalista más que un guión (un hombre corriente no puede salir de una cabina telefónica porque le matarán si lo hace), pero sorprende lo bien que funciona todo.

Porque los apenas ochenta minutos de duración de la película (¿cuánto hace que ven una película tan corta, ¿eh? ¡Años) se pasan volando.

Y uno se queda con buen sabor de boca tras verla.

A mí eso me basta.