Los flashbacks en color sepia con la Glenn Close jovencita y modosita haciendo de estudiante desbordada por el superprofesor talentoso son ya la repanocha. Todo es un dislate destinado a vendernos calentita la idea de que el libre albedrío y la responsabilidad personal no cuentan para nada en la ecuación feminista de la vida. La chica, hipnotizada por semejante galán de las letras, no tiene más remedio que hipotecar su carrera. Es una encerrona del destino, qué se le va a hacer. Qué podría haber hecho ella excepto resignarse y callar por amor. Para qué se va a molestar siquiera en intentarlo si además ya se lo ha confirmado una prima escritora que pasaba por allí: a las mujeres no nos publican hermana. Por supuesto, ella se lo cree a la primera y a pies juntillas. Pues ya está, voilá, telefilme resuelto: mosquita muerta en la primera parte y quilombo en la segunda.